Por Mónica Delgado
Minotauro es el reverso o antítesis de El Palacio. Hay similitudes estilísticas en ambas, en este acercamiento a un grupo determinado bajo una mirada centrada y de planos fijos, aunque la diferencia está en el punto de vista que Pereda ejerce en cada una. En El Palacio existe de alguna manera una filiación con esta arcadia de mujeres en recuperación, unidas por un mismo sentimiento de hermandad, mientras se preparan para una vida laboral injusta. Mientras que en Minotauro, Pereda adopta una mirada cínica en torno a tres jóvenes en eterna modorra, inactivos, inútiles, cuando el contexto quizás les exige salir y tomar acciones para evitar que el afiche de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa sea solo un adorno más del departamento de clase media que ocupan.
Un apartamento ocupado por dos jóvenes estudiantes de pronto se ve trastocado en su aparente rutina a partir de la llegada de un tercer miembro, una mujer que apenas habla y que se adhiere rápidamente a esta rutina de sueño, cansancio e inamovilidad. Pereda, a través de una fotografía que rescata el curso del tiempo a través de los momentos en días soleados, plantea un clima de narcolepsia que hace lucir a los personajes en pleno desgano, insertándolos en un estadio de dejadez emocional permanente.
Este universo de lo afectivo es simbolizado también en la lectura de pasajes de novelas que hablan de relaciones amorosas inconclusas. Como si la literatura misma, en su afán de plantear un puente crítico, solo tuviera un significado en coincidencia con el deseo mismo de su inacción. No hay lecturas que establezcan alguna correspondencia con «el afuera», sino más bien se tratan de pasajes sosos sobre contactos y huidas de amores ficticios.
Como si se tratara de una fábula política, Pereda introduce un par de personas más, una madre y su hija, quienes hacen las labores de limpieza, y que se convierten en los reales motores dentro de la vida de estos personajes de la abulia, que incluso en algunos momentos, pueden manejar a su antojo a estos figurantes o seres deshumanizados. Lavarles los dientes, acostarlos, o llevarlos al patio para que tomen sol, como si fueran plantas a las que hay que regar día día, sin más ni más (acción evidente en la presencia misma de maceteros y plantas en todo el apartamento).
Pereda logra con Minotauro un retrato con bastante ironía sobre una generación perdida, aletargada, casi títeres en un entorno cómodo, diáfano y sin alteraciones.
Sección Radicalismos mexicanos
Director: Nicolás Pereda
Guión: Nicolás Pereda
Fotografía: María Secco
Edición: Nicolás Pereda
Sonido: José Miguel Enríquez
Reparto: Gabino Rodríguez, Luisa Pardo, Francisco Barreiro
Productora: Interior XIII
Productores ejecutivos: Maximiliano Cruz, Sandra Gómez
País: Mexico/?Canada
Año: 2015