Por Pablo Gamba
La colaboración de Juan Rulfo, con un poema que aceptó escribir para el filme, con la condición de que lo leyera el poeta Jaime Sabines, es la primera razón por la que en el cine mexicano sobresale un mediometraje como La fórmula secreta de Rubén Gámez (1965). Gámez fue un fotógrafo de publicidad que se había destacado antes con el corto Magueyes (1962), y que no estrenó su primer y único largometraje sino en 1992: Tequila. Murió en 2002.
La segunda razón es histórica, y se desprende de la crisis de producción y de creatividad que atravesaba a comienzos de los sesenta la industria cinematográfica en ese país1, y que llevó al Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica a convocar un concurso de cine experimental que Gámez ganó con su filme. “Fui el único que se tomó en serio eso de lo experimental”, dijo el cineasta a Raquel Peguero en una entrevista.2
El autor de Pedro Páramo aportó también un intento de sinopsis de la película de diez o doce episodios sin ilación argumental, como la describió Jorge Ayala Blanco en La aventura del cine mexicano3. En una hoja explicativa, que se distribuyó sin firma entre los espectadores por solicitud del productor, Salvador López O., quien temía la incomprensión del público, Rulfo reiteró que se trataba de un experimento que intentaba “presentar, por medio de imágenes, determinadas situaciones en las que predomina la sátira, la soledad y las fuerzas compulsivas a que es arrastrado cualquier hombre lleno de carencias en un país influido por el automatismo y la técnica maquinista”.4
El resultado es una obra que Ayala considera expresión de un “nacionalismo defensivo”, en el sentido de antiimperialista. “[D]esde el punto de vista formal representa a destiempo una etapa ya superada de la estética cinematográfica, pero una etapa que debía ser atravesada algún día por el cine mexicano”, agregó el crítico e historiador 5.
Entre las influencias de La fórmula secreta, Ayala señala la película que intentó hacer Sergei Eisenstein en ese país: ¡Que viva México! (1932). Pero Gámez fue crítico de la manera como el cineasta ruso sirvió de inspiración para el indigenismo como María Candelaria, de Emilio Fernández (1944), y para la belleza que perseguía Gabriel Figueroa en su fotografía. En La fórmula secreta, el hieratismo estatuario de los estereotipos raciales se transforma en una mirada interpeladora de los personajes campesinos, mientras que el texto de Rulfo dicho por Sabines, es la voz de un nosotros que expresa un lamento tan árido y estéril como el paisaje en el que son vistos los personajes:
“Desde que el mundo es mundo / hemos andado con el ombligo pegado al espinazo / y agarrándonos del viento con las uñas. // Se nos regatea hasta la sombra, / y a pesar de todo así seguimos: / medio aturdidos por el maldecido sol / que nos cunde a despedazos, / siempre con la misma jeringa, / como si quisiera revivir más el rescoldo. / Aunque sabemos / que ni ardiendo en brasas / se nos prenderá la suerte”.6
Un detalle en el que Ayala reparó se halla en la representación de los sexos en la película. El crítico observó la transformación de un personaje mujer en hombre: aquel que carga a sus espaldas un joven que sale de un matadero, y los asoció con el padre-patrón y la madre bendecidora, respectivamente7. Esa manera de verlos, como representación de la tradición familiar y de la propiedad, es una forma pobre de interpretar los símbolos. Sin embargo, resulta coherente con la primera secuencia, en la que a un enfermo le inyectan una bebida cuya marca estaba en el título original: Coca-cola en la sangre.
Hay que relacionar esa transformación de la mujer en hombre con lo que imagina un obrero que al comienzo carga a un colega hacia un camión como si fuera un fardo más. En el transcurso del viaje de ambos sobre sacos de harina, al personaje se le transforma el hombre que yace a su lado en la mujer que ve cuando pasan bajo un puente, y cuando la acaricia se descubre que lleva anillo de casada. Ambas son, por su contenido sexual, imágenes surrealistas mejor logradas que la secuencia buñuelesca de niños y curas, y otra en la que un charro a caballo sigue a un burócrata por las calles de la ciudad, tratando de atraparlo con su lazo. Es como si el inconsciente nacional lo persiguiera.
Si Ayala consideró que La fórmula secreta fue un filme anacrónico, celebró en cambio su búsqueda de lo insólito y de la “imagen-choque”. La calificó de “obra impulsiva, inspirada por un afán de denuncia estridente pero “ideológicamente vulnerable”8. Pero la película debe ser confrontada principalmente con la decadente industria mexicana de su tiempo, y sus fuentes de inspiración ponen de manifiesto un afán de oponerle otra tradición: la de las vanguardias europeas. Su nacionalismo defensivo, además, era para Gámez en primer lugar cuestionamiento de los que se han dejado dominar e inmovilizar. “De alguna manera yo quería denunciar […] al pueblo, no al gobierno ni al sistema sino al pueblo ‘agachón’ […] Un pueblo dormido que no sólo no tiene consciencia política sino que no tiene consciencia de nada”, expresó el cineasta.9 Es una crítica a la “democracia”, en la que la gente vota pero siempre ganan los mismos, como ocurría entonces con el PRI, y sigue ocurriendo hoy, tan mediocre como el cine mexicano de aquellos años.
Notas
1. Jorge Ayala Blanco ilustra con cifras la dimensión de la crisis: de más de cien películas nacionales realizadas en México en 1951, se cayó a menos de cincuenta en 1964. En cuanto a la creatividad, agrega: “Un monopolista, absurdo y perjudicial sistema de producción (anticipos de las distribuidoras sobre cintas de recuperación inmediata, tabulación de nombres más comerciales como base del financiamiento, preferencia exclusiva a los ‘valores’ reconocidos, política sindical de puertas cerradas) convirtieron al cine mexicano en elaborador de un producto que sólo las capas analfabetas y más incultas de Hispanoamérica podían consumir”. (La aventura del cine mexicano. México: Era, 1968, p. 304).
2. Citado por Jorge Alberto Rivero Mora en “La fórmula secreta o la larga pero fructuosa odisea de Rubén Gámez” (Mainstream, http://mainstream.com.mx/2013/11/10/la-formula-secreta-o-la-larga-pero-fructuosa-odisea-de-ruben-gamez/, consultado el 21 de enero de 2014).
3. Ayala Blanco, Jorge. Editorial: Era. País: México. Año: 1968, p. 306.
4. Juan Rulfo. Toda la obra. Edición crítica de Claude Fell. Madrid-París-México-Buenos Aires-Sao Paulo-Río de Janeiro-Lima: varios coeditores, 1996, p. 363.
5 Ayala Blanco, Jorge, 1968, pp. 95 y 307.
6. Juan Rulfo. Toda la obra. Edición crítica de Claude Fell. Madrid-París-México-Buenos Aires-Sao Paulo-Río de Janeiro-Lima: varios coeditores, 1996, p. 361.
7. Ayala Blanco, Jorge. p. 307.
8. Op. Cit., pp. 306-307.
9. Citado por Rivero Mora.