CANNES 2018: LETO DE KIRILL SEREBRENNIKOV

CANNES 2018: LETO DE KIRILL SEREBRENNIKOV

Por Mónica Delgado

El quinto film de Kirill Serebrennikov, que compite por la Palma de Oro en Cannes, recrea los inicios de la carrera del icono rock ruso, Víktor Tsoi, a inicios de los años ochenta, tomando elementos de la ópera rock, el musical, y el biopic. En su afán de elaborar un homenaje a un personaje icónico de su generación, Serebrennikov dota a su film de un tratamiento visual que recuerda, sobre todo en sus momentos de bohemia y furor adolescente, a films como The Knack… and How to Get It (1965) de Richard Lester, en donde se capta elementos del Free Cinema con un espíritu pop de la época, y sobre todo por el uso del blanco y negro que permite el toque clásico y nostálgico, con ecos a las escenas de baile y ocio de Phillipe Garrel en Les Amants Réguliers. Si bien los personajes de Leto no son los jóvenes políticos de Mayo del 68 ni personajes de la Nueva Ola francesa, el cineasta los propone en tránsito creativo y personal años previos al contexto de la Perestroika. Es decir, se tratan de personajes apáticos que no buscan la revolución.

Serebrennikov no aborda de modo literal parte de la vida del Víktor Tsoi, quien muriera en un accidente de tránsito en 1990, y a quien dedica la película. Sino más bien describe los inicios de la carrera de Tsoi (encarnado por Teo Yoo), a través de las insatisfacciones y ritos creativos de su amigo músico Mike (Roman Bilyk), quien está casado con Natasha (Irina Starshenbaum), con quien tiene un breve y significativo romance. Más bien el film describe el contexto amical de Tsoi y la sensibilidad de estos jóvenes muy influidos por la música de David Bowie, Lou Reed, Bob Dylan o The Kinks, pero que aún no encuentran una madurez musical y aparecen buscando una personalidad en un ámbito repetitivo y poco original. Así, el cineasta ruso coloca a Tsoi como parte de este universo, de cómo formó su acto Garin y los hiperboloides y de cómo surgió Kino, la mítica banda rusa que Tsoi lideraba.

Si bien el acabado visual de Leto es notable, en la efectividad del blanco y negro para traducir un sentimiento generacional de abulia e indefinición, hay demasiados aspectos nebulosos en torno al modo en que se compone la puesta en escena, ecléctica y difusa, que toma tanto de los cineastas mencionados que lo inspiran (quizás de Lester a Garrel) como del musical, la ópera rock, que incrusta canciones de Talking Heads (Psycho Killer) o Lou Reed (Perfect Day) de la mano de un personaje etéreo que va explicando al espectador que lo que acaba de ver “no ha pasado en realidad”. También resulta poco efectivo que Kirill Serebrennikov haya colocado a Tsoi como una figura pivote a través de la cual los demás personajes existen. Si bien no hay una intención por hacer de Leto un biopic convencional, queda claro que al cineasta ruso le interesa la radiografía de una generación y no tanto hurgar en el perfil de un personaje de la cultura rock de su país.

Leto propone una lectura sobre los procesos creativos desde un estadio limpio, es decir, si bien no evita el típico sentido común de los romances tormentosos (sino recordar cuando Mike le dice a su esposa sobre su relación naif con Tsoi: “tocarse las manos puede ser sumamente peligroso”), sí apuesta por una historia de rockeros desde componente atípicos, casi sin escenas escandalosas de sobredosis, suicidios, ni violencia.

Competencia oficial
Dirección: Kirill Serebrennikov
Guion: Lily Idov, Mikhail Idov, Kirill Serebrennikov
Fotografía: Vladislav Opelyants
Reparto: Irina Starshenbaum, Teo Yoo, Roman Bilyk
Productora: Hype Film / KinoVista
Rusia, 2018, 120 min