Por Mónica Delgado
En After dreaming, ópera prima de la cineasta armenia estadounidense Christine Haroutounian, la cámara es un personaje más: luce táctil, sensible, sensual, muy física, en la medida que hace palpable la relación de la mirada con ese mundo que observa con demasiada cercanía, con ansias de no perder detalle. Es una cámara de la cercanía, pero también del desenfoque, de la visión borrosa, del espasmo visual que busca donde detener el punto focal. A la vez es una mirada ética, que sabe guardar distancias, que sabe cuándo acercarse, que sabe cuándo debe captar la pulsión, el deseo, la represión, la irreverencia y la soledad de la guerra.
La trama de este film realizado en Armenia apenas puede describirse. Puede ser una historia de amor contenido, pero también ser una historia sobre la guerra. Y también puede ser la historia de una triada: la de la unión de religión, construcción de identidad y orden sociopolítico que someten las subjetividades. Por momentos puede ser una road movie, por otros, un drama bélico o un drama social, sin embargo, After dreaming es, ante todo, una obra muy particular sobre la reconstrucción de un país golpeado desde la relación extraña entre dos jóvenes. La adolescente Claudette (Veronika Poghosyan) es llevada en auto por la carretera por el soldado Atom (Davit Beybutyan), hacia el hogar materno, debido a un encargo que la debe apartar del velorio de su padre. Pronto, este viaje se vuelve un paseo disperso, intuitivo, extraño, donde se cruzan con nuevos personajes, tiempos y escenas, para dar cuenta del estado de la cuestión en una Armenia aún sometida por los rezagos de la guerra.
Al inicio del film, un hecho lamentable hace que un personaje diga que la guerra nunca acabará. Ya desde estos primeros minutos de clima tenso se deja clara evidencia del delicado trabajo fotográfico de Evgeny Rodin que aporta al diseño de la puesta en escena, donde la cámara como dispositivo con agencia tiene un rol claro para transmitir la densidad de las atmósferas y las intenciones de los personajes. Lejos de cualquier modelo narrativo más convencional, aquí los encuadres, los movimientos de cámara en mano, el uso de determinados lentes, construyen un clima de guerra interminable, que está además fuera de campo, y cuya naturaleza existencial queda revelada a través de Atom, quien es acusado de planificar su deserción.
Presentada en estreno mundial en la sección Forum de la 75º Berlinale, After dreaming es una gran sorpresa. Si bien se le podría acusar de excesiva por su densidad (el uso de tiempos largos para algunas escenas, o un lenguaje muy en clave de duermevela o construido para dar vida a secuencias estilizadas o abstractas, algunas podrían lucir afectación), este film demuestra el interés de Christine Haroutounian por proponer un estilo (que algunos podrían asociar a alguna etapa de Sokurov) con un fuerte componente simbólico (hay todo un entramado en torno a la religión como entidad residual que todo lo gobierna), que se aleja con bastante fortuna de la lógica narrativa convencional. Parafraseando a Pasolini, Haroutounian se adhiere a la necesidad de diseñar una “narración libre indirecta”, desde la cual propicia la inmersión en un entorno autónomo adoptando una lengua, de puro “cine-poesía”. Hay una escena de una boda, así como el cierre con un trabajo sonoro sugerente (la unión de campanas de iglesia con bombas y balaceras) que revela con creces el espíritu creativo de Christine Haroutounian. Un buen inicio de esta Berlinale.
Forum
After dreaming
Directora: Christine Haroutounian
Guion: Christine Haroutounian
Fotografía: Evgeny Rodin
Edición: Kiss Karamian
Diseño sonoro: María Alejandra Rojas, Arturo Salazar
Diseño de producción: Lusine Sargsyan
Casting: Ashkhen Grigoryan
Productores: Brad Becker-Parton, Christine Haroutounian
Reparto: Veronika Poghosyan, Davit Beybutyan
Armenia, EE.UU., México, 2025, 105 min