
Por Andrés Garza Escobar
En el nuevo cine contemporáneo, quizás sea Julia Ducournau la cineasta que parece tomar la batuta que Cronenberg, Tsukamoto o incluso Lynch cargaron por tanto tiempo. Artistas que parecían obsesionarse con el body horror como si fuera un idioma furioso e impaciente que todavía no se termina de descifrar. En el caso de la francesa, su mirada siempre se ha dirigido hacia aquello del hombre que tiene la capacidad de latir y de descomponerse y, al hacerlo, revela algo esencial de lo humano, una fragilidad inherente. En Alpha, su tercer largometraje, esa obsesión no desaparece, sino que se expande aún más hasta convertirse en una radiografía sensorial del amor como herida. Aquí, el miedo a la pérdida no es solo emocional: pertenece al cuerpo. La carne vuelve a ser un campo de batalla, pero ahora también un refugio.
Alpha (Mélissa Boros) es una adolescente que vive con su mamá (Golshifteh Farahani) y a la cual le deciden hacer un tatuaje bastante insalubre en el brazo, desencadenando una paranoia en ella y en su madre por el temor a una potencial enfermedad misteriosa que convierte a las personas en una suerte de estatuas de mármol, haciendo una especie de referencia al virus del SIDA. Sumado a esta crisis por el cada vez más hinchado e infectado tatuaje, el tío de Alpha, Amin (Tahar Rahim) llegará para quedarse unos días con ellas, arrastrando problemas de adicción y del pasado familiar con su hermana.
Lo primero que llama la atención de su más reciente film es que la directora francesa parece abandonar la lógica narrativa más explícita de Titane, con la cual ganara la Palma de Oro en 2021, para internarse en un terreno más abstracto, donde la piel, la laceración, el sudor y la pulsión se vuelven los ejes de un relato que respira y se contamina de sí mismo. Pero, como en su filmografía anterior, la enfermedad y la violencia son sólo el envase para hablar de la ternura y los lazos interpersonales en sus imágenes. Es como si esta película solo pudiera entender al amor —ese amor posesivo, hambriento, que devora— a partir del calor que desprenden dos cuerpos que se juntan con pavor y con necesidad; de su fundición inevitable.
Julia Ducournau siempre ha filmado la violencia con una claridad quirúrgica. Pero en Alpha la violencia corpórea se eleva hasta convertirse en una extensión del afecto, una manera de mostrar que amar demasiado también puede ser destructivo. En un momento cercano al desenlace, el personaje de Farahani le dice a su hija que “Demasiado amor puede ser dañino”, condensando así todo el sentido temático de la obra. La pasión no redime; calcina y desmorona. Y esto se refuerza también a través de las intensas texturas y atmósferas que provocan el malestar en la piel y en el estómago que tanto busca Ducournau con su cine.
Y sin embargo, debajo de esa provocación desagradable, hay ternura. El “amor tóxico” del que habla Alpha no es solo autodestructivo; también es una forma desesperada de proteger a los que amamos, de fundirse con ellos, de no estar (y sobre todo, de no dejarlos) solos en el mundo. En ese intento por no dejar que el otro se desarme — en la película, de manera literal— uno termina por quitarse piezas aunque eso implique quedarse incompleto. En el afán de no dejar ir al ser querido, abandonarse a uno mismo.
Quizás la obra más íntima y, a la vez, más críptica de Ducournau, Alpha muestra al amor como una fiebre: cálido y algo inofensivo sí, pero también que puede propagarse sin control y que termina dejando al cuerpo sólido, inerte. Las estatuas terminan siendo una figura efectiva, en ese sentido, para mostrar la impotencia y el dolor de lentamente ver convertirse en recuerdos a los que más quieres, sin poder reaccionar. Meterse en las fracturas del amor para descubrir que, por más que quisiéramos, no podemos permanecer ahí para siempre. Dejar ir para no soltar a los que siguen aquí.
Alpha
Dirección: Julia Ducournau
Guion: Julia Ducournau
Música: Jim Williams
Fotografía: Ruben Impens
Reparto: Mélisa Boros, Tahar Rahim, Golshifteh Farahani, Emma Mackey
Compañías: Mandarin & Compagnie, Kallouche Cinéma, Frakas Productions, France 3 Cinéma
Francia, Bélgica, 2025, 128 min