Por Aldo Padilla
El brusco choque intercultural en el norte chileno ha sido un problema serio que aún parece no tener una solución cercana. La llegada de una población migrante con una idiosincrasia ajena ha generado cierta incomodidad en una parte de la ciudadanía; si bien los primeros migrantes a esta parte del país han sido vecinos de origen andino los cuales han pasado relativamente desapercibidos debido a una especie de discreción natural, lo que realmente ha hecho notorio el gran choque cultural fue la llegada de personas de Colombia, debido a su espontaneidad, carácter extrovertido, características físicas o rasgos sensuales de la mujer caribeña, además de ciertos estigmas que dañan la dignidad de estos ciudadanos. Pero a la vez se ha generado un intento de inclusión de otra parte de la población, que entiende que la riqueza cultural es una de las grandes contribuciones hacia el desarrollo.
Y dentro de ese plan de inclusión, el cine sin duda es una de las mejores formas de entender a países unidos por un idioma, pero separados parcialmente por las costumbres. Precisamente la versión de ANTOFADOCS de este año se enfoca en la cinematografía colombiana, que ha estado en una gran ebullición festivalera en los últimos años de la mano de nuevos directores como Ciro Guerra, Cesar Acevedo y Oscar Ruiz, entre otros. De esta manera, se forma una doble vinculación con el país del norte, ya que no solo se convive con muchos de sus ciudadanos, sino que se contrasta con la sensibilidad de su cine.
Los hongos también habla de la diversidad, pero aboga más por una integración mediante las artes urbanas en Cali, ciudad que se retrata lejos de los estereotipos tropicales que la caracterizan. Los dos protagonistas provienen de diferentes estratos sociales, uno es universitario de clase media, y el otro un albañil negro de un barrio pobre, aunque su esencia postadolescente los hace indistintos. La película está inundada de un ambiente underground, donde confluyen una serie de tribus urbanas entre skaters, grafiteros, punks, gente del hip hop y muchos más cohabitando de manera armónica con una visión unificada sobre la denuncia que quieren hacer con su arte. Una integración natural que se da de forma espontánea debido a la apertura mental inherente a las nuevas generaciones.
Aunque esta micro burbuja tiene sus limitaciones, ya que la integración está dada solo en el ámbito en el que los protagonistas se mueven, ya que las generaciones mayores o cualquier ente que implique autoridad tienen un serio problema de comunicación con estos chicos, esto se ve mediante represiones que sufren de parte de la policía y a través de una madre recurre a limpias espirituales e iglesias evangélicas para encarrilar el comportamiento de su hijo.
Oscar Ruiz Navia busca un retrato generacional, sin recurrir a los lugares comunes del cine latino, deja la pornomiseria de lado y trata de concentrarse en la naturalidad de una colectividad que busca su lugar en una sociedad que los mira con condescendencia, que mira como nacen estos hongos en medio de la destrucción generada por la violencia pasada. Aunque en medio de esas miradas de superioridad asoma una mirada limpia, una abuela que ve con amor y comprensión a estos hongos, que se refleja en ellos y que los guía en medio de sus múltiples dudas y errores.
Y Cali no solo está presente en el ANTOFADOCS con el cine de Ruiz Navia, sino que se muestra con la misma vitalidad de la mano de Luis Ospina. Si bien el famoso Caliwood de los años 70 se ve cada vez más lejos, autores como Ospina siguen como último resabio de esa época dorada, no solo para el cine colombiano sino también para el arte latino. El documental Todo comenzó por el fin muestra una época en la cual el cine y las ganas de creación desbordaban en la ciudad. Ospina recuerda al abanderado de esta generación Andrés Caicedo y a toda un grupo de autores como un reflejo de la intensidad desbordante de la época que contagiaba a todos aquellos que le rodeaban. El autor se decanta para definir el paso del tiempo mediante el contraste con el presente que está marcado por retazos que muestran el difícil momento del director debido a un cáncer, su recuperación como una forma de renacimiento y una reunión del grupo que aún queda, marcada por la nostalgia y una vitalidad que parece no haberse perdido del todo.
Los hongos y el Caliwood setentero se sienten como una suerte de relevo generacional, la pasión por la creación de arte, une a esta generación pos milenial con aquella que entendió la juventud no como un libertinaje, sino más bien como una etapa de libertad y creación. Si bien el impulso de Caliwood venia de los ejemplos del mayo del 68 y otros movimientos artísticos, la generación ficticia de Los Hongos se impulsa por una conciencia ambiental y la primavera árabe, ayudado sin duda por su interacción con las redes sociales.
El arte se abre paso a través del tiempo y se manifiesta en forma cíclica en mayor o menos escala, solo basta un impulso, para despertar del letargo. Antofagasta también necesita esa diáspora y aceptar su nueva realidad, una realidad diversa que clama por una oportunidad para la integración, el cine como espacio de dialogo, las artes como espacio de conciliación.
Los Hongos
Director: Óscar Ruíz Navia
Guión: Óscar Ruíz Navia, César Augusto Acevedo
Música: La Llegada Del Dios Rata, Zalama Crew, Sebastián Escofet
Fotografía: Sofia Oggioni Hatty
Reparto: Jovan Alexis Marquinez Angulo, Calvin Buenaventura Tascón, Gustavo Ruiz Montoya, Atala Estrada
Productora: Coproducción Colombia-Francia-México; Burning Blue / Contravía Films / Arizona Films / Mantarraya Producciones
Colombia, 2014
Todo comenzó por el fin
Director: Luis Ospina
Guión: Luis Ospina
Fotografía: Francisco Medina
Reparto: Andrés Caicedo, Carlos Mayolo, Luis Ospina, Patricia Restrepo, Eduardo Carvajal, Sandro Romero, Beatriz Caballero, Lina González, Vicky Hernández, Karen Lamassonne, Ramiro Arbeláez
Colombia, 2015