BAFICI 2014: EL CORRAL Y EL VIENTO DE MIGUEL HILARI

BAFICI 2014: EL CORRAL Y EL VIENTO DE MIGUEL HILARI

Por Mónica Delgado

En menos de una hora, Miguel Hilari logra romper con el corsé de la representación usual de lo andino que ha gobernado parte del cine latinoamericano, sobre todo el realizado en Perú y en Bolivia, debido a los rezagos del Indigenismo, y a un vigente paternalismo y sentimiento de culpa colonial. En El Corral y el viento, Hilari regresa al pueblo de su padre, frente al lago Titicaca, en Santiago de Okola, para lograr un hecho excepcional, el registro de las emociones ante “el sentirse filmado”, como si se tratara de un acto primigenio, imitando la misma conmoción del inicio del cine a finales del siglo XIX. Pero no solo eso, sino que va a ir configurando, a partir de este registro de las actividades cotidianas de la pesca, el agro y la ganadería, una fisonomía de los habitantes del Ande en su violencia, ternura, y alienación.

Hay evidentemente un interés de carácter etnográfico por captar la realidad tal cual, es decir, en esa intimidad familiar de juegos poco gratos con gatos y ovejas, o en la serie de declamaciones de estudiantes de primaria, quienes aprenden poemas de paporreta, poniendo en evidencia años de un sistema escolar caduco e inservible. Así, Hilari, a través de planos fijos que pretenden rastrear los detalles de ese “naturalismo”, hace un viaje de recuperación y de respuestas, hurgando en las raíces paternas y en la pérdida o transformaciones de la oralidad, donde pese al discurso de resistencia, el quechua y el aimara apenas ocupan espacios dentro de este imaginario hacia la modernidad.

Los primeros minutos de El corral y el viento son de antología. Un casi adolescente acariciando y golpeando con ingenuidad a un gato que tiene sobre el pecho. Este verse observado propicia quizás un cambio dentro de esa inmersión de la intimidad, y que Hilari capta a partir de la confianza ganada con sus familiares. Esta suerte de híbrido genera en el relato un acercamiento desde la filiación, donde hay espacio para el mito, los recuerdos, y la posibilidad del sueño de la migración, donde La Paz es vista como necesidad de progreso. Este tránsito lleva al desencanto, como el Cristo dibujado en la parte trasera de un bus, que mira al espectador como condenado o quizás con esperanza del viraje que permite el viento.

Panorama
Dirección y producción: Miguel Hilari
Edición: Gilmar Gonzáles
Sonido: Lluvia Bustos
Formato: DCP/ color
País: Bolivia
Año: 2014