BAFICI 2017: ESTIU 1993 DE CARLA SIMÓN

BAFICI 2017: ESTIU 1993 DE CARLA SIMÓN

Por Aldo Padilla

Las preguntas parten por cómo enfrenta el artista a su propia historia, en cómo plasma en imágenes algo que ha vivido durante su infancia, pero que con el paso de los años ha adquirido cierta distorsión y romanticismo a la vez. Carla Simón se enfrenta con su pasado de una forma sensible, evitando mirar de forma directa a la tragedia que marcó su niñez, y enfocándose en el dolor transformado en una suerte de rebeldía y curiosidad, ante una etapa que debe enfrentar en un nuevo entorno y con diferentes protagonistas.

Estiu 1993 navega en la naturaleza, se detiene frente a pequeños detalles, vegetación y bichos que son parte de la arquitectura bucólica que Simón quiere poner de manifiesto, un nuevo paisaje donde la vida y la muerte dialogan constantemente. La cámara se enamora de la niña protagonista, la sigue de un lado a otro, se mete por pequeños huequecillos cual si fuera un ratón. Frida, que a partir de cuestionamientos, berrinches y una naturalidad propia de los 8 años, permite que vivamos con ella en esa búsqueda de ese algo perdido, que se fue con sus padres, aunque casi siempre de manera sutil y sin aspavientos. Hay algo de heroína en la protagonista que recuerda mucho al personaje del film chileno Rara, ya que ambas protagonistas se dejan acompañar por los pequeños eventos diarios en forma de aventuras: la niña española con el duelo no enfrentado y la adolescente chilena con la separación que se siente cerca.

Los padres sustitutos, que al parecer son los tíos no desentonan frente al complejo momento, tratando de adaptarse en la medida de lo posible al hogar que deben construir con la niña que recién llega, y a la vez enfrentando la paternidad de su propia hija, una niña de 4 años cuya dulzura e inocencia genera una luz y magnetismo que difícilmente suelta al espectador.

El lenguaje también forma parte intrínseca de la personalidad del film, que fue rodado enteramente en catalán, lo cual genera una sensación de extrañeza en el espectador hispanoparlante, ya que ciertas palabras y sonidos son similares, pero hay una pequeña desconexión en lo que escuchamos, en la forma de mantener la distancia y permitir mirar con más detenimiento a una historia que requiere una visión limpia.

Verano del 93 (implica también un instante exacto, que resalta este periodo como un inicio de camino que termina -o continua- con esta película), donde el dolor reprimido de la directora-protagonista es una forma de reconciliación consigo misma, llorar por una sola vez, pero que esa vez se repite infinidad de veces en diferentes pantallas, frente a diferentes ojos, una forma de abrirse al mundo para cerrar heridas.

Competencia Internacional
Dirección: Carla Simon