Por Mónica Delgado
El estreno de La cocina coincide con el hype de series como The bear y con una exaltación de la industria gastronómica como una de las tantas oportunidades de desarrollo en el imaginario del emprendedurismo en Latinoamérica (en Perú por ejemplo, es el ámbito ‘marca país’ por excelencia). Sin embargo, el film pertenece a un proceso creativo distinto, motivado por experiencias previas del cineasta tanto dentro como fuera de la pantalla. En 2008, el cineasta mexicano Alonso Ruizpalacios dirigió el cortometraje Café Paraíso, ambientado en las estaciones de la cocina de un restaurante en Los Angeles, donde un joven cocinero migrante, encarnado por Tenoch Huerta, pone en tensión su estabilidad laboral y amorosa. Este personaje se vuelve ente residual de uno de los personajes principales de La Cocina, Pedro (Raúl Briones Carmona), quien poco a poco se vuelve un protagonista dentro de una puesta en escena sin centralidad de personajes, en una apuesta panorámica, a modo de fresco.
Alonso Ruizpalacios ha presentado todos sus largometrajes dentro de las secciones de la Berlinale. Pasó con su ópera prima Güeros (2014), que obtuvo el Oso de Plata, con Museo (2018), ganadora aquí a mejor guion, y hace tres años con Una película de policías (2021), que también estuvo en competencia. Podría decirse que es un privilegiado, ya que muy pocos cineastas de la región podrían ostentar esta buena racha de networking, laboratorios y apoyos dentro de este mundo festivalero, sin embargo, se trata de films que hablan del trabajo de un cineasta comprometido con encontrar nuevas vías dentro del lenguaje cinematográfico, en un entorno tan industrial y diverso como el mexicano, y que experimenta con las narrativas en cada obra: todos sus films son muy diferentes entre sí y contienen atractivo para programadores y directores artísticos de espacios de este tipo.
La cocina centra su estructura narrativa en un marco temporal de un solo día de trabajo en un restaurante variopinto de Nueva York llamado The Grill. Allí se vende tanto una hamburguesa con papas, como fideos en salsa blanca o una ensalada César; y siempre está lleno de clientes, sobre todo turistas. Por ello, “el backstage” está repleto de meseras, de asistentes de cocina, de bartenders, de lavaplatos, jefes de cocina y gerentes, que ponen a andar esta maquinaria de cuasi comida al paso en una zona muy transitada de la ciudad. Por ello, Ruizpalacios va desplazando el relato a partir de diversos puntos de vista. Primero, desde la llegada de Estela (Anna Díaz), una adolescente menor de edad que acaba de llegar a la ciudad y que espera ser contratada por recomendación de Pedro (Raúl Briones Carmona), uno de los trabajadores de la cocina y mexicano como ella. Luego, aparecen diversas perspectivas, como si la cámara estuviera atenta a captar las dinámicas del lugar, dejándose llevar por los sucesos de más interés: la llegada de las meseras al vestidor, los preparativos en la cocina, la pérdida de un monto alto de dinero que provoca las sospechas de Rashid (Oded Fehr) dueño del lugar, una conversación en un callejón a modo de receso, la relación amorosa de Pedro y Julia (Rooney Mara), entre otros momentos que dan cuenta de las dinámicas sociales dentro de este micromundo.
La cocina compite por el Oso de Oro, y dentro del panorama de films estrenados en estos días en esta selección internacional, se trata de una de las obras más atractivas y más mencionadas para llevarse esta presea según comentarios de público y crítica, ya que de alguna manera, se trata de un film que aborda diversos temas para varios gustos: la historia de amor, el drama migratorio, la temática de mujeres, las rencillas de tipo racial y social, la explotación laboral, o las metáforas sociales sobre abuso laboral y discriminación en una urbe sintetizadas en la rutina de un restaurante para turistas. Hay espacio aquí para el migrante amable y trabajador, para los centroamericanos nostálgicos, pero también para el gringo trumpista y ‘facho’.
Basada también en obra teatral del escritor británico Arnold Wesker, este film muestra a un cineasta que trata de dar una consistencia formal a este universo, no solo desde movimientos de cámara o una dirección de actores coreografiada, sino desde la intención de mostrar desde el blanco y negro, un entorno también de opresión, que apaga cualquier conexión esperanzadora con el sueño americano o la idealización del dinero rápido. Desde los primeros minutos vemos la intención del uso virtuoso de la cámara y la edición (que recuerda inevitablemente los regodeos estéticos de Cuarón en Roma), y la necesidad de crear una identificación entre el espectador y el personaje de Estela, que luego es abandonado, dejado de lado, para darle más énfasis a la relación de Pedro y Julia. Hay momentos también de distención, algunos demasiados dilatados en su afán de ser “filosóficos” como las escenas de los trabajadores fumando en las afueras del restaurante, y que van empujando al film a un clímax que podría tener la huella del cine de la catarsis de Ruben Östlund.
Dentro del panorama del cine latinoamericano estrenado en estos días en Berlinale, La cocina resulta un film de gran producción, que incluye a una actriz de talla hollywoodense como Rooney Mara, y que de todas formas muestra a un cineasta apasionado en sus búsquedas expresivas, y que posiciona al cine mexicano dentro de otros mercados como el estadounidense, siguiendo la ruta de Iñárritus y Cuaróns, aunque algunos momentos de esteticismo o virtuosidad hacen extrañar la austeridad de Güeros.
Competencia internacional
La cocina
Dirección: Alonso Ruizpalacios
Guion: Alonso Ruizpalacios, basada en una obra de Arnold Wesker
Edición: Yibrán Asuad
Fotografía: Juan Pablo Ramírez
Música: Tomás Barreiro
Reparto: Raúl Briones Carmona, Rooney Mara, Anna Diaz, Motell Foster, Oded Fehr, James Waterson y Laura Gómez
México, 2024, 139 minutos