Por Radu Jude
En un pasaje de la comedia rumana Kontinental ’25, la protagonista, una alguacil que está en plena crisis por haber sido cuasi condicionante del suicidio de un pobre reciclador a quien desalojó de un edificio, aparece en la puerta de un cine donde proyectan una película de Luis Buñuel. Se trata de El bruto (1953), una obra sobre el proceso de un desalojo que termina en tragedia. Estos detalles metafílmicos en torno al desahucio y expulsión complementan el trayecto del remordimiento de la protagonista, junto a otras referencias (también asoma Detour de Edgar G. Ulmer, La lista de Schindler de Spielberg o Perfect Days de Win Wenders), y que como indica el título del film de Radu Jude, un hommenaje a una película de Rossellini, se nutre de otros imaginarios cinematográficos en torno a la culpa.
El nombre del film, como indica la sinopsis, evoca a otra película, Europa ’51, de Rossellini, donde una Ingrid Bergman encarna a una esposa que pierde a un hijo y que como modo de expiación se vuelve una samaritana extrema, actitud que es vista problemática por su entorno. En la historia que imagina Radu Jude, hay una imposibilidad para que el tramado de Rossellini pueda repetirse en la Europa del siglo XXI. El relato es irrepetible debido a las nuevas sensibilidades marcadas por las necesidades del capitalismo, sobre todo por diversos boom inmobiliarios y al desarraigo propio de la alienación. No solo porque su protagonista, Orsolya, interpretada de manera genial por la actriz Eszter Tompa, es una persona que no logra conectar la situación en la que se encontraba el reciclador desalojado con su propio sentimiento de culpa. No hay nada del personaje de Bergman en ella. Es más, todo lo que encarna Orsolya es lo opuesto, donde su imagen o su statu quo es lo único que importa.
Como suele pasar en los filmes de Radu Jude, aquí hay bastante comedia corrosiva y crítica social: no queda títere con cabeza. Y como el tema del suicidio en sí no es nada cómico (es más, es la secuencia más dura y difícil de escuchar, ya que el cineasta opta por el fuera de campo visual y condensa todo en un plano sonoro), Jude se las ingenia para agregar diversos matices que remiten al contexto actual, tanto de la propia Rumania, como de la crisis moral de Europa (xenofobia, racismo, discriminación, fascismo). Así que el personaje de Orsolya deviene en un ente que permite mencionar incluso a Gaza o la guerra entre Rusia y Ucrania, o el postcomunismo. Por otro lado, el film se ambienta en Cluj, Transilvania, un territorio que antes pertenecía al Reino de Hungría, razón por la cual el personaje también se ve inmerso en una problemática étnica y de demandas nacionalistas. Y quizás esta necesidad de la crítica, que además tiene chistes excelentes, mella un poco el diseño moral o ético de la protagonista, donde se percibe como un mecanismo para algunas cosas que el cineasta quiere decir. Es decir, se pierde la gracia polifónica y Orsolya deviene por momentos en un alter ego de Radu.
Hecha con un iPhone, Kontinental ’25 es un film centrado en el personaje de Orsolya, aunque antes de que el relato se centre en ella, Radu aplica un dispositivo algo tramposo: unos quince minutos iniciales centrados en que el espectador genere una empatía con el personaje del suicida, un reciclador enloquecido, carimástico, de acciones bestiales que hacen recordar inevitablemente a Dennis Lavant en algún corto y film de Leos Carax. Luego, la culpa de Orsolya también se vuelve comprensible, más aún a partir de los diálogos que entabla con su empleador, su madre, su mejor amiga, un estudiante o un cura, donde cada uno de ellos le dice que debe pasar la página.
Se agradece el grado de irreverencia en el humor, que puede ser muy políticamente incorrecto en un festival donde existen palabras que no se pueden nombrar. Algunas personas asistentes a la Berlinale se salieron de la función tras escuchar un chiste sobre un personaje en el holocausto, o algunas exclamaban onomatopeyas de indignación cuando alguno de los personajes soltaba alguna anécdota producto del racismo, como aquella donde el amigo repartidor de comida rápida sostiene que ha tenido que pintar en el espaldar de su bicicleta un aviso indicando que es rumano ya que los choferes suelen atropellar a inmigrantes. Sin embargo, la deriva hacia el documento, a partir de la inserción de planos de edificios y monumentos para mostrar la nueva cultura del cemento y del bienestar para aquellos que puedan pagar, diluye los aspectos más cáusticos, incluyendo la culpa de Orsolya que se pierde en la nada.
Competencia internacional
Kontinental ’25
Director: Radu Jude
Guion: Radu Jude
Fotografía: Marius Panduru
Edición: Catalin Cristutiu
Diseño sonoro:Cristian Stefanescu
Diseño de producción: Andreea Popa
Casting: Dan Ursu
Productores: Alexandru Teodorescu, Rodrigo Teixeira
Rumania, 2025, 109 min