Por Mónica Delgado
Un fragmento de una entrevista radial permite recuperar las reflexiones del poeta Raúl Zurita sobre las consecuencias -y origen de la naturaleza del mal- de la dictadura de Pinochet en el Chile de los años setenta. Su voz que escuchamos en un gran fuera de campo sonoro, transmite la impotencia pero también la urgencia de ir más allá de los hechos para ir desmantelando al otro, al opresor, a los enemigos de la libertad. Chile mostrado, a partir de esta única voz que invade la sala, mientras leemos en la pantalla el texto de lo que dice ahora escrito sobre una pared blanca donde asoman sombras de hojas de árboles y plantas en medio del solaz. El contraste pacífico ante la descripción de un drama íntimo pero a la vez universal: la imposibilidad de empatía con el dictador y sus ejecutores. “Lo único que los salva es que nacieron sin pedirlo, como todos”, parafraseando su desazón.
¿Por qué inserta esta entrevista Martín Baus en su film Can Limbo? En este trabajo, de estreno latinoamericano en Cámara Lúcida, Baus propone una mirada al seño familiar, migrantes catalanes que fueron a vivir a Santiago a mediados de los años cincuenta, quizás producto de la guerra civil española y la represión franquista. La sonoridad del catalán se plantea capital en la lectura de cartas familiares que el cineasta elige para describir los ambientes y sucesos de aquellos años de tránsito entre Chile y España. La elección de la epístola está acompañada de los rostros de los lectores, a la manera del estilo de los Straub-Hullet (de personajes solitarios leyendo documentos que generan fueras de campos o capas sonoras que extrapolan la narración), todos ellos familiares de Baus, que establecen correspondencias imaginarias entre pasado y presente, entre anécdotas simples con mensajes de esperanza en la cotidianidad. Así, Baus va formando también a través de estas cartas una cartografía esencial, y también el encuentro de una dictadura a otra, de alejarse de un entorno de represión para caer en otro, en periodos históricos que Baus propone desde la sutileza.
¿Cómo componer el vacío del tránsito, de cambiar de tierra o lugar y seguir manteniendo la noción de familia? Baus propone tres tiempos o partes, definidas por naturalezas muertas registradas en un súper-8 envejecido en laboratorio, que evocan episodios de nostalgia familiar, a modo de momentáneos altares, pero también a través del registro en plano fijo de tres momentos musicales, con El cant dels Ocells de Pau Casals, una sonata de Bach y una canción sentida de Violeta Parra, a cargo de miembros de una familia que componen un singular cuarteto de cámara, que establecen puentes entre el folclore, la música popular con la música académica.
El silencio de la contemplación de los altares o naturalezas muertas se contrapone a la irrupción de extractos de programas radiales españoles, de noticiarios o espacios de opinión, pero también por sonidos de la naturaleza que el cineasta registra y que coloca en planos negros para ratificar el poderío de lo sonoro. Para Baus, la memoria requiere una articulación de sonidos, ruidos, voces, melodías, ritmos, que resuciten emociones, sentimientos, pero también para construir su noción de comunidad, que escape a la primacía de lo visual. La memoria auditiva imponiendo su propia ruta.
Con Can Limbo, Martín Baus elabora una poética clara, estructurando desde la investigación y los fragmentos sonoros una puesta en escena muy propia, basada en constantes fuera de campo que van remitiendo a otro tipo de imágenes que no necesitan de la pantalla para existir y conmover.
Dirección: Martín Baus
Reparto: Anna María Llandrich, Josep Ramón Llobet, Marc Llobet Llandrich, Anna Llobet Llandrich, Cristina Llobet Llandrich, Ailen Abdala Vadilla
Música: Pau Casals, Johann Sebastian Bach, Violeta Parra
España, Chile, 2018, 76 minutos