CANNES 2017: HAPPY END DE MICHAEL HANEKE

CANNES 2017: HAPPY END DE MICHAEL HANEKE

Por Mónica Delgado

Happy End funciona mejor como microscopio de relaciones intrafamiliares, a partir de la resistencia a crecer de una adolescente de trece años con apariencia de 10, que como análisis social de la clase alta francesa. Cuando aparecen elementos exógenos para confrontar el detrimento interior de una familia burguesa, dueña de un emporio comercial, que vive en una mansión atendida por dos empleados árabes, Michael Haneke se detiene en la intención fácil para expresar falencias, contradicciones o cinismos sociales y culturales desde situaciones evidentes.

Es fácil mostrar las bajezas del racismo y la exclusión teniendo como objeto de trama a refugiados o migrantes, o señalar dicotomías sociales pero en relación con el poder económico, con cómo se les ve desde la altura de las élites, pero Haneke lo coloca como condición de clase, y con ello desnudar a una familia podrida por dentro. Como también es fácil desarrollar escenas que surgen de un mix de un universo ya explorado en sus otros films, y que parecen aquí estar frustradas en su desarrollo, sobre todo cuando se ve, al final, un panorama conceptual del film (Happy End empieza y termina con una misma idea).

Pero veamos mejor el argumento: Haneke describe el interior de una familia a partir de la llegada de una pequeña de otro matrimonio al hogar de los abuelos y tíos. Esta mirada es capturada desde el registro de diversos dispositivos propios de las redes sociales y la web 2.0, como simulación en vivo del ingreso a una intimidad. Esta parte marcada por lo íntimo, enrarecido, es a la vez interrumpida por el apunte familiar en relación al Calais que habitan, de un anciano millonario con deseos de morir, de un hijo en tratamiento psiquiátrico con “sentido social”, de un médico casado que flirtea con una amante por Messenger de Facebook. Así el cineasta austriaco se detiene en mostrar las diferencias sociales, como suele pasar en su cine, y que extracinematográficamente parecen aferrarse a la necesidad de un modelo festivalero que Cannes patentiza. Como en The Square, de Ruben Östlund, donde persiste la urgencia de hablar de migrantes, refugiados o apátridas desde lo performático, como parte de una conciencia social  crítica que será valorada y aplaudida.

Más allá de esta radiografía social que Haneke cree absolutamente necesaria, como en Funny Games o Escondido, el film queda mejor librado con los pasajes que remiten a un lado familiar malsano, encarnado en la figura de la niña, una suerte de protosicópata, personaje de marca hanekiana. A partir de esta llegada y acoplamiento familiar frío o mecánico, Haneke va hurdiendo perfiles sobre lo edípico, lo tanático y problemas de la psicología infantil, dejando entrever un pasado y presente entre el padre médico, la madre hospitalizada y la hija pequeña, oscuro y desolador. Una summa del universo hanekiano que al final de cuentas resta.

Competencia Oficial
Director: Michael Haneke
Guión: Michael Haneke
Fotografía:Christian Berger
Reparto: Isabelle Huppert, Jean-Louis Trintignant, Mathieu Kassovitz, Fantine Harduin,Toby Jones, Franz Rogowski, Laura Verlinden, Aurelia Petit, Hille Perl,Hassam Ghancy, Nabiha Akkari, Joud Geistlich
Productoras: Les Films du Losange / X Filme Creative Pool / Wega Film / Arte France Cinema / France 3 Cinéma / Westdeutscher Rundfunk / Bayerischer Rundfunk / Arte.
Coproducción Francia-Austria-Alemania, 2017