CANNES 2018: BURNING DE LEE CHANG-DONG

CANNES 2018: BURNING DE LEE CHANG-DONG

Por Mónica Delgado

Luego de ocho años de Poetry, Lee Chang-dong recrea libremente un breve relato del japonés Haruki Murakami, para trazar dos ámbitos de acción: el drama romántico (chico conoce chica) para luego ir trocando algunos motivos del amor adolescente en un thriller donde el detonante adquiere dimensiones dostoievskianas.

En Burning, el cineasta coreano no solo muestra relaciones amicales y amorosas como espacios para el deseo y la sublimación, sino que las distancias sociales y económicas en una Corea del Sur de brechas y modas pasan a cobrar importancia como parte de una revancha donde los pobres cobran las deudas de la vanidad de los afortunados. Esta propuesta de Chang-dong no es una fábula social, menos una crítica sobre la psique de las clases privilegiadas, sino más bien el relato de un triángulo amoroso, de pistas y sospechas, pero cuyas diferencias sociales van marcando el temperamento de las situaciones y haciendo que algunas decisiones cobren un sentido más allá de lo pasional.

Para Chang-dong, la raigambre social de los personajes dota al film de un diseño social vertical, a través de los espacios y distritos que recorre el protagonista, Lee Jongsu (Yoo Ah-in), quien va del campo a la ciudad, o viceversa, marcando así posición ante los dos nuevos personajes que se cruzan en su vida. Primero, la joven Haemi (Jeon Jong Seo), quien vive en un pequeño cuarto en un edificio de un distrito de clase media, y a su vez inserta a Ben (Steven Yeun), un joven millonario con un Porsche, y que reside en el barrio más caro de Seúl. Hay un comentario en una escena que hace significativa esta necesidad física de marcar la geografía o urbe, y que permite imaginar mejor el espacio del joven Lee Jongsu, que vive cerca a la frontera con Corea del Norte, y que escucha con regularidad la propaganda oficial radial de ese país vecino. Es desde este elemento espacial que Chang-dong también ofrece detalles de sus tres personajes, y escapar así del simple thriller pasional.

En su primera hora, Chang-dong centra su puesta en escena en la descripción de la situación emocional del joven Jongsu y sus breves detalles a sus aspiraciones de escritor. Y coloca a Haemi en una situación de ambivalencia, ya que pareciera que podría cobrar venganza ante un comentario que Jongsu le hiciera en la escuela: que era una chica fea. Sin embargo, lo que podría ser una historia de amor sin muchos matices, se convierte en la segunda hora en un asunto incómodo con la aparición del calculador Ben, una suerte de Mr. Ripley que colocará a Jongsu en segundo plano.

Chang-dong adapta la obra de Murakami pero casi como inspiración, es decir como esbozo de estos tres personajes que poco a poco van cayendo en un clima de dudas y ausencias. El cuento arranca con el encuentro de los personajes y termina en una atmósfera de dudas en un final abierto. En cambio, al cineasta coreano le interesa desarrollar al personaje de Jongsu como un joven solitario, que se ve afectado por el proceso judicial que sufre su padre, que lo deja al cuidado de una granja en la periferia de Seúl. Así, el punto de vista del film toma su mirada, en su modo de descubrir, de construir su idea de Haemi y el estímulo de su deseo, aspectos que se transforman con la llegada de Ben. Esta puesta en escena de la mirada de Jongsu es el mayor logro de Chang-dong, puesto que establece un juego de correspondencias o analogías con el personaje de Ben, una suerte de extraño maldito, que llega para transformar su mundo, y que el cineasta introduce y desarrolla a partir de diálogos exactos y raros, y situaciones de repetición.

En una escena inicial, Haemi, que quiere ser actriz, juega a ser mimo en un bar con Jongsu. Imagina que come un fruta y le muestra a su acompañante que la fruta podría disfrutarse igual imaginariamente. La capacidad de ver o hacer palpable lo invisible (aquello que no vemos de Ben pero que quizás sabemos que existe) es una de las claves centrales, y que Chang-dong ilustra de modo sugerente y con una poética del espacio sin aludir a lugares comunes o eufemismos en este extraño y memorable triángulo de amor.

Competencia oficial

Dirección: Lee Chang-dong
Producción: Ok Gwang-hee
Guion: Oh Jung-mi y Lee Chang-dong
Reparto: Yoo Ah-in, Steven Yeun, Jeon Jong-seo
Música: Mowg
Fotografía: Hong Kyung-pyo
Edición: Kim Hyeon, Kim Da-won
Productora: Pinehouse Film, Now Film, NHK
Corea del Sur, 2018, 148 minutos