Por Arnau Martin Camarasa desde Cannes
Salve las películas de concepción original que se apoyan en propuestas osadas. En absoluto Emila Pérez es una película bizarra, como se ha escuchado en sus primeras reacciones. Todo lo contrario. Podría decirse que esta es la obra culmen de una trayectoria admirable, insuflada de alma e inventiva, y en la que las constantes del musical funcionan como un adhesivo para una conmovedora -y plural- lectura sobre la redención.
En Emila Pérez conocemos a Rita, una abogada mexicana de un bufete significativo. El día menos pensado y bajo coacción, Rita recibe una inusual oferta que le hará establecer una inesperada ligazón que cambiará su conciencia social y aumentará su empatía. Al contrario que otros musicales contemporáneos filmados tras los muros de Hollywood, como podrían ser Annette, de Leos Carax, o Season of the Devil, de Lav Diaz, Audiard sitúa los números musicales en una esfera no dramática, es decir, que las partes cantadas no suelen ser esenciales para comprender el progreso de la trama, ya que por sí mismos se abren a otras posibilidades comunicativas. En ese sentido, Emilia Pérez es deudora de la tradición que consolidaron Fred Astaire y Ginger Rogers, expertos en pausar el tiempo del relato cinematográfico en favor de una celebración de la armonía y de una exaltación del movimiento. Dentro del propio filme, sin embargo, las excepciones a esto las conforman probablemente el encuentro de Rita con un doctor al que se ve en la obligación de acudir y la hermosa escena de Emilia, una mujer transexual, con su hijo en la cama. La compleja relación que se establece entre Rita, Emilia y también la ex esposa de esta constatan la autenticidad de la que está dotado este largometraje, candidato convincente para recibir la Palma de Oro de 2024.
Con todo, el nuevo proyecto del director de Un Profeta se entrega deliberadamente a una lectura política, que se despliega a distintos niveles. Esta cuestión se aborda principalmente desde un prisma colectivo, mientras que la transexualidad, que se incorpora en la narración como un elemento más, pertenece a una esfera individual y personal, lo que no supone que no pueda resonar en otras dimensiones. De hecho, en una de las escenas en las que se verbaliza una de las tesis centrales de Emilia Pérez, se da a entender que un cuerpo que cambia de género contribuye, a la larga, a una mejora social, en favor de un bienestar que entiende la esperanza como una guía y no como un destino, como esclareció el actor Edgar Ramirez en la rueda de prensa del festival. Espoleadas también por este axioma, Zoe Saldaña, Karla Sofía Gascón y Selena Gomez desfilan por la pantalla sin opacarse la una a la otra, gracias también a su gran predisposición y sensibilidad para la ocupación del espacio y la coordinación con el montaje. En ese sentido, el esfuerzo de Audiard, un foráneo que llega a México para visibilizar las dificultades de una cultura ajena, es encomiable y da sus frutos. La puesta en escena es exuberante y controlada, y Audiard vuelve a mostrar predilección por el suspense, sobre todo en el tramo final.
Emilia Pérez es un filme que, en su apunte al corazón, en su crítica del poder soberano y en su apuesta por la reivindicación de la palabra pública, marcará tendencia desde su estreno.
Competencia oficial
Emilia Pérez
Director: Jacques Audiard
Guion: Jacques Audiard
Edición: Juliete Welfling
Fotografía: Paul Guilhaume
Reparto: Zoe Saldaña, Karla Sofía Gascón, Selena Gomez, Adriana Paz, Edgar Ramirez
Francia, 130 min, 2024