CANNES 2024. MEGALÓPOLIS DE FRANCIS F. COPPOLA: DE LO NEOCLÁSICO A LO ROCOCÓ

CANNES 2024. MEGALÓPOLIS DE FRANCIS F. COPPOLA: DE LO NEOCLÁSICO A LO ROCOCÓ

Por Anne Hoyt desde Cannes

Como las del arquitecto protagonista, las ambiciones de Francis Ford Coppola tenían grandes cimientos: comparar el declive de la Roma antigua con la actual degradación de la república estadounidense. Las primeras tomas dan fe de las sólidas bases de esta ideal. La lente del cinefotógrafo Mihai Malaimare Jr. captura edificios de estilo neoclásico en Nueva York con inscripciones de los filósofos latinos que inspiraron a los padres fundadores de la “Nueva Roma”. Hasta ahí, todo bien. El problema empieza cuando la cámara desvía su atención de las estructuras de piedra hacia un rascacielos de estilo futurista y superficie reflejante presagiando su desastrosa apuesta por la ciencia ficción.

En lo alto del edificio se encuentra nuestro héroe, el arquitecto César Catilina (Adam Driver), siguiendo la metáfora romana. Da la impresión de que César está a punto de lanzarse. Sin embargo, el personaje tiene la capacidad de detener el tiempo, lo cual impide que se caiga. Aunque César se salva, Megalópolis comienza  su inexorable caída. De lo que prometía ser una interesante analogía política entre la caída de Roma y el momento que vive Estados Unidos y otros países donde las democracias liberales peligran, Megalópolis se convierte en una farsa hiperbólica que mezcla géneros, tonos, estilos visuales, artísticos, arquitectónicos y hasta de vestuario. La mezcla de tiempos literarios es también ecléctica y va de Shakespeare a Emerson y todo lo que quepa en medio. A veces César habla como un visionario del siglo XXI y otras como un Hamlet atormentado.

César tiene que luchar contra las fuerzas oscuras que quieren reconstruir la ciudad de Nueva York para que siga funcionando como lo hacía antes de su destrucción por un cataclismo, favoreciendo a los más poderosos. César que es un genio, ha inventado un material especial con el que se podría crear una urbe utópica en la que se viviría rodeado de flora y fauna. Su principal detractor, el alcalde Franklyn Cícero (Giancarlo Esposito), no es necesariamente malo, pero es demasiado pragmático y está convencido que las utopías siempre acaban en tiranías. En los hechos actuales a los que alude indirectamente Megalópolis (la Conspiración Catilina, 63 a. C.), Catilina quería efectivamente tomar el poder en Roma para quitárselo a los dirigentes corruptos que se habían apoderado de la república. Cícerón escribió sus famosos discursos en contra de él, pero Catilina es el héroe en Megalópolis. El populismo de Catilina esta en sintonía con el que ha cultivado la política estadounidense desde siempre, uno donde se exaltan los valores del hombre común. En el cine, el personaje de John Doe es el que mejor representa al provinciano que llega a Washington y se convierte en víctima de los malvados políticos. En Megalópolis se alude en algún momento a John Doe. La analogía no es rigurosa, pero se inspira en las figuras que protagonizaron ese momento en el ocaso de la república.

El verdadero villano del filme es Clodio Pulcher (Shia LaBeouf), el más apegado al verdadero personaje al que alude su nombre. Clodius Pulcher (93 – 52 a. C.) fue un populista extremo, un agitador callejero que se rodeó de pandilleros y criminales para hacerse del poder. Aunque descendía de una de las familias más antiguas y nobles de Roma, Pulcher se hacia pasar por un plebeyo para poder ser elegido tribuno de la plebe. Catilina, Cicerón y Pulcher representan los tres estilos de gobernar que Coppola presenta como opciones para salvar la república. En una de las muchas formas en las que Coppola no se restringe, imágenes de Hitler y Mussolini ilustran alguna secuencia donde Pulcher arenga a las multitudes para dar a entender que el populismo pandillero de Pulcher es el más peligroso.

Si algo se puede decir en defensa de Megalópolis es que la idea era buena, pero en su ejecución se le fue de las manos a Coppola. Siguiendo con la metáfora arquitectónica, el estilo clásico se va tornando futurístico, luego gótico, pasando por el Art Decó y va degenerando en un barroco abigarrado y, finalmente, en rococó. La trama que se vuelve cada vez más alambicada. Por ejemplo, la habilidad de Catilina de detener el tiempo va y viene sin que medie explicación que justifique cada circunstancia. La mitad del tiempo Catilina se la pasa drogado y la otra haciendo frases de filosofía barata. Visualmente, además de la mezcla de tonos, estilos y géneros, hay elementos camp como si fueran de la serie de televisión de Batman de los años 60.

El legendario director de la trilogía de El Padrino no es ajeno a los fracasos; ahí tenemos One from the Heart (1981) y The Cotton Club (1984), por mencionar solo dos. Pero a los 85 años enfrentar una derrota como la de Megalópolis no será fácil. Sobre todo, porque en Cannes se le ha recibido como lo que es, y seguirá siendo, a pesar de un tropiezo como este, una leyenda. Coppola es solo uno de nueve directores que han recibido la Palma de Oro dos veces; una por La Conversación (1974), y la otra por Apocalipsis Ahora (1979).

Hay también que tomar en cuenta que Coppola no solo dirigió, sino que escribió y produjo este proyecto que tenía ilusión de realizar desde hace 40 años. Como nadie creía en él, Coppola tuvo que invertir de su propio dinero para llevarlo a cabo. De hecho, vendió parte de sus viñedos en California y acabó poniendo 120 de los 150 millones de dólares del presupuesto. Vista con los mejores ojos, Megalópolis nos muestra a un Coppola todavía involucrado con la situación política de su país y del mundo, y eso siempre es admirable.

Competencia oficial
Director: Francis Ford Coppola
Guionista: Francis Ford Coppola
Productor: Michael Bederman, Francis Ford Coppola, Barry J. Hirsch
Música: Osvaldo Golijov, Grace VanderWaal
Fotografía: Mihai Malaimare Jr.
Montaje: Cam McLauchlin, Glen Scantlebury
Reparto: Adam Driver, Giancarlo Esposito, Nathalie Emmanuel, Aubrey Plaza, Shia LaBeouf
EE.UU., 2024, 138 min