Por Ofelia Ladrón de Guevara*
La Muestra de Cine de los Pueblos Originarios y Afrodescendientes se llevó a cabo del 8 al 14 de julio de 2024 en el Zócalo de la Ciudad de México y en salas de la Cineteca Nacional de las Artes. Los nueve filmes se distribuyeron en distintas sedes del país, así como a través de televisoras públicas, y vía web, como nuestrocine.mx y la plataforma de IMCINE, y que se dio del 7 al 31 de julio. Se trata de un evento histórico, pues nunca antes se había realizado una muestra en la que distintas obras dialogaran entre sí, presentándose en el espacio público —con proyecciones en el Zócalo— y acompañadas de una conversación continua sobre el quehacer cinematográfico como ocurrió en la presentación del libro Memoria Ecamc 2019-2024: cineastas de los pueblos originarios y afrodescendientes, México y Centroamérica, en el que los realizadores comparten su experiencia en los procesos de escritura y filmación de sus películas.
De esta muestra, elegimos tres cortometrajes: Huachinango rojo (Behua Xiña’, 2023) de Cynthia Lizbeth (cineasta zapoteca); Nyanga (2023) de Medhin Tewolde (cineasta afromexicana) y La espera (2021) de Celina Yunuen Manuel (cineasta purépecha).
I. Huachinango rojo: en defensa de la sangre que nos mantiene vivas. Huachinango rojo es un documental en el que a partir de lo testimonial se aborda, desde una mirada crítica, el ritual de la virginidad en una comunidad zapoteca. El cortometraje ensaya las distintas connotaciones sociales que tiene la sangre de las mujeres. El valor que se le da a encontrar aquella mancha —símbolo de la virginidad— en las sábanas. En voz en off se explica que las encargadas de determinar su veracidad saben reconocer el color y distinguirla de cualquier otro tipo de sangre, pues ésta no traspasa la tela y se diferencia por su coloración roja ligeramente rosa, semejante al huachinango rojo, pez que habita las costas del océano Atlántico. La pregunta es por qué esa sangre, por qué ella determina el valor de ser mujer, por qué no la otra, la que corre por los torrentes sanguíneos y se agolpa en los órganos y hace palpitar al corazón. “Les importa la sangre de nuestra virginidad, pero la sangre que nos mantiene vivas, la sangre de cuando nos matan y nos violan esa no la ven”, de nuevo la voz en off. A través del uso de animación, el filme reconstruye el testimonio de un feminicidio, permitiendo a la memoria y a la denuncia emerger. Es así como Huachinango rojo, a la par que documenta las vivencias de las mujeres zapotecas, ensaya los símbolos y sus significados detrás de estas costumbres entregándonos con ello una reflexión que nos hace cuestionar nuestras creencias.
II. Nyanga. En este cortometraje, la cineasta Medhin Tewolde reconstruye la historia de Gaspar Nyanga, quien, en la época del Virreinato, después de ser raptado en costas africanas, llegó a Veracruz y fue vendido como esclavo para trabajar en las plantaciones de azúcar. Nyanga sigue la biografía de este personaje profundizando en su mundo interior y mostrando al espectador la ira, la humillación, la tristeza y la nostalgia que experimenta. Se trata de un retrato que presenta la resistencia, la rebelión y la fortaleza de Nyanga como un eco de la lucha que la comunidad negra ha tenido y que continúa en el presente. En una entrevista, la directora —al conversar junto a Álvaro Nel Hernández, quien da voz a Nyanga, sobre el proceso de filmación— menciona: “Quería que la voz de Nyanga fuera interpretada por una persona afrodescendiente. Porque, como menciona Álvaro, a veces era él, a veces era Álvaro, quien hablaba, y a veces era Nyanga quien hablaba”.
La animación del cortometraje está cargada de sensorialidad, a modo del teatro de sombras, es que la vida de Nyanga se narra. La huida hacia la libertad, entre los plantíos, se envuelve de una materialidad que, aunque los trazos y la contraposición entre luz y sombra sean austeros, llevan al espectador a involucrarse en el mundo emocional de Nyanga, en su valentía. Porque es, justamente, esa austeridad la que le permite a quien mira movilizar el carácter mítico de esta historia como un eco que viaja del pasado al presente. El cortometraje es el reconocimiento (una memoria) de las luchas del ayer, pero también de las que la comunidad afrodescendiente aún enfrenta.
III. La espera. Tras la partida de sus esposos a Estados Unidos para trabajar, Yazmín y Zenaida, nuera y suegra, se convierten una en la compañía de la otra. De esta forma en La espera, Celina Yunuen muestra ese otro lado de la migración: la experiencia de quienes se quedan. La historia de estas dos mujeres es un ejemplo de la diversidad que existe en las relaciones afectivas, en el acompañamiento que surge ante la soledad que entreabre ese espacio intermedio que es la espera y que, a la lejanía, podría percibirse meramente como una pausa en la que poco o nada ocurre. Sin embargo, el cortometraje muestra que la manera en que esa espera acontece es todo lo contrario. La agencia de ambas se entreteje con la complicidad, el cariño y el deseo que la una tiene por la otra. Las imágenes cotidianas, con digresiones al pasado, hacen de La espera una historia en la que la trama —desde lo nimio, las entrelíneas y lo sutil— se va entretejiendo. Con pequeños momentos como en el que Zenaida le dice a Yazmín que la quiere en purépecha y ella le contesta en español y la otra le insiste en que se lo diga en su lengua es que el cortometraje aborda cómo el afecto se nombra y, por tanto, ocurre de forma distinta dependiendo del idioma. La espera es un cortometraje que muestra cómo las mujeres purépechas viven la migración y el acompañamiento desde la agencia, el deseo y el afecto.