Por Mónica Delgado
En sus primeros minutos, Western, famille et communisme del Laurent Krief plantea una duda sobre el devenir político de Francia, a partir de la inserción de algunos momentos de la llamada “Nuit debout” o la Noche en Pie, un movimiento de indignados surgido en ese país en 2016. Sin embargo, las imágenes se vuelven contraparte de un diálogo en un piso de clase media en alguna ciudad de Irán, donde un grupo de personas discute sobre el papel del estado ante estas protestas y la vieja dialéctica de capitalismo y sistema comunista. Pero rápidamente el cineasta abandona esta opción de cine claramente político, para luego afirmarse sobre el terreno del cine etnográfico, la road movie y el western en una Irán rural.
Como en su anterior film, Instructions pour une prise d’armes (2013), en este nuevo trabajo, Laurent Krief elabora una tesis sobre algunos conceptos esenciales de los relatos políticos en un país cambiante. En ese film, propone una lectura sobre la Francia actual a partir de la mixtura producida por las olas migrantes, sobre un nuevo sentido de comunidad y su disidencia ante problemáticas de racismo, exclusión o desempleo, desde acciones y rostros jóvenes. Y en Western, famille et communisme pareciera que el cineasta vuelve a esas mismas intenciones, pero luego de los primeros minutos, la tesis se desvanece (o ¿huye?) para afirmarse un registro observacional de un viaje en caravana de una familia en los campos iraníes. El cineasta viaja con su esposa fotógrafa y sus dos hijas por diversas zonas de este país de Medio Oriente, y el documental da cuenta de ese núcleo familiar en constante transacciones como analogía de lo que se propone en el título del film, ya lejos del tumulto social que azota Francia.
Los paisajes, los rostros de los habitantes del desierto, la vida agrícola y ganadora es plasmada desde la visión del viajero, para luego complementar las imágenes con diversas acciones de la familia de Krief durante la ruta. El cineasta logra abstraer diversos momentos debido al uso de diversos formatos y filtros, que también va intercalando con escenas de diversos western que recrea con su hija, desde los films de Clint Eastwood a El Topo de Alejandro Jodorowsky. O través del uso de un soundtrack que recoge temas tanto de Leonard Cohen, Janis Joplin como de Vitalic o con la inserción de textos de Lacan o Rilke.
El western como género cinematográfico que explota la fisonomía del paisaje y del desierto es recuperado a modo de ironía por Krief, o como sencillo guiño en juegos familiares. Sin embargo, la premisa que busca dar cuenta de la importancia de la familia como foco o semilla de las transacciones políticas queda algo difuminada o incompleta, sobre todo si tenemos en cuenta que históricamente su cuestionamiento se deba a que la familia ha podido verse como un escollo en las luchas de liberación femenina comunistas, y que podría esto sentirse reflejado, o avalado de modo naif, en el rol de la esposa y las hijas del cineasta en constante resistencia ante hechos simples de lo cotidiano. Y en este punto que Western, famille et communisme se valora mejor como bitácora de un viaje sensorial, que como tesis sobre la mutación de algunos conceptos elementales de las ideologías. Sin embargo, la posibilidad de una arcadia de aliento hippie, de mujeres creciendo libres en un entorno libre, natural y alejado, podría leerse como esa posibilidad de política a refundar.
Director, editor y productor: Laurent Krief
Productora: The Kingdom
Francia, 2018, 84 minutos