FUGA DE MARY JIMENEZ Y BÉNÉDICTE LIÉNARD

FUGA DE MARY JIMENEZ Y BÉNÉDICTE LIÉNARD

Por Mónica Delgado

Con estreno en Perú durante el Festival de Lima, el reciente trabajo de la dupla formada por Mary Jiménez y Bénédicte Liénard coloca en su título, Fuga, un indicio de las características expresivas que utilizarán a lo largo del film para construir un universo visual y sonoro particular. Tomando como punto de partida la acepción musical de la palabra fuga, como espectadores asistimos al encuentro con el pasado de un personaje en un proceso de luto, que se ubica como un sujeto que va siendo percibido desde diversas variaciones y tonalidades. Como la fuga musical, este mismo personaje va a ir presentando ligeras variaciones, ritmos o densidades, no de personalidad, ni del argumento que lo enmarca, sino desde la posibilidad que implica “practicar” el recuerdo y la memoria, jugar con los tiempos y con los espacios y con las puntuales rememoraciones de un amor perdido. Por ello, el término “fuga” resulta pertinente para describir la experiencia de Saor, un joven queer que lleva el féretro de su amiga y amante, Valentina, de regreso a su pueblo natal en la Amazonía peruana, mientras lo invaden diversas reflexiones y ensoñaciones que rompen la barrera del presente. Además, porque también esta ficción es subyugada constantemente por estas variaciones de la realidad, a partir de testimonios de supervivientes de las épocas del Conflicto Armado Interno, que llegan a vincular también otros aspectos del pasado de la mujer trans Valentina, antes llamada Pol.

Fuga se estructura sobre la idea del réquiem. Desde los primeros minutos asoma una metáfora de la despedida: Saor está en una balsa, llevando el ataúd. ¿Hacia dónde lo lleva? ¿Por qué no hay más personas?  Y desde el luto en soledad se van identificando los vínculos entre estos dos personajes, uno en presencia, y otro en ausencia (aunque percibimos a Valentina todo el tiempo gracias a su voz in over que viene al presente). Solo podemos conocer a Valentina desde la sublimación de Saor y desde su reflejo -encarnado en una voz que reflexiona a lo largo de las escenas-, y también conocemos su pasado, de cuando se llamaba Pol, en tiempos en que era un joven atraído por los preceptos revolucionarios del grupo terrorista Sendero Luminoso -o que se vio obligado a serlo para sobrevivir-y que luego escapó hacia Lima. Desde esta memoria de Valentina/Pol, que no victimiza sino que busca comprender la dimensión de un complejo proceso social, es que las cineastas plantean este viaje inmersivo, sensible y político.

Estas fugas son declaradas por las directoras desde la puesta en escena. Por un lado, identificamos una serie de códigos expresivos que configuran una puesta que da materia a la mirada de Saor: uso desenfoques que se aclaran de manera lenta, el uso de determinados planos y encuadres para precisar la presencia de Saor en su entorno, la elección de las locaciones como parte de una ruta de ensoñación o descubrimiento, los objetos que dan pistas sobre la figura dual de Valentina/Pol o el uso del travelling in avant. Y por otro, esta fuga se refleja en las decisiones de montaje, como la difuminación del tiempo, sobre todo, o en la inclusión de varios flashbacks para presentarnos a Valentina, tal como Saor prefiere recordarla. Por otro lado, hay pasajes donde esta fusión de la realidad del personaje y el sueño es clara, en la intención de la cámara y la fotografía de Virginie Surdej, que permite que Saor aparezca interviniendo o tomando el espacio, es decir, por momentos en los cuales percibimos la sensación de que la materia física se une a algo inasible, como cuando se capta aquello fantasmagórico, entendido como lo espectral, ilusorio o mágico, y se perenniza ante la cámara y ante nuestra mirada. Por ejemplo, cuando Saor pasea pensativo por el monte y aparece como si estuviera en un proceso tenue de mimetización, o cuando fija su mirada hacia la nada mientras retoza en su cuarto sin poder dormir.

Las fugas están plasmadas también desde lo sonoro, a través de la voz en off de Valentina, que como ente va desplazando en otra dirección aquello que vemos; así las cineastas proponen una nueva capa sonora, desde este sujeto-pensamiento que desliza reflexiones, dudas, o simples frases que conectan de otra manera con aquello que vemos. Y este plano sonoro, de las voces, ruidos, memorias musicales, va construyendo otra idea de Valentina, también mostrada desde la sublimación del recuerdo de Saor mientras ella canta una versión de “Dos gardenias”, el famoso bolero de Isolina Carrillo, compositora y cantante cubana. Pero, sobre todo, en Fuga, el pensamiento a través de la reflexión en off aparece como una manera más racional de mostrar al personaje, que las cineastas nos plantean desde esta dualidad que se muestra alterrna entre Valentina (lo que es) y Pol (lo que fue).

También Fuga es una película post conflicto armado interno, que reúne una serie de testimonios de personas LGTBQ+ víctimas de la violencia de Sendero Luminoso entre los años ochenta y noventa. Las cineastas cuentan con la participación de algunos sobrevivientes de la persecución de este grupo armado en algunas zonas de la Amazonía, y que buscaba erradicar a las personas que consideran viciosas o inútiles para su proyecto político. Relatos de humillaciones, silenciamientos y asesinatos son compartidos también para armar el perfil de Pol, quien se vio forzado a convertirse en senderista, ocultar su homosexualidad, para poder seguir vivo. Así, Fuga, en esta forma híbrida de documental y ficción, aporta a considerar otra arista de un proceso aún abierto y de poca discusión en el país.

Si bien Fuga es una película que recupera algunas decisiones formales, de tratamiento narrativo y de investigación de trabajos previos de las cineastas, como Con el nombre de Tania (2019), hay una diferencia que se patenta en el tono más intimista y en este recurso de “dar voz” a Valentina (y que es interpretada por la misma actriz Saor Sax, en un doble papel). En Fuga se percibe más esta necesidad de las cineastas por construir una poética de la memoria, que, en este caso, solo puede ser revelada de a dos: desde Saor y sus recuerdos que afloran en aquello que mira o contempla, y desde la voz de Valentina, que interpela su propio pasado. Y esta decisión es lo que hace que Fuga sea una obra conmovedora, delicadamente humana en todo sentido, al concebir a la memoria, sobre todo de hechos traumáticos, como una urgencia colectiva, nunca trabajada en soledad.

Dirección: Mary Jiménez y Bénédicte Liénard
Guion: Mary Jiménez, Bénèdicte Liénard
Fotografía: Virginie Surdej
Edición: Marie Hélène Dozo, Bénèdicte Liénard, Mary Jiménez, Octavio Iturbe
Sonido: Charles De Ville, Peter Warnier
Dirección artística: Pilar Peredo
Producción: Hanne Phlypo
Intérpretes: Saor Sax, Valentina Linares Gonzáles
Bélgica, Perú, Países Bajos, Francia, 2024, 91 min