JOACHIM TRIER: LA FORMA COMO JUEGO

JOACHIM TRIER: LA FORMA COMO JUEGO

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Por Humberto González Bustillo

A lo largo de su obra, el director danés ha intentado resaltar de una manera muy distintiva el mundo interior de sus historias. Los conflictos de sus personajes, sus propósitos y su relación con su entorno siempre descansan sobre lo banal. En Reprise, film que estrenó hace diez años, estudia la relación entre dos jóvenes novelistas que buscan con pasión los mismos méritos. La relación oscila entre la fascinación de los dos personajes protagonistas por un escritor y a la grave dependencia de uno de ellos por quien fue su pareja años atrás.

En Oslo, august 31st, su protagonista busca una forma de encajar nuevamente en un mundo que le es demasiado conocido. También escritor, la  primera escena presentada es la de un hombre que llena sus bolsillos de piedras, y con una mucho más pesada y grande, entra al agua y se sumerge. El film es una búsqueda de algo que no queda claro jamás, las escenas varían entre el caminar por la ciudad y las conversaciones sobre temas como la amistad o la necesidad de enorgullecer al padre y la madre.

En los mismos senderos se desplaza su tercer film, Louder Than Bombs, estrenado en la selección oficial de la pasada edición del Cannes. Acá, Trier no regresa ni avanza, sino que se mantiene en lo que ha sido su caja de herramientas a lo largo de su carrera: personajes que se encuentran en una búsqueda, individuos perdidos y la incapacidad de cerrar tristezas del pasado.

“Me gusta cuando los cineastas no buscan aleccionarme”. En repetidas ocasiones esto ha sido el punto de partida de Trier para hablar sobre el cine que disfruta, quien cumple al pie de la letra con esta premisa. Pues su cine no intenta ser una obra que cambie posturas o pretenda sentirse como una lección ética ante complejos enigmas de la sociedad. Contrario a esto, Trier aboga por contar historias que pueden identificarse en cualquier familia y relación, en cualquier parte del mundo. La de una familia que sufre la pérdida de su matriarca o la de un hombre que debe reiniciar su vida después de salir de rehabilitación.

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Lo que si complejiza sus historias es la aproximación formal de Trier hacia estos relatos. Su capacidad de exteriorizar sentimientos complejos a través de lo que él mismo ha denominado como “estética de retazos”.  Una especie de collage que se interpone entre sus escenas, y que juegan con la estructura de sus películas de una forma tan específica que se siente como escuchar y ver un pasaje de una novela. En la unión de las escenas de Louder Than Bombs,  Trier piensa primero en un concepto más que en una transición. Su interés está en evocar una sensación que, a la vez, funcione a la perfección con la premisa del film.  A diferencia de la narrativa lineal, el director rompe su estructura con este concepto. Hay una escena en donde el personaje de Conrad, uno de los tres protagonistas del film, camina con sus pies descalzos en un bosque que empieza a entrar en el ocaso. En el suelo, acostada, la chica que le gusta, y Conrad se posa junto a ella. La cámara ya no se descansa sobre un trípode suelto o una cámara en mano controlada como vemos en las escenas que conforman su narrativa que no está relacionada con estos retazos, más bien extiende sus propias alas, con travelings que van de un lado al otro, y dollys ominosos que nos llevan lentamente a ver el rostro en primer plano del joven. El corte, posteriormente, es rápido e inesperado, a un Conrad acostado en su cama. La cámara vuelve a ser ella misma, a cobrar su naturaleza dispar y tambaleante.

No todo el cine de Joachim Trier se basa en los sueños y el extrapolar sentimientos de esta manera. A veces el montaje se rompe con pasajes que están sucediendo en el momento. Son planos, “retazos” poéticos, que complementan a las escenas. En Reprise, uno de los dos protagonistas explora su pasado a través de los objetos de su cuarto. La lente anticipa, como una visión, el resto de la escena, poblada de nostalgia, en donde un dolly in contempla con detalle el escritorio en donde segundos después, nuevamente con esa cámara en mano, veremos al protagonista sentado, redescubriendo su vida en la pantalla de la computadora.

En una de las escenas de Oslo, august 31st, el protagonista de la película se sienta en un café y escucha detenidamente conversaciones que suceden en las mesas de su alrededor, observa mínimos detalles de las personas que lo rodean o mira a través de la ventana el cómo la gente camina en las calles de la ciudad.

Simplemente señalar estas escenas puede resultar una simplificación errónea, pero es lo que define su tipo de cine. Trier logra concretar a través de los sentidos el qué piensan sus personajes. Su estética de retazos logra preservar la esencia de lo que sucede alrededor. Poder olfatear y percibir aromas y colores, sentir texturas con el tacto o trasladarse a la especificidad de algún sentimiento es algo que no todos los directores logran.

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El juego de estructuras desordenadas logra, junto a la construcción de sus personajes, un concepto distintivo sobre lo que sus protagonistas son, lo que dicen y lo que piensan. Narrativamente, Trier pone color a sus escenas moldeando elementos específicos de distintas formas. Recursos como la perspectiva de las escenas toman gran valor a la hora de conocer el mundo en el que el director sumerge al espectador, y su significación resulta ser una cosa desde los ojos de un hijo, y otra en los de un padre. Como recurso, Trier no solo aboga por su capacidad de traducir estos pasajes literarios al plano audiovisual, también se inclina por perseguir paradigmas del cine más convencional, como la voz en off que acompaña a montajes de pequeñas escenas que dosifican la información.

Volviendo a su último film, Conrad hace que su hermano Jonah lea una carta en su computadora, mientras que vemos detalladamente lo que el joven describe en la carta. En su ópera prima, nuestros protagonistas recuerdan cuando descubrieron a uno de sus escritores favoritos, y la narración va de la mano con la secuencia. Trier explota todos los recursos visuales, desde fotografías, videocasetes, dibujos, ilustraciones y, de nuevo, sus poemas visuales, para retratar la voz que escuchamos.

Como maestro de un onirismo muy propio, el realizador danés decora cada una de sus escenas con piezas detalladas. En el realismo de lo banal, como lo explica en una entrevista con Criterion, su forma intenta describir la psicología y verdad interna de sus personajes. En el caso de Louder Than Bombs, aunque esto puede apreciarse a lo largo de sus tres largometrajes, inspirado en el trabajo del fotógrafo Philip-Lorca diCorcia.

En una entrevista con The AV Club, Joachim Trier explicaba que para él la sala de un teatro o la sala de cine, su sonido y su espacio, son un lugar  único de reflexión y meditación. Es curioso, pues lo que para él es la experiencia cinematográfica en esencia, al espectador esto le suena mucho a la experiencia de visionar su obra.