LA MEMORIA QUE HABITAMOS: EL PRESENTE ES PARA RECORDAR

LA MEMORIA QUE HABITAMOS: EL PRESENTE ES PARA RECORDAR

Por Benji Porras

La memoria que habitamos (2022) ejerce tanto como dispositivo cinematográfico y como dispositivo de memoria. No roza la memoria porque habla del pasado e, inevitablemente, la elabora, puesto que en sí misma es una propuesta de cómo ponerla en práctica. El documental del cineasta argentino Diego Ercolano reconstruye, en un sentido literal-performático, el asesinato de Silvia Filler, estudiante de primer año de arquitectura en la Universidad Nacional de Mar del Plata, en una asamblea estudiantil a manos de un grupo parapolicial de derecha en 1971. Condiciones que lo ubican como un crimen político y símbolo en la actualidad de la militancia y luchas estudiantiles en Argentina.

A partir de fotos de la época, un grupo de directores de arte restaura el antiguo salón de la asamblea. Y con los testimonios de familiares y ex estudiantes se llega a un relato de los hechos que será representado por un grupo de teatro conformado por estudiantes de una escuela secundaria. Durante el metraje veremos tanto el esfuerzo notable del equipo de la dirección de arte por recomponer el aula, como los ensayos, a veces atropellados, de los alumnos. Es en el ejercicio de estos jóvenes donde recae el mayor valor de la cinta, valor más sociológico y narrativo que cinematográfico. Hay un vaivén entre la torpeza y la inocencia que permite que en cada intento de los adolescentes por actuar las últimas horas antes de un asesinato se cuele incluso la perversidad. ¿Cómo recrear un asesinato? Entonces, el documental se vuelve efectivo. “Esto pasó con seres igual de ingenuos y jóvenes; y podría volver a pasar mañana”. Los ensayos colocan un peso sobre el espectador, al principio incipiente y cada vez más contundente hasta llegar al clímax de la última puesta en escena. En esa instancia, el peso se materializa con otros nombres: conciencia y memoria.

Sería un error del documental proponer que para tener memoria de un conflicto debamos necesariamente teatralizarlo en cada escuela secundaria, y sería un error de nosotros interpretar eso. Más que una metodología, propone un espíritu de búsqueda: explorar narrativas, exponer a los jóvenes al pasado, legarles el acto de recordar como una tradición activa. Si nos ocupamos de la dimensión cinematográfica del documental, cabe resaltar la composición muy bien cuidada de varios planos y la edición fluida. Además, es curiosa la aparente contradicción entre la agencia que propone (la performatividad, mostrar las cámaras, los ensayos, la construcción de decorado, el recurso del cine dentro del cine) y la decisión de contar casi todo con planos fijos. En el Q&A tras la función en el Festival Al Este, evento donde tuvo su estreno peruano, Diego Ercolano mencionó su predilección por la cámara en movimiento, aunque para este documental prefirió la distancia que aporta una cámara fija respecto a su propia cercanía con los familiares de la víctima y su identificación con el caso. “Existe una mirada, pero también es necesaria cierta distancia”. El uso de planos fijos fue entonces un recurso que pretendía dar equilibrio a su trabajo o, por lo menos, no interferir más de lo que consideraba ya estaba haciendo. Muy interesante para quienes les inquieta el proceso creativo de un film.

Otro elemento que llamó la atención es la inclusión de uno de los acompañantes del victimario de Silvia, Eduardo Ullua, quien cumplía una condena, a través de una entrevista con el guionista e investigador Federico Polleri. No por la incorporación de su voz, sino por el tono de la conversación. Hay un careo casi periodístico entre Polleri y el criminal. Una increpación que se siente extraña. Si se pretendía señalarlo como agente malvado, no era necesario, puesto que el tratamiento y el resto del documental no deja espacio para la duda de la culpabilidad o de las razones de este grupo parapolicial. Incluso si se buscaba exponer su nulo arrepentimiento, se podía llegar a eso sin este cambio de registro. Ya sea por una fuerte identificación con el caso, o cierta vanidad del director, uno siente que la escena nos saca del relato.

Con más aciertos que errores, La memoria que habitamos, es una propuesta política, en un buen sentido, que vale la pena ver. Nos plantea que más que con la mente, recordar es un compromiso que debemos llevar con el cuerpo.

Festival Al Este
La memoria que habitamos
Dirección: Diego Ercolano
Guion: Federico Polleri
Edición: Diego Ercolano
Sonido: Gabriel Virga, Mauro Carusso
Fotografía: Luciano Paciotti, Mariano Rendino
Productores: Alberto Rodríguez, Hernán Gáspari, Fabian Monteagudo
Compañía productora: Universidad Nacional de Mar del Plata
Reparto: Lila Filler, Marta Filler, Federico Polleri, estudiantes del Colegio Nacional argentino
Argentina, 2022, 85 min