Por Mónica Delgado
En el marco de la 15° edición del Festival Al Este, estuvo en Lima el cineasta argentino Diego Ercolano, quien presentó su película La memoria que habitamos (Argentina, 2022). Se trata de un documental que reconstruye un suceso acontecido en 1971: el asesinato de la estudiante de arquitectura Silvia Filler durante una asamblea estudiantil en las instalaciones de la Universidad de Mar del Plata. Este documental reconstruye, con participación de estudiantes de la misma edad de Silvia, el crimen a manos de un grupo de jóvenes militantes de la Concentración Nacional Universitaria -una facción fascista del peronismo- durante una asamblea convocada para destituir a un docente. Y también es una obra sobre la imposibilidad de resolver con justicia ese pasado, en la medida que los culpables recibieron una amnistía.
Estrenado en el 37° Festival de Cine de Mar del Plata, La memoria que habitamos cuenta con los testimonios y acompañamiento de Lila y Marta Filler, hermanas de Silvia, quiénes muestran objetos, fotografías, diarios para mostrar algunos rasgos de la hermana ausente, y relatan algunos sucesos antes y después del hecho trágico. También en el documental aparecen recuerdos de amigos de la universidad, que van configurando un retrato en ausencia, sobre todo de una joven que había mostrado simpatía por las causas democráticas, aunque no la identificaban como militante de movimiento alguno. Más allá de aspectos informativos, necesarios en la medida que la obra describe un contexto particular, el documental construye un proceso: reúne a un grupo de estudiantes para hacer diversas recreaciones de charlas con Silvia, de reuniones entre clases y sobre todo de la asamblea del asesinato. Este proceso se intercala con las indagaciones de uno de los miembros del equipo de producción, el guionista Federico Polleri, quien entrevista, interpela e hilvana este hecho del pasado en el presente.
Como indica el título del film, el realizador y docente Diego Ercolano incluye otro proceso adicional, de tipo espacial a partir de un aspecto más performativo, que recae no solo en la participación de los estudiantes como actores y actrices dentro de esta rememoración, sino en la reconstrucción de los lugares de inicios de los años 70, con el fin de que sean nuevamente habitados. Así, el trabajo de los directores de arte con las escenografías, de la docente de teatro con las actuaciones o diálogos de los estudiantes, la labor del guionista en la pesquisa de los hechos policiales, se van urdiendo como un trabajo grupal de recuperación o activación de memoria. Si la memoria es una vuelta al pasado desde el presente, aquí el tiempo no basta para este proceso de encuentro de un pasado para que no se repita, sino que es necesario desde la incursión en estos lugares sentirse en el cuerpo, en las mismas vivencias, de las víctimas. La noción del horror y del dolor irrepresentable son aquí subvertidos, en la medida que para Escolano, el documental se vuelve un objeto de memoria en sí, que confronta y que conmueve de manera colectiva.
Por otro lado, este proceso participativo y colectivo tiene la marca de una universidad. En 2013, el gobierno de la República creó algunos programas para fortalecer los medios de comunicación de las universidades, tanto las radios, los canales de TV, y también Centros Públicos de Producción Audiovisual (CEPAS), a través de equipamientos y mejoras en su financiamiento. Este sistema hizo posible que varios centros universitarios pudieran generar contenidos para sus propios medios, y producir también otro tipo de obras audiovisuales como un modo de autogestión. Debido a este tipo de apoyo, es que se afianza la dirección de Contenidos Audiovisuales de la Universidad Nacional de Mar del Plata, ente que produce La memoria que habitamos como parte de sus propuestas. Y en este sentido, se trata de una película que surge de la misma experiencia universitaria y como un espacio de creación y reflexión.
Diego Ercolano es director egresado de la Escuela Nacional de Cine, ENERC-INCAA (Argentina) y estudió dirección de cine documental en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, EICTV (Cuba). Además de La memoria que habitamos, ha dirigido Kina Rebelde (2021), Finisterre (2020), Ánima (2020), entre otros. En la actualidad, trabaja como realizador en la dirección de Contenidos Audiovisuales, dependiente de la Secretaría de Comunicación, de la Universidad Nacional de Mar del Plata y es docente allí en la Carrera de Comunicación Audiovisual. Sus obras se presentaron en festivales como Visions du Réel (Suiza), Festival Latinoamericano de Trieste (Italia), DOC Buenos Aires, Mar del Plata, FIDBA, entre otros. Como parte de los Q&A organizados tras las proyecciones de su documental en el festival Al Este, pudimos conversar sobre la producción y sobre el trabajo de memoria en este film.
Desistfilm: Cuéntanos sobre el proceso de hacer una película dentro de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Qué implica en término de recursos, colaboraciones, permisos.
Diego Ercolano: La producción de la película se hizo en un periodo bastante extenso, ya que nos tocó también la pandemia. Realmente es un orgullo para mí que esta película haya sido producida por la universidad pública. Hubo dos momentos clave para que la película fuera por un buen camino: Primero, la reunión con Lila y Marta Filler, las dos hermanas de Silvia. Ella apoyaron la película desde el inicio. Estuvieron siempre con nosotros en casi todas las funciones también. Fueron importantes en la distribución, en la exhibición en festivales tanto en Argentina y Europa, y eso es muy gratificante para nosotros, ya que no es una película documental contada desde afuera. Es una obra donde tenemos una relación directa con los protagonistas. Y segundo, el hecho de convocar a estudiantes del colegio preuniversitario Arturo Illia, que pertenece a la universidad, quienes en el momento del rodaje tenían la misma edad que tenía Silvia en 1971. Y gracias a Belén Manetta, la profesora de teatro, fuimos a trabajar desde lo que nos interesa, el cine de observación, basado en dar libertad a los personajes, y en tomarse un tiempo para escuchar y observar. Por ello, hubo muchísimo material de la película que no se incluyó, debido a que teníamos que optar por una dimensión informativa. Eso fue un desafío, ya que al ser una película producida por una universidad se debía incluir algunas cuestiones históricas -que sí o sí debían estar-. Si la hubiéramos hecho “por fuera”, quizás se hubiera obviado alguna cuestiones.
Me interesaba mucho que La memoria que habitamos no sea una obra institucional de la universidad, que no sea una película institucional en general, sino que sea una obra percibida como hecha dentro de la universidad, y que tuviera sí un sello marplatense. Creo que los estudiantes hicieron gran parte de eso que la saca de lo institucional, al ser una obra donde ellos ponen su sello, al participar y lograr este traspaso de este trabajo de memoria, sobre cómo ellos logran un cambio a partir de aquello que habitan. Y también está la cuestión del espacio, de habitarlo y reflexionar sobre la memoria histórica. Hay un trabajo brillante de los directores de arte, Juan Ignacio Echeverría y Rossana Casataro ,quienes se ven en las escenas trabajando allí, reconstruyendo el lugar de los hechos de 1971 que luego vamos a registrar. Y en este sentido, es un documental sobre cómo se hace una película también. Se construye un espacio que luego va a ser habitado. Así que ese fue el proceso, guiado por un trabajo previo de investigación.
Desistfilm: Hay algo muy interesante en este documental y que interpela. Se trata de una pregunta que pocas veces nos hacemos: dónde está la semilla del fascismo, dónde está el origen de los fanatismos ultras. De alguna manera, al hacer un ejercicio de memoria sobre un caso donde no se ha obtenido justicia, donde una adolescente fue asesinada por un grupo de adolescentes que pertenecían a una facción derechista y radical del Peronismo y en un contexto donde se cocinaba ya medidas extremas que luego se materializan en dictaduras como la de Videla, la película propone una tesis. Por un lado, de la extensión o duración de las injusticias, y por otro, sobre la impunidad con la cual que se ejercen estas acciones con consecuencias terribles. ¿Cómo fue este planteamiento con relación a la memoria, a no olvidar para no repetir?
Diego Ercolano: Para que sucedan determinados hechos históricos se tienen que dar determinadas situaciones. Y en Argentina, en esos momentos se estaba sembrando esa tierra fértil para que después venga un militar que haga lo que hizo. Estos años previos a la dictadura, fueron terribles, y el hecho del asesinato de Silvia fue como el principio del fin de la inocencia. Las asambleas estudiantiles llegaban a cierto nivel de violencia, pero no había muerto nadie. Y en esta aparece algo terrible; y a partir de allí no cambió más. Un crescendo terrible de muertes de estudiantes hasta 1976. Hubo una decana en la Facultad de Filosofía y Letras, y que es el personaje protagonista de nuestra nueva película; una mujer brillante, de 28 años, que quería la gratuidad universitaria y que desapareció en el 75. Su cuerpo apareció un día antes que comience la dictadura, en 1976. Ella, Coca Maggi, quien también es mencionada en este documental, fue víctima de uno de los asesinos que entrevistamos, y que está ahora libre. Fuimos a Campo de Mayo, la cárcel donde están los genocidas. Es un lugar donde los presos tienen su teléfono y demás privilegios. La justicia argentina es terrible. Y este caso de Silvia Filler también nos empuja a reflexionar sobre estos años, tiempo en que empezó una oscuridad muy terrible y que terminó en 1983, aunque hubo muchos años oscuros más. Y ahora, volvemos a tener una impunidad a nivel cultural, de memoria, y estamos volviendo a discutir cuestiones que estaban zanjadas. Están diciendo:”¡No fueron 30 mil desaparecidos!”, cuando se sabe que han robado bebés, han tirado a personas al río, barbaridades terribles, y sin embargo con este gobierno de derecha se legitiman esas acciones.
Desistfilm: La memoria que habitamos comienza y termina en el mismo lugar. Vemos al inicio a unos estudiantes jugando con la pelota, en un recreo o tiempo libre, y al final, ellos realizan esta misma acción. Tengo la impresión de que podría aludir a que no hubo un aprendizaje; es decir, a que los jóvenes luego de la recreación del caso del asesinato de Silvia, parten y vuelven al mismo lugar. ¿Fue un modo de cuestionar a las nuevas generaciones? ¿O cual fue la intención con esta idea del círculo o retorno? ¿Es así, un desencanto?
Diego Ercolano: Todo lo que tiene que ver con el relato de observación de los estudiantes produjo mucho material. Hice el montaje a partir de todo eso. Hubo muchas películas posibles en ese proceso. El cierre circular fue una defensa muy fuerte que hice en el montaje. Para mí era importante que ellos estén. Hay una diferencia en el plano: el primer plano del inicio es un gran plano general. Y al final, estamos más cerca de ellos. Conocemos más de lo que ellos aprendieron de alguna manera. Mi intención, al contrario de lo que mencionas, sobre el desencanto, fue esperanzadora. Después de colocar las escenas donde se escucha a Lila, y después de recrear la escena del asesinato, los estudiantes dan cuenta de que no todo está perdido en este momento. Creo que si hoy tendría que editar la película, no pondría ese final. Ya que ahora veo otra sensibilidad. Argentina cambió mucho en pocos meses. Es lamentable pero esto ha pasado en cinco meses. Tenemos el mismo presupuesto universitario que en 2023, pero con 200% de inflación. El INCAA, entidad que regula la actividad cinematográfica en el país, ya no brinda subsidios, ahora solo brinda créditos. En lugar de hacer 200 películas por año, ahora solo quieren financiar 20. Mucha gente vive de esta industria. Y no me incluyo tanto allí, porque soy docente en la universidad y vivo en Mar del Plata que no es foco de la industria. Pero tengo amigos que ahora no tienen trabajo porque no se está produciendo. Y coincide mucho con lo que se quiere hacer en Perú y con el impulso a las plataformas. Y esto no es nada inocente. Se busca regular el negocio de la industria desde un lugar privado, donde el Estado ya no participe. Y hacer solo películas para plataformas.
Desistfilm: ¿Cómo trasladar el ejercicio de hacer memoria desde los espacios? En tu documental, no solo se alude a las investigaciones del caso de Silvia, se recogen testimonios de quienes la conocieron, sino que se reconstruye el último lugar donde estuvo con vida. Hay una necesidad por un aspecto más performativo, de la mano de los docentes, estudiantes, de los directores de arte. Cómo fue la construcción de esta concepción de la memoria desde las imágenes.
Diego Ercolano: Me parece fundamental en el documental tener un respeto por los protagonistas, en este caso Lila y Marta. Siempre fue clave que la película era de ellas. La universidad fue muy generosa porque no nos limitó nada, ya que siempre tuvimos el apoyo para decir lo que queríamos decir en la película. No quería que ellas se sientan traicionadas. Por suerte vieron cortes previos y siempre apoyaron la película. Y hay algo que tiene que ver con la forma en que abordamos el documental, es decir, encontrar la distancia, que permite ese respeto. Si te acercas demasiado, estás invadiendo. Yo sentí que la película iba por dónde yo quería cuando encontré la distancia justa con ellas, y a partir de ello empecé a construir el relato. Ver qué escenas podrían ir con ellas. Y después, el aspecto performativo, que tiene que ver con que no alcanzan las palabras para lo que queremos recordar en los procesos de memoria colectiva. En este momento necesitamos ser creativos con la construcción de la memoria, porque todo el tiempo aparecen estas fuerzas de negacionismo. Tenemos que ser creativos para poder lograr que los jóvenes reflexionen sobre estos hechos. ¿Cuál es la mejor manera para lograr esto hoy? En el caso de Argentina, fue clave el voto de los jóvenes para que gane Milei. Y ese voto se ganó en TikTok. Muchísima gente supo lo que Milei pensaba gracias a esa aplicación. Por eso, ya no funciona hacer documentales con “cabezas parlantes” para saber qué pasó, sino tratar de convocar a los jóvenes de otra manera. Conmover de alguna manera, ya que el cine colabora con el sentir, y así es más interesante llegar con estas estas historias. Y lo performático va por allí, por el interés en encontrar otras maneras que lleguen distinto. Queremos decir nuestra verdad, pero también convocar y convencer. El documental no es inocente, a través de él estamos diciendo lo que pensamos del mundo.
La memoria que habitamos
Dirección: Diego Ercolano
investigación y guion: Federico Polleri
Edición: Diego Ercolano
Sonido: Gabriel Virga, Mauro Carusso
Fotografía: Luciano Paciotti, Mariano Rendino
Productores: Alberto Rodríguez, Hernán Gáspari, Fabian Monteagudo
Compañía productora: Universidad Nacional de Mar del Plata
Reparto: Lila Filler, Marta Filler, Federico Polleri, estudiantes del Colegio Nacional argentino
Argentina, 2022, 85 min