Por Sergio Zapata y Katy Montoya
Una operación recurrente no del Estado nación, sino de las élites culturales, es la apropiación de imágenes no solo prehispánicas sino de la diferencia cultural y social para su regocijo y beneplácito, y en esa acción incorporarlos a la heráldica nacional. Esta operación algunas veces es encubierta como patrimonialización, otras veces como denuncia del despojo mediante el despojo. Dentro de esta operación, unx cineasta puede caer en prácticas extractivistas similares a las del propio estado nacional, reproduciendo lo que se pretende ironizar o criticar. Por momentos, la ironía de la pieza ¡Aoquic iez in mexico! / ¡Ya México no existirá más! ahonda entre la presencia de cuerpos feminizados y la presentación de reliquias del pasado prehispánico, sin embargo, la función reliquia de las imágenes va cediendo terreno por el frenesí del montaje hacia una reflexión sobre la mirada cándida del encuentro con lo otro. Entre la captura, mediante la cámara, de reliquias y/o vestigios del pasado y cuerpos tatuados con dichas imágenes, esta película nos invita a pensar en la operación estatal de inscribir sobre los cuerpos la mexicanidad en un presente furioso y confuso.
Retornando a la ironía, la mirada exotizante de la directora Annalisa D. Quagliata encuentra un punto alto en la incorporación de imágenes coloridas y la recurrencia insistente como la figura guadalupana de cuya incineración emerge la figura arqueológica de Coatlicue. Una interpretación posible sobre la exhibición, exposición y sobreexposición de elementos iconográficos supone la iconofágia, la cual funge, dependiendo el caso, como una declaración política sobre el uso de las imágenes por parte de estamentos colonizadores, y a su vez, tiende a ser empleada para acentuar algún significado y así clausurarlo. Sin embargo, la apropiación de los cuerpos como de las imágenes y algo que podríamos denominar imágenes-cuerpos en esta obra se torna confuso, haciendo que la potencia de la ironía se extinga y sólo quede un ejercicio montajístico frenético para homenajear a una ciudad, donde sólo se exhibe un tratamiento formal carente de contenido, lo que la convierte en un producto vácuo. Si este es el caso, estamos frente a una pieza que sirve para comprender cómo es concebida México Tenochtitlan en la estela de las acciones conmemorativas de la conquista y la fundación de la República por una pieza laureada por el FICUNAM en la sección orientada al cine experimental.
¡Aoquic iez in mexico! / ¡Ya México no existirá más! destila el candor de la primera mirada, en la quema de la virgen, el preciosismo de los cuerpos tatuados, la yuxtaposición de mapas coloniales y la participación de la realizadora en pantalla, imágenes que sugieren una relación de amor y admiración por las imágenes, pero no con las ideas. Como críticxs, no nos queda claro cuál es la relación o el comentario de la directora, ni la selección y trato de los dos mitos que componen una gran parte de la película. Nuevamente la directora recurre al exceso, en este caso del sensacionalismo y el morbo, que no nos da otra entrada menos voyeurista desde la cual mirar, mientras una encarnación de la diosa prehispánica desnuda, Tlazoltéotl come sus excrementos, y Quetzalcoatl perfora su pene, mezclando su sangre con masa. El exceso de cuerpos expuestos no es la crítica, ni subvierte los regímenes de representación a los que son sujetados estos cuerpos. Otra vez estamos ante imágenes que orientalizan a sus sujetos, adhiriéndose a ellos la mirada consumidora que los estanca en el pasado. Un cuerpo o rostro indígena es sucesivamente condenado a nunca salir de su rol ancestral, nunca atravesar el tiempo, y nunca ser sujeto moderno o contemporáneo. Esta Tlazoltéotl es la misma protagonista que, a pesar de estar presente físicamente en frente del público durante una sesión de preguntas y respuestas en la Casa del Lago con la directora en el FICUNAM, no tuvimos la oportunidad de escuchar su voz de forma sustancial para una mejor comprensión.
El extractivismo, apropiación, resignificación y exhibición del conjunto de imágenes de reliquias y tesoros de los museos nacionales de arqueología de México están más próximos a ser un apéndice del aparato de difusión de estas piezas y su vitalidad en los cuerpos del presente que en criticar esas políticas de expropiación por parte del Estado nación. En este sentido, esta obra es la clausura de un tiempo, de un régimen de representación localizable, convirtiendo el cine en un museo en el sentido de mausoleo, un lugar donde se almacenan artefactos desprovistos de fuerza vital, y reforzando la separación entre cine (arte) y vida (política).
Hablar de esta pieza como algo que cierra un ciclo del cine experimental, como escribe un colega, refuerza la idea de un género canónico y grandioso en el que cabría algo como un monumento. En ese sentido, la película funge como un elemento conmemorativo. El esfuerzo monumental de esta pieza por dotar de información visual al espectador de manera frenética tiende a la desmovilización y parálisis. Por lo tanto, podemos comprenderla como un ejercicio de poder semejante al poder estatal, que refleja quién cuenta con la capacidad de construir un monumento. En nuestra época de exponer los múltiples regímenes visuales (entre otros), queremos otros tipo de cine, algo que se acerque a esos espacios vitales de otra forma, que deje más preguntas y reflexiones que declaraciones (tomadas en este caso de un dios mexica).
Esta obra, en tanto monumento, sí es la culminación de un ciclo en el sentido en que es una suerte de epitafio de un México que no existirá más, un México que en realidad nunca existió y no existe. Asimismo, ésta es una epístola de un grupo social que tímidamente ve con asombro y apropiación de imágenes prehispánicas a un territorio y a una sociedad que no comprende, optando por el frenesí como fuga. Los monumentos visuales pretenden subsumir y/o capturar unos tiempos, unos gestos y unas memorias, las mismas que serán descifrables en el futuro. Si esta obra es una epístola, la reliquia de un tiempo que fue o un preciosista ejercicio de representación de mitos, es algo que no sólo el tiempo lo va a dirimir sino también los públicos y los pueblos.
Festival Ficunam, sección Competencia Umbrales de Vanguardias Cinematográficas
Directora: Annalisa D. Quagliata Blanco
Compañía productora: LEC Laboratorio Experimental de Cine
México, 2024, 80 min