MUTA 2018: CORTOMETRAJES ARGENTINOS

MUTA 2018: CORTOMETRAJES ARGENTINOS

De cadencia de Marisol Bellusci y Luis Saray

Por Pablo Gamba

Cuatro cortometrajes argentinos recientes forman parte de MUTA, además de los largometrajes La película infinita de Leandro Listorti y El silencio es un cuerpo que cae de Agustina Comedi, ya comentados en Desistfilm, y el corto Come Out (1971) de Narcisa Hirsch, que figura en una sección dedicada a la muestra Ismo, Ismo, Ismo. Los cuatro están en el apartado Latinoamérica: De cadencia de Marisol Bellusci y Luis Saray, Let’s Take a Walk de Moira Lakowicz, In Film/On Video de Ignacio Tamarit y 35 a S8 de Leonardo Zito.

Si La película infinita fue realizada mediante el rescate, restauración y montaje de lo que se rodó de filmes nacionales que quedaron inconclusos, ocurre lo contrario en De cadencia. El material del que se apropiaron Bellusci y Saray proviene de películas que fueron parte de un cine que triunfó en la Argentina y que hoy está de regreso. Pero se perciben síntomas de malestar frente a él en la distorsión causada por la intervención de los fragmentos, y en la ruptura de la ilusión mediante la descomposición del movimiento hasta hacer perceptible la sucesión de los fotogramas y la materialidad del soporte. También en la recontextualización de las imágenes en el montaje, de manera tal que al baile en color de las envejecidas estrellas, Federico Luppi y Norma Aleandro, parecen responder disparos de películas en blanco y negro. No aplacan este malestar ni el delirio hollywoodense de autos que vuelan ni el sello de Cannes, incluidos como pruebas de lo que quiso y quiere ser este cine industrial y “de calidad”.

Toda película de found footage basada en filmes familiares plantea, en primer lugar, la inquietante pregunta acerca de por qué ese material, presumiblemente grabado con amor y para recordar bellos momentos de la vida, terminó en los sitios de donde es rescatado. No es una excepción Let’s Take a Walk, cuya apropiación del Super 8 incluye un tratamiento que acentúa la sensación de pérdida, a través del deterioro químico que produce en el material encontrado.

Otro atractivo de este cine es la singular forma de “actuación” que caracteriza a las personas filmadas por un familiar, y los planos que componen y movimientos que hacen los aficionados con una cámara ligera, sin conocimiento del oficio. Con esos personajes y esa narrativa se arma una historia, que es siempre como las del cine en el sentido de que la mayoría de las películas son también un ensamblaje de fragmentos de interpretaciones, que solo cristalizan como narración en el montaje. El corto de Lakowicz tiene la singularidad de que puede ser visto como un relato de viajes hecho sin cámara, con el material que grabaron otras personas en tres países, parte del cual es registro de otros viajes.

Tanto Moira Lakowicz como Ignacio Tamarit y Leonardo Zito forman parte del grupo más activo de cineastas experimentales de Buenos Aires en la actualidad, y los filmes con los que los dos últimos participan en MUTA expresan una preocupación recurrente entre ellos: la materialidad del soporte fílmico.

35 a S8 de Leonardo Zito

En tiempos en los que las películas registradas en el formato digital, establecido como estándar en la exhibición comercial, son información transmitida de un aparato a otro, 35 a S8 de Zito plantea la pregunta de qué significa transferir y si realmente es posible hacerlo con una imagen. Parte para ello de una interpretación literal del significado del verbo: el cineasta “transfirió” fragmentos de película en 35 mm y 16 mm a Super 8, pegándolos sobre la cinta. La versión digital que se presenta en MUTA permite inferir que para exhibir la obra original se utilizan dos proyectores, lo cual puede significar que la misma cinta pasa de uno a otro. Sólo siendo desmontada de una máquina, transportada e instalada en otra, de manera análoga, es como una película puede circular si se trata de una cosa física, como siempre es el caso del material fílmico.

En 35 a S8 se hace visible el soporte sobre el cual han sido registradas las imágenes, que es algo que se oculta en las proyecciones habituales para crear la ilusión de que cobran vida en la pantalla como fantasmas. Pero también hay personas y objetos reconocibles en la película, lo cual se debe a que las imágenes que se proyectan, cuando se usa un medio fotoquímico, se hallan en un tipo de registro que permite constatar visualmente su presencia en el soporte, en fotogramas. Es algo que no ocurre en el caso de los medios electrónicos, analógicos o digitales, y de eso se ocupa el cortometraje de Ignacio Tamarit.

In Film/On Video se parece al corto de Leonardo Zito por la técnica del pegado sobre película, pero lo adherido al film son aquí fragmentos de cinta de VHS. La interpretación literal del significado de “transferir” es también en esta película una ironía problematizadora, puesto que no hay imagen registrada que pueda verse en una cinta de video, ni en ningún soporte electrónico, por mayor resolución que ofrezca. Sólo hay información que puede “leer” un aparato. Las cifras expresadas en K tienen sentido para los sensores electrónicos, no para el ojo, aunque cínicamente se diga que hasta superan la capacidad visual humana.

Exhibidas en digital, lógicamente estas dos películas son otra cosa. Bromeó al respecto Tamarit, proponiendo un título diferente, cuando tuvo que presentar esta versión de su corto en la Bienal de la Imagen en Movimiento, en Buenos Aires, por no haber recibido a tiempo el material fílmico. Pero es algo imposible de resolver, si se quiere participar en festivales de cine de otros países con los presupuestos habituales de Latinoamérica. Aunque en la región haya cines que llegan al máximo actual en la carrera de los K, las condiciones materiales de producción y circulación de la cultura siguen siendo infrahumanas.

De cadencia

Realización: Marisol Bellusci y Luis Saray
Argentina, 2018

Let’s Take a Walk

Realización: Moira Lakowicz
Argentina, 2018

35 a S8

Realización: Leonardo Zito
Argentina, 2018

In Film/On Video

Realización: Ignacio Tamarit
Argentina, 2018