Por Mónica Delgado
La serie inspirada en diálogos y personajes femeninos de William Shakespeare que inició Matías Piñeiro hace algunos años, toma con La Princesa de Francia un cariz más arquetípico y dilucida una opción formal de modo casi matemático. El preludio musical, así de literal, con el que el cineasta arranca el filme, tanto a modo de resumen como bajo el influjo de lo coreográfico, describe una metáfora que servirá para el juego de relaciones entre hombres y mujeres que surgirá en el camino, y que de alguna manera grafica de modo muy elocuente el cine de Piñeiro (como en Viola o Todos Mienten incluso): su “summa” lúdica de la educación sentimental.
Este inicio marca la pauta del ritmo, pero no tanto en la sinfonía de Robert Schumann, o en la sonoridad de los textos de Shakespeare en sí, sino en lo que esa melodía propicia para organizar el flujo de los personajes, como si fuera un organigrama viviente, en sus jerarquías y huidas, y que vemos en la contemplación de un partido de fulbito desde la azotea de un edificio, que simboliza esta red emocional de las muchachas en lides de amor y desamor. Luego de esta suerte de introducción, Piñeiro se apodera de uno de los personajes para insertarnos en el mundo del teatro, en el juego de representaciones y máscaras, y en los submundos amorosos de un grupo de mujeres ante la llegada a Buenos Aires de un ex amante y amigo.
Piñeiro apuesta en algunas escenas por el picado, por ejemplo, que sugiere el ente observador que deforma: cámaras a la caza del sujeto registrado pero sobre todo de su entorno desde este fragmento en perspectiva. Los ensayos subvierten a los personajes, los convierte en entidades de lo verbal, y los colocan dentro de entorno enrarecido, donde van a ir apareciendo las idas y venidas (en escenas que se repiten una y otra vez) y los amantes compartidos. Así, Piñeiro somete a sus personajes a la fluidez de la repetición, para precisamente jugar con las posibilidades en el tiempo y espacio, y que quizás van a dar al mismo fin.
El manierismo que ya Piñeiro enarbolaba como bandera en la primera parte de Viola, sobre todo en esa fusión de capas de representación entre lo real y lo que dramatiza el teatro, en La Princesa de Francia logra un nivel mucho más alto de engranaje, más racional en la medida que expande las posibilidades de la puesta en escena de sus anteriores filmes. Hay personajes cantando, hay esa correspondencia cadenciosa entre los cuerpos de sus protagonistas, la racionalidad de lo verbal (libre de lo gratuito y azaroso), y esa invitación a la lógica del sueño como en Viola, pero la diferencia está en que aquí hay una cuota de control que se percibe como fórmula o marca de autor con más firmeza.
Director: Matías Piñeiro
Produtor: Melanie Schapiro
Productoras: Trapecio cine, Portable Films, Universidad Del Cine, Alta Definición Argentina, I-SAT
Reparto: Julián Larquier, Agustina Muñoz, María Villar, Romina Paula, Laura Paredes, Elisa Carricajo, Pablo Sigal, Gabi Saidón
Guión: Matías Piñeiro
Cinematografía: Fernando Lockett
Editor: Sebastián Schjaer
Sonido: Mercedes Tennina, Daniela Ale, Emilio Iglesias
Música: Julián Larquier, Julián Tello, Juan Chacón
País: Argentina
Año: 2014
Idioma: Spanish
Duración: 70 minutes