Por Mónica Delgado
Segundo largometraje del cineasta georgiano Dmitry Mamuliya, que ante todo es una inspección sicológica, seca y medida, sobre la respuesta de un ingeniero como testigo silencioso y accidental de un homicidio de un famoso causado por una mafia. La atracción que este personaje vive por los motivos del crimen, por indagar en esta genealogía de un modo casi ontológico, le dan un toque dostoiveskiano a The criminal mal.
Con estreno asiático en el Festival de Cine de Pingyao, y tras su paso por Venecia y Karlovy Vary, The criminal man se presenta como una indagación sobre la naturaleza del mal, de dónde se origina, y que tipo de poder otorga. Y el clima que Mamuliya elige para su puesta en escena es el del distanciamiento, de un George Meskhi (encarnado por un fantasmal George Petriashvili), que solo transmite su fascinación a través de miradas, de sus regresos al lugar del crimen en medio de la carretera, de sus gestos al ver la televisión que emite los avances en la investigación del crimen. La puesta en escena es abrupta, y poco a poco descubrimos que la apuesta de Mamuliya es tratar de entrar en la mente de George. Por ello, no solo se muestra una tránsito o metamorfosis en la pulsión, en la ética y moral de este personaje, sino en la puesta en escena misma, que va de planos muy abiertos, de pocos diálogos en clave distanciada, hacia un montaje de elipsis, hasta llegar a la completa ensoñación desde los códigos del protagonista.
Como si se tratara de un detonante espiritual, el crimen va transformando a George, lo va motivando a explorar, como una suerte de detective malsano, expedientes de criminales, o simplemente, a dejar a flote lo reprimido que hay en él, y soltar sus impulsos, como lo haría cualquier asesino sin ley.
El asesinato del famoso futbolista, y que en el film se relaciona temáticamente por los noticieros, por ejemplo, con el crimen del arquero colombiano Escobar por fallar un penal, adquiere para George la dimensión de ser testigo de un hecho histórico y extraordinario, como si eso lo empoderada aún más en su lugar en el mundo, ya que siendo parte de este hecho de alguna manera, prefiere mantenerse al margen y no dar pistas a las autoridades. Así, este rol de espectador va modelando su forma de vida, siempre al margen, en su casa donde vive con su hermana y sobrina, y en su mismo trabajo.
Mamuliya se inspira mucho en personajes diversos de la literatura rusa, de Dostoievski a Chéjov o Tolstoi, en la manera que aluden a transacciones existenciales, y que buscan adentrarse no solo en la descripción o composición del protagonista, sino en la forma en que esta transformación emerge. Un film potente y extraño.
Sección: Crouching tigers
Director:Dmitry Mamuliya
Guion: Dmitry Mamuliya, Archil Kikodze
Fotohgrafía: Anton Gromov, Alisher Khamidkhodzhaev
Editor: Andrey Klychnikov
Diseño de producción: Kote Japaridze, Nikita Evglevski
Diseño de vestuario: Ketavan Kalandadze, Vasilisa Zemskova, Jurate Shunyavichute
Sonido: Paata Godziashvili
Georgia, Rusia, 2019, 137 minutos