Por Mónica Delgado
Un año más que este joven festival se sigue fortaleciendo, y también el último en que reciben subvención municipal y nacional. Pero a pesar de la posible eliminación de este apoyo, el festival se ha hecho un nombre en la misma China, como un espacio de encuentro y de visibilización del trabajo de nuevas generaciones, en un país que es como un continente y que no tenía un lugar para la exhibición de un cine independiente lejos de las formalidades y restricciones de otros eventos similares locales. Como me dijo un colega periodista local, “Pingyao es distinto, las películas son diferentes y el ambiente no es aburrido como pasa en otros festivales de China”.
Es que la censura o las limitaciones del actual sistema de control cultural en las estéticas y contenidos de los films podrían convertir en aburrido cualquier festival y evento de cine en el mundo. Pero Jia Zhang-Ke y Marco Müller han sabido no solo lidiar con esta traba sino apostar por hacer que la comunidad china, sobre todo estudiantes, muy ávidos, estén al tanto de lo que pasa en el cine actual, y qué pasa con sus propios cineastas, quienes parecen estar en deuda o muy influidos por la sexta generación de realizadores de ese país (el mismo Zhang Ke, Lu Xuechang o Lou Ye, o incluso los más recientes tipo el cine de Hu Bo o Bi Gan).
Si Pingyao es una ventana al cine chino independiente y de jóvenes promesas, esta se encuentra en la sección Hidden dragons, dedicada a óperas primas y segundos largos, y en los proyectos que brindan para producir nuevos trabajos en work in progress. Y también está la sección Made in Shanxi, que busca visibilizar a los realizadores de la región. Ya hemos escrito sobre algunos films, y precisamente la ganadora del premio Fei Mu, Wisdom Tooth, realizada por un joven cineasta que no sale de las canteras de alguna escuela de cine, marca una nueva ruta, más amateur pero que no significa que se baje el nivel de producción. Este es el mismo caso de A trophy on the sea, cuyo cineasta es un artista visual y que tampoco pasó por escuela de cine alguna. Un mensaje casual que el festival celebra y que podría ser una tendencia y a la vez motivación para los jóvenes interesados en hacer cine.
Se ha tratado de una edición ordenada y esmerada, que se ha centrado tanto en informar al espectador chino sobre el estado de la cuestión a partir de algunos films presentados ya en Toronto, Venecia y Cannes sobre todo. Y que presenta un panorama compacto de cineastas chinos (donde sí es evidente el poco acceso a las mujeres en la dirección de los films).
A continuación, resaltamos dos temas a modo de balance:
Las ganadoras latinomericanas
“A pesar que este festival tiene la denominación de ‘internacional’, es un evento para los chinos, absolutamente para ellos, para que se conecten, por ejemplo, con el cine latinoamericano. En la proyección de Nuestras Madres, cuando pregunté en el Q & A al público si sabían dónde quedaba Guatemala, el país del cineasta César Diaz, nadie supo responder. No sabían nada de Centroamérica, y el film de alguna manera da pie para profundizar en otras realidades, más allá incluso de lo cinematográfico”, indicó Marco Müller a Desistfilm.
En esta edición resultaron ganadoras del premio Roberto Rossellini a la mejor película y a mejor director: A febre de Maya Da Rin (Brasil) y Nuestras madres de César Diaz (Guatemala), respectivamente. Ambos films estuvieron en competencia en la sección Crouching tigers (titulado así en honor al film de Ang Lee), dedicada a primeros o segundos largometrajes de una selección internacional. Obtuvieron este reconocimiento en una carrera junto a otros films de Georgia, China, República Checa, Japón o India.
¿Qué indica la decisión de premiar a estos dos films en la sección más importante del festival? Por un lado, el interés del jurado por destacar un cine que podría lucir un tanto periférico y que muestra realidades muy lejanas: desaparecidos en guerra interna en Centroamérica o la cuestión de desarraigo y territorio en la selva de Manaos. Y por otro, resaltar narrativas que se muestren dialogantes con las nuevas tendencias del cine latinoamericano, que si bien tiene toda la marca de la fórmula festivalera, ha sabido sobresalir por una sensibilidad especial, sobre todo en la notable A febre. La decisión del jurado fue unánime para ambos films.
New Indian Cinema: la retrospectiva
Un hito desde ya es esta retrospectiva que recupera en copias restauradas y remasterizadas, de doce producciones entre 1957 y 1978 del llamado Nuevo cine indio, muy influido por las nuevas olas (sobre todo francesa) y por el contexto histórico de Mahatma Gandhi y la independencia del yugo británico.
Es clara en este corpus, que abarca veinte años, la necesidad de diferenciarse del cine industrial que ya venía siendo exitoso y popular en la India, ya en los años cincuenta, marcado por un cine de géneros, orientado a entretener a las masas, sobre todo desde esa clásica mezcla tragicómica que ha caracterizado históricamente al cine indio (antes de la efervescencia ya conocida de los musicales o el estilo Bollywood).
Esta retrospectiva arranca con The pathetic fallacy (Ajantrik, 1957), del celebrado y padre de este nuevo cine indio, Ritwik Ghatak, que marca una ruptura clara con el cine cómico más canónico y populachero, pleno de gags y slaptick exacerbado y absurdo que gobierna por aquellos años al cine del país. En este film, el cineasta parte precisamente de este estereotipo, siguiendo a una suerte de El gordo y el flaco en un viaje hasta una comunidad en un taxi que rentan a regañadientes. De pronto, Ghatak abandona a estos personajes para iluminar al verdadero protagonista del film, un taxista que vive enamorado de su carro, una carcocha que apenas puede andar. El film se muestra como una gran road movie, donde este chofer va de pueblo en pueblo, llevando prófugos, o siendo cobijado en una fiesta tribal (incluso aquí Ghatak apuesta por el toque etnográfico observacional).
Un punto alto en esta selección aparece con los trabajos de Mani Kaul (con la brillante Duvidha de 1973 y con Uski Roti de 1969) y de Govindan Aravindan (Uttarayanam de 1974 y Thampu de 1978). Obras ejemplos de libertad creativa en las de Mani Kaul, de gran sentido poético, y de afrenta política como las de Aravindan, prestas a aportar a la reflexión pre independencia.
Ojalá que esta retrospectiva encuentre espacio en algún festival o muestra latinoamericana, ya que a todas luces es imprescindible.