
Por Aldo Padilla
“Extraña” parece la única definición que puede darse a la edición 2018 de Rotterdam, ya que a pesar de la notable organización del festival, su programación dejó unos pocos baches en algunos casos insalvables. Posiblemente el peso de los años y su efecto sinusoidal, la cantidad de filmes y tendencias por abarcar mucho más de la cuenta, le haya pasado la factura al festival holandés, aunque esto no disminuye las grandes películas nuevas y consolidadas que se vieron por primera vez.
Uno de los problemas más evidentes fue la presencia de filmes notablemente deficientes, que en algunos casos venían de parte de artistas visuales devenidos en directores de cine, el motivo parece ser el intento de estos nuevos directores en aplicar sin mucha flexibilidad los mismos principios que utilizan en sus artes de procedencia, lógicamente no es posible generalizar la anterior idea, pero la muestra de este año da para una leve preocupación.
La idea de Rotterdam parece consolidarse en la búsqueda de ser el espacio más importante del cine de nuevos directores y sus dos secciones más destacadas están enfocadas a ello. Esto permite abarcar distintas corrientes, ya que, por un lado, hay un corriente fuertemente experimental que se puede ver en sus cortometrajes y en secciones como History of shadows, mientras que a la vez hay una corriente más ecléctica como Bright future, donde conviven un cine rompedor con otros extremos de cine pseudocomercial. En esa búsqueda es donde el festival se ha ido cruzando con este tipo de cine de dudosa calidad con una tendencia a la exaltación de la decadencia humana, aunque también debe tomarse esto como una muestra de las distintas corrientes en la cinematografía actual. Rotterdam tiene la oportunidad de seguir consolidando una idea de festival que es único y que busca un equilibrio respecto a los cuatro grandes festivales que basados en alimentarse en base a grandes nombres.
Competencia Internacional: La sección que se vio más disminuida en calidad respecto a la anterior edición fue la competencia principal Hivos Tiger, que este año estuvo basada en una línea muy marcada por personajes en busca de una identidad poco clara, donde a pesar de la selección de una muy buena película como fue The widowed witch y dos películas rescatables (The reports of Sarah and Saleem, Djon Africa), no hubo una gran obra maestra como lo fue el año 2017 Arabia o grandes revelaciones como la chilena Rey o la norteamericana Columbus. Aunque el punto más bajo fue el despropósito llamado Possessed, un collage sin forma que define los pocos errores de programación. No puede negarse el riesgo que implica la idea de apostar casi todo hacia nuevos directores y Rotterdam debe mantenerse en ese rumbo, pero con un filtro un poco más riguroso.
La gran noticia fue la victoria de la ya nombrada The widowed witch de Cai Chengjie, comedia que recurre al absurdo y a un humor muy propio de china para desarrollar la historia de una viuda negra accidental, cuyos esposos siempre terminan muriendo, la mujer constantemente es acusada de brujería, aunque durante el film termina mostrándose que aunque ella no fuera bruja de nacimiento, lo era por mayoría de votos. Pequeños milagros bajo el contexto de una sociedad machista y una dirección que maneja la ruralidad de la zona para contrastarla con el frío que siempre ronda a la protagonista.
Mientras tanto la mención honrosa recayó en el film palestino The reports of Sarah and Saleem de Muayad Alayan, posiblemente uno de los filmes más convencionales de la competencia, pero resuelto con mucha solvencia y que se mueve en terreno del subg´rnero del thriller fahardiano: una bola de nieve que se desencadena debido a la relación entre una mujer israelí y un palestino, que destapará las serias diferencias sociales en Israel y un sistema de castas instalados que parece imposible de romper.

Cine latino: El cine latino no estuvo exento de esa mini debacle del festival y de cierta forma todos los países fueron golpeados aunque a distintos niveles. En el caso de Chile el país no llevo estrenos mundiales, aunque si tuvo presentación de la coproducción Los versos del olvido del iraní Alireza Khatami que a pesar de ser filmada en Chile, tiene un tono bastante más cercano a una fábula oriental que a un film chileno.
Argentina, por su lado, tuvo una presencia parcial, ya que la retrospectiva de Campusano fue un gran aporte pero tuvo una presencia menor en otras secciones. Encabezada por Los vagos en su estreno internacional, film alejado de lo narrativo y concentrado en pequeños episodios de adolescentes sin mucho rumbo en un entorno ajeno, además de la gran recepción a Una ciudad de provincia de Rodrigo Moreno y los excelentes cortos Between relating and use y Nosotros solos. Sin duda una de las sorpresas latinas fue la presencia de Ecuador con el documental La muerte del maestro de José María Avilés, uno más de los múltiples y exitosos egresados de la Universidad del Cine (Argentina). El film asemeja a un anciano con las zonas castigadas por el temblor del 2016 y lo transforma en un recorrido naturalista que muestra la fuerte relación del Maestro con sus rebaños y el entorno.
La presentación de Colombia también dejo muchas dudas con el estreno mundial del film La Torre que con una fuerte tendencia al cripticismo y la metáfora, retrata las consecuencias del atentado del 2004 en Medellín contra una biblioteca, aunque en ciertos momentos su acercamiento experimental tiende hacia lo paródico. Distinta la suerte del gran documental Cartucho, que ya pasará con mucho éxito por festivales como FIDMarseille.
Caso aparte es el cine mexicano que en esta edición presentó un cine indescifrable, sin un rumbo claro y recurriendo a los excesos, a la misantropía y a ideas que van en una línea tendiente al desprecio humano, que se vio en sus estrenos principales Tiempo compartido (que venía avalada por un premio en Sundance) y en el mediometraje Piérdete entre los muertos.

Cine Estadounidense: Los Oscars marcaron la presencia del cine estadounidense en Rotterdam en este año con buena parte de sus nominadas. Este grupo estuvo encabezado por la nueva película de Paul Thomas Anderson Phantom Thread, una búsqueda de renovación del concepto de musa y la creación artística como un proceso de violenta ternura y de depuración de un atormentado modisto. La obra de Anderson parece haber sido creada en clave de sinfonía, lo que se confirmó con la musicalización en vivo del film a cargo de la orquesta sinfónica de Rotterdam y donde se comprobó que las diferentes capas del film no solo pasan por los magníficos Daniel Day Lewis y Vickie Krieps, sino por la cadencia y elegancia de las melodías de Greenwood y las texturas de las creaciones del diseñador ficticio, además de un Anderson completamente entregado a su creación.
Si Anderson venía precedido por una pasión incontenible de masas y que va aumentando a medida de su estreno comercial en el mundo, el caso de Chloe Zhao con The Rider viene caracterizado por una suerte de olvido desde su partida en Cannes, ya que a pesar de haber pasado por distintos festivales, la crítica no le ha dado un lugar merecido en el olimpo del 2017. The Rider retrata de forma descarnada una pasión truncada debido a un accidente, a pesar que esta pasión es el rodeo texano lo cual puede plantear ciertos cuestionamientos morales debido a su naturaleza. Zhao logra reflejar todo el trabajo y dedicación detrás de una disciplina con muchas matices y detalles, además de un tratamiento de personajes con mucho cariño, desde el protagonista cuyo amor hacia el rodeo se siente en el metraje y la construcción de dos personajes discapacitados construidos con fuerza y honestidad y alejados de cualquier condescendencia.

Retrospectiva: A pesar del olvido de Argentina en la competencia principal, la retrospectiva de este año compensó en forma de tributo a un director singular en Sudamérica como es José Celestino Campusano. La retrospectiva casi completa del director recorre el periodo entre 2008 hasta el presente, mostrando la evolución desde un cine precario hasta un gradual perfeccionamiento técnico. La obra de Campusano es muy conocida tanto por su estética como por sus personajes que tienden hacia lo pintoresco, además de ciertos códigos de comportamiento que remiten a su obra a un cine más antiguo, aunque lo más característico es su gran universo cinematográfico, el cual está concentrado en las periferias ciudadanas, donde el gran Buenos Aires es su gran protagonista, alejada de la mirada europizante de la capital federal. Si bien lo anterior es un tópico y existe mucho desarrollo crítico sobre estos aspectos de Campusano, también debe destacarse una mirada fuertemente masculina en parte de su cine, derivado de la ausencia de protagonistas femeninas o en caso de su existencia una tendencia a que sean el eje problemático, lo que quiere decir que son rompedoras del equilibrio y que posteriormente debe ser rescatadas debido a los problemas generados, aunque esto es solo parte de su cine, ya que en otra parte su mirada es bastante más amplia con un empoderamiento femenino y con un gran tratamiento de las minorías sexuales.
La selección de los films parte de sus películas consagratorias como Vil Romance y Fango y termina en su etapa más sólida con El Sacrificio de Nehuen Puyelli y El azote, esta última que fue recién estrenada en Mar de Plata y que consolida la mirada de Campusano fuera de Buenos Aires, en este caso en Bariloche, alejada del glamour invernal y concentrada en la complejidad de la reinserción de adolescentes problemáticos en medio de una galopante gentrificación. Aunque es preciso nombrar que también estuvo presente El arrullo de la araña que parece estar un tanto desconectado del universo creativo de Campusano y que tiende a ser una experiencia más teatral y ligada al director principalmente por su reivindicación social.

Experiencias audiovisuales: Hay una tendencia de Rotterdam en no limitarse al cine como tal y cada año propone diferentes experiencias audiovisuales que este año tuvo uno de los nombres más recurrentes del festival, Apichatpong Weerasathakul. Muy acorde con la línea de sus films presentó la instalación SLEEPCINEMAHOTEL, en la cual los participantes podían experimentar el sueño bajo la influencia de las imágenes y sonidos preparados por el director, en base a la naturaleza en sus diferentes etapas oníricas, además de una disposición de camas que permitían una experiencia colectiva, todo esto bajo el universo onírico construido en su filmografía.
El caso de la instalación de Campusano es uno de los giros más extraños en una filmografía ya que Brooklyn Experience es un recorrido audiovisual en 360° de un Brooklyn más periurbano caracterizado por la variedad de migrantes que habitan en dicha zona, si bien la exploración del territorio está muy presente, existe una narración de trasfondo relacionada con los problemas de identidad y racismo presente en un Nueva York alejado de los clichés. La experiencia mediante al sonido trata de direccionar al espectador hacia donde ver de forma de seguir parte de los diálogos y la narración de trasfondo, protagonizado por un padre tendiente al racismo y un hijo y una hija con parejas interraciales. Si bien Campusano se mueve en sus temas recurrentes es destacable el riesgo que toma al experimentar con la técnica de 360°, como ya lo hizo el año pasado Tsai Ming Liang. El debate si un film en 360° responde a los principios básicos del cine es amplio, pero sin duda que los cineastas incursionen en ese campo ayuda a generar herramientas para un debate serio.
Las mejores: A pesar de las quejas que se pueden plantear sobre la edición del año, las películas que destacaron lo hicieron a gran nivel y aunque no es sorpresa, los documentales dieron las mejores sensaciones respecto a un cine que siempre busca reinventarse.
Para este balance decidí confeccionar dos listas debido a la particular naturaleza de Rotterdam, donde existen un buen porcentaje de estrenos mundiales donde la programación concentra su gran fuerza, pero también tiene una variada muestra de filmes entre grandes nombres y directores noveles que ya estrenaron en otros festivales y que también merecen ser nombrados a modo de resumen de lo mejor de la edición.
Estrenos Mundiales
- La película infinita, Lisandro Listorti
- Good Evening to the People Living in the Camp, Joost Conijn
- La estrella errante, Alberto Gracia/ Santos # 2, Work in Progress, Anton Corbal
- Azougue Nazaré, Tiago Melo
- The widowed witch, Cai Chengjie
Films que no son estrenos mundiales
- Homogeneous, empty time, Thunska Pansittivorakul y Harit Srikhao
- Phantom Thread, Paul Thomas Anderson
- The Rider, Chloe Zhao
- Jusqu’a la garde, Xavier Legrand
- El Azote/ El sacrificio de Nehuen Puyelli, José Campusano