ROTTERDAM 2025: ¡CAIGAN LAS ROSAS BLANCAS! DE ALBERTINA CARRI

ROTTERDAM 2025: ¡CAIGAN LAS ROSAS BLANCAS! DE ALBERTINA CARRI

Por Mónica Delgado

A diferencia de Las hijas del fuego (2018), en ¡Caigan las rosas blancas! hay más sutilezas, más espacios para la imaginación de lxs espectadorxs; hay menos discursos y más imágenes, en un sentido lúdico, errático, que puede llegar a ser evocador de otros referentes fílmicos. Ya no hay una voz en off que gobierna la mirada, que rige el tono del film; ya no hay “nietas ni bisniestas ni hijas ni hermanas de las que pusieron su sangre y su cuerpo”, como rezaba alguna vez uno de los personajes; y ahora se abre paso un ejercicio colectivo de búsqueda y hallazgos en torno a la misma concepción estética del cine.

El paso de Las hijas del fuego a este reciente largometraje podría comprenderse como un gesto de revancha. Se sabe que algunos sectores conservadores de la tierra de Milei hicieron fuertes críticas a un abordaje demasiado burgués, feminista,  o lesbopornográfico, en torno a los cuerpos y diversidades, a tal punto que en alguna escena de ¡Caigan las rosas blancas!, uno de los personajes menciona estos comentarios a modo de burla. Pero también es una revancha en torno a lo que Carri viene realizando hasta la fecha, y en este sentido, este reciente film es un lado B, el reverso de todo un proyecto, un modo alterno para mostrar el acto creativo dentro del cine que no estaba tan expuesto en otras obras de la cineasta.

El film de Albertina Carri comienza con un recurso necesario para pensar los procesos del cine en sí mismo: el cine dentro del cine, partiendo del rodaje de una película de corte artie y artificioso sobre mujeres y hecha por mujeres, (donde incluso la misma Carri hace un cameo como directora de foto). En estos primeros minutos, dentro de un estudio, Carolina Alamino -también coguionista- encarna a una directora exigente, Violeta, que se muestra incómoda al encontrar una escenografía en el set que no cumple sus expectativas (pide más flores para el decorado de una escena, y de allí la relación explícita con el título del film). Tras unas situación inesperada, decide escapar hacia Misiones, en un viaje con otras tres mujeres, amigas y algunas compañeras del crew del film inconcluso. Bajo la lógica de la road movie, las mujeres deambulan por diversos parajes y se cruzan con gente que las ayuda, hasta que un accidente hace que Violeta encuentre de casualidad una cámara de 16mm. Esta herramienta genera una ruptura en la ruta y un replanteamiento de lo que quiere la cineasta para el destino de la producción que dejó en Buenos Aires. Violeta decide volver a contactarse con su productora, una agente brasileña, quien ante el regreso le da un nuevo proyecto a pedido de coproductores europeos: un documental sobre la pobreza latinoamericana (y como mencionó Carri en el Q&A, una cita elocuente a un asunto que Luis Ospina criticaba en Agarrando pueblo). En este nuevo rodaje con cámara en mano por las calles de Sao Paulo, el grupo de mujeres conoce a un personaje enigmático, que hace cambiar nuevamente el rumbo del proyecto.

Así, Carri propone un film sobre el desplazamiento, del estudio de cine al campo, del set a la carretera, de la cámara digital al fílmico, de la incertidumbre a la certeza, de la contención a la magia.

Para seguir marcando la diferencia con Las hijas del fuego, en este nuevo film hay toda una presencia de elementos extraños, por momentos surreales o paranormales (que hacen recordar la narrativa del horror y lo fantástico de escritoras argentinas reconocidas), pero también mucho humor de estilo pop con ecos al primer Almodóvar, al humor kitsch del cine urderground alemán de los setenta, o a las fantasías eróticas de Bertrand Mandico (sobre todo hacia el final). Y también, la alusión a universos sci-fi creado por mujeres, como la citada Ursula K. Le Guin, que menciona Violeta en alguna parte del film.

El cierre de ¡Caigan las rosas blancas! (que obviamente no vamos a revelar) solo confirma la premisa total de la película: la entrega absoluta al placer de la ficción y al proceso mismo de ficcionalización, de la creación narrativa misma, libre y vertiginosa, donde lo único necesario es una prueba de verosimilitud, en este caso una entrega al mundo autónomo de vampiras, brujas, raíces carnívoras y lascivas que crea Albertina Carri para nosotras.

Sección Big screen competition
¡Caigan las rosas blancas!
Directora: Albertina Carri
Productora: Eugenia Campos Guevara
Guion: Agustín Godoy, Albertina Carri, Carolina Alamino
Fotografía: Sol Lopatin, Wilssa Esser
Edición: Lautaro Colace
Diseño sonoro: Mercedes Gaviria
Música: Paloma Peñarrubia
Reparto: Luisa Gavasa, Carolina Alamino, Mijal Katzowicz, Maru Marcet, Rocío Zuviría, Renata Carvalho, Laura Paredes, Valeria Correa