Por José Carlos Cabrejo
El cine de Alfred Hitchcock trató el tema de la doblez de muchas maneras. Los personajes que interpretan Otto Kruger y Joseph Cotten en Sabotaje (1942) y La sombra de una duda (1943) respectivamente, esconden detrás de su apariencia cálida y encantadora sus lazos con un mundo sórdido y criminal. Podemos encontrar variaciones de este tipo de doblez en Psicosis (1960) y Frenesí (1972), cintas en que asesinos en serie se enmascaran detrás de la imagen de un tímido administrador de motel o de un afable verdulero.
En Rebecca (1940), el personaje de Joan Fontaine quiere dejar de ser ella misma para convertirse en la encarnación de otra persona, la fallecida esposa del aristócrata interpretado por Laurence Olivier. Hitchcock retomaría la figura del doble de una mujer muerta en Vértigo (1958), cinta en la que Judy Barton se convierte en la mujer que “resucita” a Madeleine Elster (ambos personajes interpretados por Kim Novak), al estar sometida a la obsesión mortuoria de Scottie (James Stewart).
La doblez que recorre el cine de Hitchcock está más presente que nunca en las expresiones audiovisuales contemporáneas. Está en el cine de David Cronenberg, con el Tom Stall (Viggo Mortensen) de Una historia violenta (2005), que tras su imagen de héroe y cabeza de familia ejemplar, oculta su pasado delincuencial, o en una serie de televisión como Breaking Bad, en la que Walter White (Bryan Cranston), un profesor de química, padre y esposo de apariencia inofensiva, se dedica a la fabricación y comercialización ilegales de metanfetaminas.
Subsuelo/Subconciente
Pero si hubiera que escoger un cineasta que recoge la esencia de la doblez del cine de Hitchcock es David Lynch. En Terciopelo azul (1986) Jeffrey Beaumont (Kyle MacLachlan) desciende desde Lumberton, una localidad norteamericana de aura näif, hacia un submundo poblado por gánsteres y seres retorcidos, gracias a una oreja mutilada que encuentra en un jardín. Sin embargo, el viaje de Jeffrey es interno, dado que recorre los senderos más oscuros de su alma, para así convertirse en un mirón al estilo del Norman Bates de “Psicosis”, o en un sujeto que trata a una mujer con la misma violencia con que Hitchcock agredía el cuerpo o la mente de los personajes que Tippi Hedren interpretaba en “Los pájaros” (1963) o Marnie (1964).
Es justamente Terciopelo azul la película de Lynch que realiza oposiciones femeninas que se conectan con las visiones hitchcockianas. Así como el Scottie de Vértigo forma parte de un triángulo amoroso compuesto por una mujer “muerta” de pelo rubio (Madeleine) y otra viva de pelo oscuro (Judy), Jeffrey Beaumont experimenta lo mismo con la cándida Sandy (Laura Dern), de cabellera dorada, y la trastornada cantante Dorothy Vallens (Isabella Rossellini), de cabellera negra (la rubia Naomi Watts y la morocha Laura Elena Harring también son trabajadas como figuras antagónicas, aunque en sentidos muy diferentes, en otra cinta del mismo director: Mulholland Dr., del año 2001).
La proximidad del cine de Lynch con el clásico del realizador británico es aún más notoria en su serie de TV Twin Peaks (1990-1991). La actriz Sheryl Lee no solo interpreta a Laura Palmer, la joven rubia asesinada, sino también a Madeleine Ferguson, la prima de pelo negro que sorprende al pueblo de Twin Peaks por su extraordinario parecido con Laura.
De entre los muertos
En esa ruta, Lost Highway (1997) es la película de David Lynch que se acerca más al planteamiento de Vértigo de una dama recreada por un hombre, a la manera del mito de Pigmalión, aquel personaje que crea a partir de una escultura a su mujer ideal y perfecta. Scottie “esculpe” en el cuerpo de Judy Barton la imagen de su añorada Madeleine Elster, al maquillarla, vestirla y peinarla como ella. Fred Madison (Bill Pullman), por su parte, es acusado de haber asesinado a su esposa Renee (Patricia Arquette) y encarcelado por ello. Ya en prisión, sufre una metamorfosis inexplicable y sobrenatural, y se convierte en un sujeto mucho más joven, Pete Dayton (Balthazar Getty). Este personaje, al ser liberado, conoce a una mujer llamada Alice e idéntica a Renee, solo que es rubia y no morocha.
La forma en que Hithcock expuso las imágenes de Madeleine y Judy en Vértigo recuerda aquel objeto matemático conocido como la “cinta de Möbius”, que aparenta poseer dos caras pero que en realidad tiene solo una. El final de Vértigo revela que los dos personajes interpretados por Kim Novak, a pesar de presentarse en muchos aspectos como opuestos, son la misma persona. Pues lo mismo ocurre en Lost Highway [i], dado que a lo largo de esta película, el protagonista (que es Fred Madison transformado en Pete Dayton) va dándose cuenta que Alice en realidad es Renee.
En una nueva metamorfosis el protagonista vuelve a ser el personaje original, Fred Madison, y al ingresar a una cabaña en medio de un desierto, se encuentra con el Hombre Misterioso (Robert Blake), vestido de negro, con el rostro pálido, y con una videocámara, quien, alzándole la voz, le dice que la mujer con la que estuvo no es Alice, y que su verdadero nombre es Renee.
Fred no solo tiene la capacidad de transformar su propio cuerpo, sino el mundo que lo rodea, de tal manera que logra encarnar en Alice lo que le hubiera gustado que sea Renee: no la mujer que le puso los cuernos con Dick Laurent (Robert Loggia) –tal como se muestra en una de las últimas escenas del filme, en un hotel llamado igual que la película-, sino más bien la fémina que es infiel a dicho gánster con él, convertido en Pete Dayton. La cabellera rubia en Vértigo y Lost Highway es el artilugio que usan sus protagonistas para engañarse a sí mismos y creer que la mujer que anhelan realmente ha cobrado vida. Sin embargo, Scottie lo hace fungiendo de director teatral, preparando a Judy para que devenga, a través de la vestimenta y el maquillaje, en el personaje de una puesta en escena necrófila; mientras que Fred lo consigue a la manera de un ser con poderes mágicos, como el de “transmutar” su subconsciente en la realidad, cumpliendo el deseo de resucitar a su esposa transitoriamente, para que reivindique su virilidad mancillada.
Scottie y Fred recorren las curvas de la cinta de Möbius para encontrar a la mujer de sus más grandes fantasías, pero sin darse cuenta que ella siempre estuvo a su lado creándolas, desde un mundo paralelo, sea el de la memoria fragmentada o el de la muerte teatralizada.
[i] Las conexiones de “Lost Highway” con la cinta de Möbius ya habían sido identificadas por Bernd Herzogenrath en su texto “On the Lost Highway: Lynch and Lacan, Cinema and Cultural Pathology”. Pueden leer su texto aquí: http://www.othervoices.org/1.3/bh/highway.php