Por Mónica Delgado
En Un verano con Mónica (Sommaren med Monika, 1952), Ingmar Bergman propone una serie de recursos para describir una historia pesimista de confrontación entre la ciudad y el campo, entre la juventud y la pesadez de la vida adulta, entre la vida obrera y el disfrute burgués sin sentimiento de culpa. Más allá de la modernidad de la historia que mostraba planos éticos en torno al respeto a determinados principios y la libertad al margen de ellos, este film muestra cómo Bergman se acerca a la materialización de estas dicotomías a través de la figura del umbral. Pasajes, tránsitos o simples “puertas” que sirven de entrada y salida a nuevos entornos, vías hacia una arcadia para la ensoñación y la vida en paraíso.
El paso por estos umbrales no solo están siendo revelados como caminos al cambio, sino también van construyendo o permiten acentuar la efusividad o soltura de Monika (encarnada por Harriet Andersson), como aperturas a un mundo femenino natural y salvaje.
En este video ensayo exploro el modo en que Bergman construye este relato, a partir de fundidos y fundidos encadenados, como unidad mínima que da materia, también, a estos estadios interiores.