Por Pablo Gamba
El cielo del centauro (2014), la película de apertura del 17° Bafici, es el séptimo largometraje del argentino radicado en Francia Hugo Santiago y representa su regreso a filmar en Buenos Aires desde que rodó allí su ópera prima, Invasión (1969). Esa otra película, coescrita por Jorge Luis Borges y Santiago, basada en una idea del mismo Borges y Adolfo Bioy Casares, se ha convertido en una obra de culto del cine argentino, además de un ejemplo controversial de aproximación a la temática de la subversión armada y la represión, contemporáneo a La hora de los hornos de Fernando Solanas y Octavio Getino.
Una clave de El cielo del centauro está en las pinturas sobre la Guerra de la Triple Alianza, de Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay (1864-1870), realizadas por el fotógrafo y pintor ingenuo Cándido López, que perdió en combate la mano con la que pintaba. En ellas está plasmada una guerra que el artista se inventó, en la que en contraste con la realidad del conflicto, predomina el colorido de los paisajes por los que marchan las tropas. Lo menciona uno de los personajes, que de esa manera introduce el problema de la ficción y sus referentes reales, uno de los aspectos más relevantes de Invasión y también de esta película.
Por su historia fabulesca y borgiana de un marino que desembarca en Buenos Aires para entregar un paquete enviado por su padre, y que al intentar hacerlo se ve involucrado en un conflicto de falsificadores que buscan apoderarse de un fabuloso Fénix, la película es un homenaje a Hitchcock y al cine negro, en particular a El halcón maltés (The Maltese Falcon, 1941), entre otros filmes. Esto incluye diversos detalles de humor cinéfilo, como el clásico ruido de los pasos. Pero el tema de Santiago es también aquí, al igual que en Invasión, cómo se transfigura la Buenos Aires real en el mundo imaginario en el que se desarrolla la historia que se relata, lo que trae a colación películas de la Nueva Ola francesa como las de Jean-Luc Godard y también París nos pertenece (Paris nous appartient, 1961) de Jacques Rivette.
La función del mapa de apariencia tridimensional del filme de 1969 la desempeña en El cielo del centauro el recurso de la decoloración. De esa manera la ciudad filmada conserva un vestigio de su aspecto real en el blanco y negro del universo cinematográfico evocado, en contraste irónico, además, con la colorida pintura de López. La metáfora del ajedrez vuelve a aparecer, acompañada aquí del correlato entre el destino escrito en las estrellas, que evoca la constelación del título, y las líneas que pueden trazarse en el mapa de la ciudad siguiendo el itinerario del protagonista. Pero lo más importante es cómo la violencia de la historia se hace presente en una ficción que tiene la consistencia de la materia de la que están hechos los sueños que persiguen los personajes de El halcón maltés. Eso también establece un puente hacia cómo el problema de la lucha armada y la represión estaba planteado en Invasión mediante los recursos del extrañamiento. El horror de la Argentina real se hace patente en el sonido que acompaña la secuencia de los cuadros del manco, los cuales ilustran una guerra que pareciera muy distante en el tiempo, contra enemigos que hoy sólo son campos de colores en los mapas. La historia parece haberle inventado el nombre al artista: Cándido.
Película de apertura
Director: Hugo Santiago
Guión: Hugo Santiago, Mariano Llinás
Fotografía: Gustavo Biazzi
Reparto: Malik Zidi, Romina Paula, Carlos Perciavalle, Roly Serrano
Duración: 93 min
Países: Argentina-Francia