BAFICI 2017: BALANCE (LOS DILEMAS DEL RIESGO)

BAFICI 2017: BALANCE (LOS DILEMAS DEL RIESGO)

Por Pablo Gamba

“Intensificación de las novedades y el riesgo de los bordes” fue el camino que le trazó al 19° Bafici el director artístico, Javier Porta Fouz, quien por primera vez tuvo la completa responsabilidad del resultado, luego de haber asumido el cargo con el festival a medio hacer el año pasado. Lo escribió en el catálogo.

La evaluación del Bafici tiene que partir de esa premisa: cuando se corren riesgos, lo más probable es que el resultado sea sorpresivo, bueno o malo. Es un dilema para un festival que genera tantas expectativas. Pero si hubiera presentado y premiado lo que ya era reconocido como valioso, también habría fracasado.

Otro dilema es el que se desprende del tamaño del festival, que comprende más de 400 títulos. Esa dimensión tiene un reflejo en las competencias, que pueden hasta superar las 20 películas. Encontrar una cantidad tan abultada de filmes de nivel parejo y con el perfil del Bafici, es poco menos que aspirar a un milagro.

Si se creía que el galardón principal iba a estar entre Estiu 1993 de Carla Simón y Viejo calavera de Kiro Russo, el triunfo menos esperado de Niñato, de Adrián Orr, resultó más Bafici, por tanto, que poner a la cabeza del palmarés filmes previamente galardonados en Berlín y Cartagena. Escribir esto no significa suscribir la afirmación de que sea mejor película. Aunque no le faltan méritos a este documental, que se destaca por su poder para introducirse en la intimidad del personaje que retrata –un rapero de 34 años de edad que tiene tres hijos–, no es una obra deslumbrante como las otras dos. Pero es un filme de los “bordes”.

La vendedora de fósforos de Alejo Moguillansky fue la película premiada en la competencia nacional. Se trata de la continuación de la renovación del nuevo cine argentino planteada en 2008 por Mariano Llinás con Historias extraordinarias, realizada por la misma productora: El Pampero. El premio a una obra inspirada por una película galardonada hace casi una década en el festival es algo que no parece ajustarse a la búsqueda de la novedad, aunque fuera el mejor film. Otra pregunta que plantea es si un cine que se programa repetidamente en un festival como el Bafici sigue estando en los “bordes”.

La competencia latinoamericana, que se realizó por segunda vez en el festival, sigue sin encontrar un cine con méritos que permitan contraponerlo al que es seleccionado y premiado por festivales como los de Guadalajara y La Habana. Hubo, sin embargo, un título que se acerca al que podría ser ese otro cine “independiente” de la región: La película de Manuel. Fue extensa y elogiosamente comentado en una de las críticas publicadas en Desistfilm.

La ganadora en esta sección, A cidade do futuro de Claudio Marques y Marilia Hughes, es un film sobre el rechazo social a un triángulo amoroso de bisexuales. Se desarrolla en un pueblo paradójicamente fundado en nombre del progreso, para la gente desplazada por la construcción de una represa en Brasil. Es una película a la sombra del “oenegismo”, una vertiente que combate furibundamente el ala de la cinefilia radical que integra la fanaticada del Bafici.

El Gran Premio de Vanguardia y Género a Quienes hacen las revoluciones a medias no hacen sino cavar su propia tumba, de Mathieu Denis y Simon Lavoie, sí es algo que resultó difícil de entender de cualquier manera. No parece haber nada innovador en esta película sobre una cofradía de jóvenes radicales, ambientada en tiempos posteriores a la “primavera quebequense” de 2012. La crítica política está llena de pedantería y basada en el cliché, y tiene como correlato un estilo ajustado a las convenciones que los personajes rechazan.

Pesaba mucho en las expectativas la presencia en esa competencia de tres títulos. Uno es El ornitólogo, que está entre las mejores películas de Joao Pedro Rodrigues, una figura importante en el panorama del cine actual. El segundo, Mimosas de Oliver Laxe, ganó en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes. Correspondencias, de Rita Azevedo Gomes, es obra de una cineasta a la que el Bafici puso de relieve con una retrospectiva en 2014. Y el film ganador no tiene, en este caso, méritos para contraponerlo a esos otros, a diferencia de Niñato.

Afortunadamente los altibajos de las competencias fueron compensados por dos trascendentales rescates que se vieron en el festival. Uno fue el de Tras-os-montes (1976), la ópera prima de António Reis, codirigida por Margarida Cordeiro, que formó parte de un foco dedicado al cineasta portugués. El otro no fue tan comentado, pero es tan importante o más: la versión íntegra de Org (1968-1979), una película de vanguardia realizada en Italia por Fernando Birri, con la participación de Terence Hill en el papel principal. Es un film collage que se destaca por su combinación de alquimia de la imagen y del montaje con un fresco sentido del humor político e irreverencia sexual. Resultó una revelación con respecto a un cineasta cuyo nombre principalmente se asocia con Tire die (1960), el Manifiesto de Santa Fe y la escuela cubana de San Antonio de Los Baños. El cineasta de Org es, en cambio, el del “cosmunuismo” o comunismo cósmico, un artista de la magia y del sueño, admirador y asimilador de los filmes undeground de Stan Brakhage e incluso de Kenneth Anger, entre otros. Org es un producto del vanguardismo periférico y obra de un Birri que está en los márgenes de lo que más se conoce de su obra. Justo de eso se trataba el Bafici.