Por José Sarmiento Hinojosa

Pocos directores independientes estadounidenses han captado la intrínseca morosidad del matrimonio moderno y el desapego emocional de las nuevas generaciones (hipsters y millennials) como lo ha hecho Alex Ross Perry con la magnífica Golden Exits. La desolación con la que viven los personajes de este Brooklyn nostálgico y pasajero, se siente como un peso constante que arrastra las voces en diálogos interminables, declaraciones de intenciones no cumplidas, de deseos truncos, de una manifestación emocional que no aflora del todo.

Cuando Naomi (Emily Browning), interfiere con el aparato familiar de Nick y Buddy (Adam Horowitz y Jason Schwartzman), no hace sino desnudar el óxido y la corrosión de los pilares emocionales que parecen soportar sus matrimonios. Pero, a pesar de la súbita irrupción de una joven hermosa y despreocupada, el caos no aparece por razones de infidelidad, cosa que hubiera sido una ruta narrativa común en un género tan decaído como el drama romántico. Nada se consuma en Golden Exits: Ross Perry tiene la inteligencia de no caer en lugares comunes y adentrarse exponencialmente en el hoyo donde se encuentran gravitando sus personajes.

En esta atmósfera de detachment todo parece resultar inamovible luego de este pequeño tránsito que revuelve las aguas de la historia. La piedra que arroja Ross Perry genera ondas, pero conforme el tiempo sucede estas se achican, y el agua queda impávida. Es el desasosiego de la no ocurrencia, lo estático de lo emocional, en vidas que continúan sus rumbos sin haber logrado una redención, o una epifanía.

Estrenada en el festival de Sundance de este año, Golden Exits es una obra mayor que merece ser revisitada y comentada.

Director: Alex Ross Perry
Guion: Alex Ross Perry
Productores: Alex Ross Perry, Adam Piotrowicz, Joshua Blum, Christos V. Konstantakopoulos, Katie Stern
Música: Keegan DeWitt
Cast: Emily Browning, Jason Schwartzman, Chloë Sevigny, Mary-Louise Parker
USA, 2016