BAFICI 2017: VIEJO CALAVERA DE KIRO RUSSO

BAFICI 2017: VIEJO CALAVERA DE KIRO RUSSO

Por Pablo Gamba

Viejo calavera es una película que observa en relación con sus circunstancias a un personaje de la clase trabajadora que tiene problemas. Se trata de un joven boliviano, alcohólico, pendenciero y ladrón, al que su padrino pone a trabajar en una mina para corregirlo. Pero es sobre todo un film sobre la luz y la oscuridad.

Lo que distingue a la película de Kiro Russo, tanto de la fuente neorrealista como de los primeros filmes de Lisandro Alonso, por poner un ejemplo de la actualidad, es la importancia sensorial que adquiere el espacio, junto con la desdramatización de la historia. Eso le permite al cineasta boliviano plantear preguntas sobre los lugares comunes de representación de lo “moral” y lo “social”, así como el uso del estilo documentalista en el cine de ficción.

Resulta llamativo, además, que los trabajadores le hayan apoyado en esa búsqueda artística. El film fue realizado con la colaboración del sindicato de mineros del Huanuni. Es estrictamente “cine junto a pueblo”, aunque sin atribuirle a éste la autoría, como postulaba el también boliviano Jorge Sanjinés.

El conflicto entre Elder Mamani y la sociedad puede tener un trasfondo que lo explique por referencia a la alienación: como rechazo visceral a lo inhumano de un trabajo que se desarrolla con estruendosas máquinas, en un inframundo de  iluminación artificial y que causa enfermedades. Hay un plano que pareciera ilustrarlo, en el que el cuerpo del joven se haya tendido, sumido en la borrachera, junto a la maquinaria cuyo ritmo es construido en el film mediante el montaje y superposiciones de imágenes al estilo de Dziga Vertov, para subrayar el contraste con la flacidez del alcohólico. En otra escena Mamani se saca la ropa y se sumerge en las aguas subterráneas, como si buscara un retorno a la naturaleza.

Pero la importancia que tiene la exploración visual y auditiva de la relación con el espacio va más allá de esa manera de pensar en Viejo calavera. Los mineros se desenvuelven ante todo en un mundo de sombras, en el que cuando no están bajo tierra es de noche. Lo que hay allí son diversos tipos de luz artificial: la iluminación de una discoteca, por ejemplo, a cuyos ritmos se integran los cuerpos; la abundancia de fuentes de luz que llevan consigo los personajes, desde las linternas de los mineros hasta otras lámparas. Se trata de indagar en el misterio que puede haber en vidas titilantes, siempre a punto de ser tragadas por las tinieblas, o de disolverse en una luz embriagadora también. La inadaptación de Elder Mamani es, en este contexto, otra problemática forma de oscuridad.

Irónicamente, las vacaciones de los mineros son en un lugar que parece paradisíaco por la abundancia de luz y la vegetación selvática. Su identidad, sin embargo, no deja de estar vinculada a la noche, y se manifiesta en una celebración a la luz de velas, y con canciones sindicales cantadas a coro y con guitarra. Pero aún a pleno sol, y junto a la refrescante agua, no deja de hacer de las suyas el fantasma oscuro de Mamani, que los persigue como una sombra.

BAFICI: COMPETENCIA INTERNACIONAL
Dirección: Kiro Russo
Guion: Gilmar González, Kiro Russo
Producción: Kiro Russo, Pablo Paniagua, Gilmar González
Fotografía: Pablo Paniagua
Montaje: Pablo Paniagua, Kiro Russo
Sonido: Kiro Russo, Pepo Razzari
Elenco: Julio César Ticona, Narciso Choquecallata, Anastasia Daza López, Rolando Patzi
Bolivia-Qatar
2016