Por Pablo Gamba
El tema de la gran obra de la literatura ecuatoriana nunca escrita, o por escribir, regresa en Agujero negro (2017), el segundo largometraje de Diego Araujo, cuya ópera prima, Feriado (2014), estuvo en la sección Generation 14plus del Festival de Berlín. En este caso se trata del autor de un libro de cuentos por el que fue considerado uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina, quien asegura que escribirá, no solo la primera novela de formación de ese país sino la pieza esencial del género en la narrativa nacional. El mockumentary Un secreto en la caja (2016), dirigido por Javier Izquierdo, se desarrollaba en torno a la figura imaginaria de Marcelo Chiriboga (1933-1990), el único autor ecuatoriano que habría sido parte de la generación del boom latinoamericano.
El guardián en el centeno (The Catcher in the Rye) de J. D. Salinger es el obvio referente del libro en el que, por fin, parece dispuesto a trabajar Víctor, luego de un prolongado silencio literario. Asume el compromiso con el apoyo de su esposa, quien decide encargarse de ganar el pan familiar luego de quedar embarazada, y en la casa que les ha dado la madre de ella, en una exclusiva urbanización. Pero Víctor conoce a Valentina, la hija de 17 años de un vecino, que además de ser una joven muy bella tiene con él muchas afinidades. No solo habrá de descarrilar entonces su vida, sino también el proyecto del libro.
La novela de formación se convierte así en tema de una película sobre la tentación de escapar de las responsabilidades de la madurez. Está filmada en un blanco y negro que contribuye a darle un tono de fábula contemporánea, en una ambientación de arquitectura ostensiblemente moderna que de alguna manera sugiere también la posibilidad de una eterna juventud sin pasado e internacional. La historia tiene, además, un subtexto político, a través de la figura de un alto funcionario responsable del área de la cultura, cuyo único vínculo con ella parece haber sido una juventud en la que intentó ser músico de rock. Es parte de una familia rica a la que tampoco se le ve relación con lo popular de la “revolución ciudadana”, que inició el presidente Rafael Correa en el Ecuador.
Y eso es exactamente lo que es Agujero negro: una historia con moraleja, narrada de manera sencilla y con la obviedad característica del clasicismo, de lo que el mejor ejemplo es la metáfora visual relacionada con el título. Lo que hace que se destaque es, por una parte, la redondez de los personajes en el guion, así como la profundidad que se consigue en la relación entre el adulto y la adolescente. También las interpretaciones de Víctor Arauz y Marla Garzón. Sobresale en particular el trabajo con la voz de la actriz, que tiene una manera singular de hablar, siempre al borde de hacer incomprensible lo que dice.
Si El guardián en el centeno es para el Víctor del film el modelo de una obra literaria que su país requiere para madurar, Agujero negro vendría a ser así la propuesta de un tipo de película necesaria, tanto por su mensaje edificante como por ser la cristalización de un cine que en ese sentido sería “maduro” sin dejar de ser fresco, y que además tiene el prestigio de lo “cultural”. Es una lectura de la que no puede escapar el film de Diego Araujo también por ser parte de dos cinematografías emergentes –es una coproducción con República Dominicana–. Se trataría, además, de un cine que no está a la búsqueda de un público en el pequeño mercado nacional sino más allá, con sus referencias culturales “universales” y sus personajes pertenecientes a una clase social que ha devenido en modelo impuesto de humanidad, a pesar de lo nacional en la historia. Por todo esto, Agujero negro puede ser motivo de controversia, considerando que su estreno mundial tiene lugar en la competencia latinoamericana del Bafici.
Competencia latinoamericana
Dirección: Diego Araujo
Guion: Diego Araujo, Hanne-Lovise Skartveit
Producción: Hanne-Lovise Skartveit
Fotografía: Simón Bauer
Montaje: Soledad Salfate
Sonido: Juan José Luzuriaga
Interpretación: Víctor Arauz, Marla Garzón, Daniela Roepke, Alejandro Fajardo, Cristina Morrison
Duración: 102 minutos
Ecuador-República Dominicana, 2018