Por Mónica Delgado
Del 27 al 7 de marzo se desarrolla de manera virtual una nueva edición del Berlin Critic’s Week (Woche der Kritik), organizada anualmente por la German Film Critics Association (Verband der deutschen Filmkritik), en el marco de la Berlinale y con el fin de aportar al debate del cine y el audiovisual.
En esta edición 2021, dirigida por Denis Vetter, se proponen programas dobles de films y conferencias, con una agenda o tema específico, como el de la acción coherente versus un cinema de la incoherencia, propuesto en su debate magistral en dos fechas, pertinente para el contexto actual donde aún siguen vigentes conceptos como el de la autonomía del cine, la corrección política y cancelaciones, o el cine visto desde intereses militantes y activistas.
Más allá de los diálogos, urgentes y oportunos para pensar y repensar la labor crítica, me interesa abordar en esta reflexión el papel de la crítica desde la curaduría o programación, y que se forma desde la tensión o dialéctica. La selección de films, de un largo y un corto, en programas dobles, tal como suele pasar desde hace algunos años en esta semana, permiten identificar elementos estilísticos o estéticos puestos en diálogo o en correspondencia, pero también hacer visibles posibles tensiones o discusiones sobre puntos de vista, lugares de enunciación y representaciones destilados en estos trabajos.
En el programa Facing Traces, se juntan dos películas, el largo El cielo es rojo (2020) de la cineasta chilena Francina Carbonell, y el corto del artista y cineasta indio-estadounidense Suneil Sanzgiri, Letter From Your Far-off Country (2020). Ambos trabajos establecen una memoria recuperada o reconstituida desde el material de archivo, desde vestigios que devuelven la oportunidad de resistir injusticias, de hacerle frente a verdades absolutas. En el film de Carbonell, el móvil es atroz: reúne videos de cámaras de vigilancia, fotos y testimonios, así como reportes judiciales y sentencias para cuestionar un fallo que resta responsabilidades penales en un incendio con más de 80 fallecidos en una cárcel hacinada, en 2010. El escenario es la prisión de San Miguel en Chile, espacio al cual se ingresa y registra, para dar fe de la situación de precariedad, pero también para invalidar cualquier atisbo de panóptico en un entorno saturado, empobrecido y donde la polícia u otro estamento de control parecen tener poca injerencia.
Carbonell muestra con detalle las pruebas, es decir, su documental no es un mero vehículo para mostrar este incendio como un accidente, sino que se compromete a denunciar un crimen de lesa humanidad. Sus recursos son una suerte de “habeas corpus” sostenido en imágenes que fueron manipuladas por la policía, en los vacíos de los expedientes judiciales, donde los reos fallecidos y sus familiares parecen al margen de cualquier idea de justicia. Así, la cárcel luce como extensión de políticas sancionadoras del olvido, o como producto de estrategias de gestiones privadas oportunistas y deshumanizadas. Si bien el film necesita de momentos chocantes para lograr un efecto de confrontación, sobre todo en la observación de detalles de cuerpos y víctimas, prima una intención directa para mostrar un sistema inhumano que no cumple una función social, sino un fin aniquilador.
Mientras que en Letter From Your Far-off Country, el cineasta Suneil Sanzgiri también recurre al archivo, pero para una ejecución más íntima, pero no por ello menos política. Desde el tono epistolar, el realizador plantea un retorno a la figura de un familiar, líder marxista, en tiempos de lucha territorial en Cachemira. Toma inspiración de una carta del escritor Agha Shahid para dar forma a su vínculo familiar -nuevo, recreado-con el activista y sindicalista del Partido Comunista en Maharashtra, Prabhakar Sanzgiri, a quien no conoció.
El film comienza con montañas digitales que van reflejando un espacio que ya no existe, como el personaje que Suneil Sanzgiri quiere recuperar. Usando un montaje a modo de collage, con imágenes de WhatsApp y de registros cotidianos de ciudades y pueblos, templos y calles, en 16mm, en cineasta va montando una idea de memoria, que es a la vez una puesta en cuestión de militancias y manifestos perdidos en el tiempo. A diferencia del film de Carbonell, la memoria en el corto de Sanzgiri funciona como un espacio a ser elaborado desde la nada, es decir, ante la ausencia de registros más exactos del pariente y su activismo, se apela a mostrar una salida, desde una forma ecléctica y fluida: desde la fisonomía de los recuerdos.
Si bien, la relación de estilo en ambos films, desde el tramado documental, la indagación y la reconstrucción de historia y memoria a partir de archivos es evidente, se podría decir que hay un aspecto ético en el abordaje, tanto desde la cuestión de la identidad como el de crear un territorio más justo y propio desde el éxodo o exilio. Ponerlos en diálogo permite reconocer esta diversidad y decisiones creativas de sus autores, pese a las diferencias geográficas y políticas.
En otra vía, en el programa Playat, asoma un ejercicio distinto de correspondencia entre films. Tanto el corto camboyano Sunrise in my mind (2020) de Danech San, como del largo mexicano Fauna (2020), de Nicolás Pereda, proponen lazos desde una política actoral. Desde estas dos ficciones, los personajes que se diseñan desde discursos metatextuales, sobre todo en Fauna, permiten explorar maniobras de estilo y juegos basados en diálogos, y desde luego, el uso de la elipsis como elemento vital en ambos trabajos. La mirada de la cineasta Danech San reposa sobre el estado de ánimo, desapasionado y con ecos a algunos personajes de Tsai Ming Liang, mientras que en el film de Pereda, el desarrollo de los personajes parece estar en una puesta en abismo, de relato dentro del relato, para dar cuenta de una indesligable relación de verdad y ficción. También, ambos films ponen a prueba la representación de cariz realista (aunque todo luce estilizado), para dar cuenta de climas, de entornos extraños.
Mientras que el programa que conforman las comedias Dracula Sex Tape (202o) del canadiense Olivier Godin y Red Post on Escher Street (2020) del célebre Sion Sono, busca provocar un diálogo entre dos críticos, a realizarse en los próximos días. Ambos films, también de intenciones metatextuales, ponen en cuestión la agencia de los personajes, como un juego muy en la línea de Pirandelo con sus personajes en busca del autor. Si en el largo de Sion Sono, los extras se rebelan de su condición de eternos ninguneados en la historia del cine, en el corto de Godin, un personaje pone en cuestión las elucubraciones de un cineasta que quiere adaptar Drácula a las sensibilidades (necoloniales y de corrección política) de los nuevos tiempos. Ironía y desparpajo.
Este ejercicio curatorial del Berlin Critic’s Week desde los procesos de la crítica, en la selección y puesta en diálogo de films, permite medir la temperatura de posturas y funciones del proceso escritural o de reflexión, y ponerlo en relación con cinematografías diversas y desde voces autorales en tiempos en que se hace necesario más encuentros de este tipo. Una curadoría no para afirmar, sino para poner en cuestión. Una posición nada cómoda.