BERLINALE 2020: LUZ NOS TRÓPICOS DE PAULA GAITÁN

BERLINALE 2020: LUZ NOS TRÓPICOS DE PAULA GAITÁN

Por Mónica Delgado

En las más de cuatro horas de Luz nos Trópicos, la cineasta colombiana radicada en Brasil, Paula Gaitán, establece una cartografía para recuperar un territorio perdido, en todo sentido. De Brasil a EE.UU., de la selva amazónica y sus comunidades a una Nueva York invernal, o de chamanes navajos a saberes ancestrales de la región del Xingu. Un trazo imaginario de norte a sur, donde el terreno es capital para definir pertenencia y correspondencias.

En una de las imágenes iniciales de Luz nos Trópicos, un personaje (el actor y músico carioca Begê Muniz) intenta romper con una vara la barrera de las aguas de un río congelado en medio de un paisaje invernal. Esta imagen, que luego veremos a lo largo del film como un motivo sutil, va a entregar una metáfora sobre la urgencia de ir más allá de la superficie, sobre la ruptura de un estado de inacción, o sobre la búsqueda de una memoria oculta. El retorno a los orígenes, y que Gaitán entrega desde la construcción de una poética del arraigo.

Desde el inicio sabemos que estamos en Nueva York, y que el tono del film busca interpelar un tema esencial en la historia de los pueblos en América Latina y su relación con los convulvos EE.UU., a través de algunas alegorías sobre mundos subyugados y tratados de modo subalterno: comunidades enteras (afros o indígenas) desde su ausencia y presencia, y la recuperación de una memoria y saberes perdidos en siglos de colonización.

Bajo una idea del collage, o del montaje intuitivo que nos va llevando a una concepto o hipótesis racional, es que Gaitán propone un viaje en el tiempo y el espacio para rastrear el origen de una sensibilidad, donde esa manida pregunta “¿de dónde venimos?” se materializa desde las relaciones de pasado y presente, de descubrimiento y conquista, de comunidades que existen gracias al poder del Súper 8, el 16 mm o de comunidades ausentes solo rastreables en la abundancia de los árboles en invierno.

En Luz nos Trópicos aparece el estilo de la cineasta evidente en trabajos como Exilados do Vulcão, donde los personajes tienen una relación intrínseca con el paisaje y el territorio. Aquí pasa una deseo similar, de articular cuerpos en estadios de reflexión o de introspección que se afirman ante cosmovisiones específicas. Para ello, por ejemplo, Paula Gaitán recupera fragmentos de su film Uaka (1988), donde registra un ritual de mujeres y hombres en la selva del Xingu, desde una mirada con toques etnográficos, y que nos evocan la capacidad de mímesis de una Maya Deren en su clásico Divine Horsemen: The Living Gods of Haiti, sobre todo porque hay una cercanía con los indígenas que no se percibe exotizante. Gaitán añade estas imágenes como si se tratara de un mundo que surge en paralelo a esa Nueva York fría, intentando hilvanar un mundo de solidaridades, al extender este imaginario cultual a algo que necesita recuperar el protagonista en tierras extranjeras. Y ante eso, Gaitán va insertando otros pasajes también, como si fueran el sueño de este protagonista, que sublima un encuentro de colonos europeos, quienes descubren terreno virgen, y que es asociado al paraíso perdido, en un tiempo que parece detenido en el siglo XVIII.

Luz nos Trópicos es un film ensayo sobre el modo en que se recupera una memoria histórica, desde aquello que se mantuvo al margen, desde el desorden o flujo incierto con el que asoman los recuerdos. Y desde lo mítico, como narración fundacional, donde la luz emerge como sinónimo de siglos de conocimiento que siguen ayudando a la contención. En él, Gaitán apuesta por un tiempo dilatado, ya que quizás es la manera en que se puede lograr esta fusión de tiempos, para la comprensión de cómo las culturas han sobrevivido desde la simbiosis, desde el intercambio de sus sabidurías, pese a todo.

En alguna parte del film asoma una canción perfecta, Winter in America del gran Gil Scott-Heron, como ritmo de protesta sobre “una nación que simplemente no puede soportar mucho más” o que habla “del bosque enterrado debajo de la carretera”. La canción se encadena con algunas imágenes previas de Gaitán y establece otro plano visual fuera de campo: la de una América injusta, donde “todos los sanadores han sido asesinados”. Un plano en travelling lateral que recuerdan a algunas escenas del cine de Chantal Akerman, de la extranjera que observa con fascinación, pese a todo. Mientras tanto, la voz de Scott-Heron ratifica el halo político, o de resistencia, de Luz nos Trópicos, para lograr una atmósfera extraña, puesto que confirma que lo que vemos es en el fondo una añoranza, de un mundo ya perdido.

Este nuevo trabajo de Paula Gaitán la sigue confirmando como una de las cineastas más libres de Sudamérica, con un universo propio, donde abordar la necesidad de explorar el montaje desde preguntas celestes, de carácter ontológico, sobre ese ser latinoamericano, sin chauvinismos ni marcas perpetuas. Uno de los hitos de la edición del 50° aniversario de Forum en la Berlinale 2020.

Forum
Dirección y guion: Paula Gaitán
Fotografía: Pedro Urano
Diseño de sonido: Marcos Lopes, Paula Gaitán, Tiago Bello
Sonido:  Marcos Lopes
Diseño de producción: Diogo Hayashi
Vestuario: Maíra Senise
Maquillaje: Leon Gurfein
Asistente de dirección: Manuel Moruzzi
Productores: Eryk Rocha, Vitor Graize
Productor ejecutivo: Vitor Graize
Reparto: Carloto Cotta, Clara Choveaux, Begê Muniz, Vincenzo Amato, Arrigo Barnabé, Maíra Senise
Productora: Aruac Filmes
Brasil, 255 min, 2020