Por Mónica Delgado
En el Q & A tras la presentación del film, el cineasta argentino Francisco Márquez, quien debutara en el largo de ficción con La larga noche de Francisco Sanctis (2016), dijo que el nombre del film responde a una frase que aparece en un ensayo del sociólogo Eduardo Gruner, y que remite a Freud: “La civilización está construida sobre un crimen cometido en común”. Y los detalles que revela Márquez sobre su segundo film resultan reveladores para ir destejiendo algunos puntos nebulosos en este acercamiento desde el thriller a un tema social: el de la indiferencia de las élites ante los desaparecidos por la violencia del estado y que aún no reciben justicia.
La historia de Un crimen común arranca dentro de los linderos del thriller, para luego virar al drama psicológico con toques sobrenaturales. Una catedrática universitaria (impecable Elisa Carricajo), rigurosa en sus clases de teoría sociológica, se ve confrontada tras el asesinato del hijo de la cocinera. Debido a un sentimiento de culpa, comienza a ampliar estados de represión y ansiedad, y que el cineasta refleja muy bien a partir de un personaje de perfil discreto, poco expresivo y solitario. Márquez, a partir de su protagonista, indaga sobre las distancias sociales en términos psicológicos, utilizando elementos propios del suspenso o el thriller, pero, para en el fondo, aludir a una metáfora de clases, que es una capa subterránea y política que se va enriqueciendo hasta llegar a un clímax antológico.
Es inevitable pensar en algunos elementos que la lían con la australiana The Babadook de Jennifer Kent, en la medida que ingresamos a la intimidad de una madre y su hijo, en una relación extraña marcada por elementos de impronta irracional, donde el plano de represión histérica es fuerte. Aunque este vínculo y su desarrollo no son el núcleo de la trama, puesto que Márquez quiere reflejar una problemática social desde la sugerencia, y dentro de los componentes del thriller como género.
Un crimen común es un film orgánico, aunque al inicio parecía que el cineasta apelaba a la crítica gruesa, a partir del retrato de una docente de clase media encerrada en su teoría y desconectada en la realidad. Sin embargo, conforme avanza el metraje, se hace clara la pesadilla y el personaje de Cecilia (Carricajo) va adquiriendo una ambivalencia que logra transmitir sus miedos y lograr intimidar con sus expresiones y gestos. Un buen film argentino, que junto a Las mil y una de Clarisa Navas, también de la sección Panorama de esta Berlinale, son experiencias estimulantes del cine de esta parte de la región.
Sección Panorama
Dirección: Francisco Márquez
Guion: Tomás Downey, Francisco Márquez
Música: Orlando Scarpa Neto
Fotografía: Federico Lastra
Reparto: Elisa Carricajo, Mecha Martinez, Eliot Otazo, Ciro Coien Pardo, Cecilia Rainero
Productora: Pensar con las Manos
Argentina, 2020, 96 min