Por Mónica Delgado
La ganadora del reciente Oso de Oro de la 72º Berlinale, Alcarràs, de la cineasta española Carla Simón, es una defensa sobre un modo de producción venido a menos por el gran capitalismo, pero también sobre un estado de las cosas desde la salvaguarda de la tradición, desde la vieja -y sentida- idea del hogar. Los regentes de un negocio familiar de cosecha y venta de melocotones, en una finca en el campo catalán, reciben la notificación de desalojo y de la inminente llegada de obreros para realizar algunas transformaciones importantes para una idea de progreso, que implica la tala de árboles y la instalación de paneles solares. Este anuncio significa una reformulación, tanto de las tareas agrícolas, como de la noción de familia. El desalojo permite que la familia se una de manera distinta, y allí radica la emotiva premisa central de este nuevo trabajo de Simón.
En Alcarràs asistimos a un periodo liminal, de tránsito, entre un pasado de nostalgia y de sublimación de la vida rural y trabajo campestre (una ensoñación comprendida desde lo que muestran y dicen los personajes sobre su entorno y épocas perdidas) y un futuro nada optimista, ante la intervención externa para el logro de un tipo de progreso, que confronta cualquier noción de tradición. Las memorias de los abuelos que van de la mano de los juegos infantiles, mientras el padre organiza modos de protesta para visibilizar este atentado contra la economía familiar. Todo bajo un manto cálido, en un mundo aún presto a jugar con la idea de la arcadia (logrado desde la cuidada fotografía de Daniela Cajías).
Alcarràs es un largometraje basado en la idea del fresco, donde no hay un protagonista claro, en todo caso cada uno de estos miembros de este clan familiar, entre nietos, sobrinos, hijos, esposas, madres, abuelas, van montando toda una estructura de sutil resistencia, basada no solo en las protestas de los agricultores (que se basa en sucesos reales), sino en pequeños gestos, desde canciones, presentaciones, paseos o juegos en la piscina en una tarde de verano.
Hay un sentido de pérdida, pero no a modo de elegía, sino de estar asistiendo a un hecho inevitable desde la solemnidad (o desde la contención). Y también lo interesante de este segundo largometraje de Simón es que esta familia, con sus pro y sus contras, puede encarnar toda la ambivalencia de este tipo de procesos: contratan mano de obra barata de migrantes africanos o las mujeres tienen inevitables roles culturalmente asignados. Sin embargo, más allá de sus temas, Alcarràs es una obra cuyo valor reside en su tempo, por momentos lánguido, pasivo, donde las tensiones no son necesarias, sino más bien la auscultación a tientas de las emociones tímidas, resignadas, apaciguadas de un futuro poco promisorio.
Competencia internacional
Directora: Carla Simón
Guion: Arnau Vilaró, Carla Simón
Fotografía: Daniela Cajías
Edición: Ana Pfaff
Música: Andrea Koch
Diseño sonoro: Thomas Giorgi
Sonido: Eva Valiño
Production Design Mónica Bernuy
España, Italia, 2022, 120 min.