BERLINALE 2023: DISCO BOY DE GIACOMO ABBRUZZESE

BERLINALE 2023: DISCO BOY DE GIACOMO ABBRUZZESE

Por Mónica Delgado

En la conferencia de prensa realizada en el marco de la 73º Berlinale, el director de Disco Boy, Giacomo Abbruzzese, indicó que hay algo de su propia experiencia como migrante en su ópera prima. Radicado desde hace algunos años en Francia, este joven cineasta italiano, con varios cortometrajes y mediometrajes en su haber, aborda de manera metafórica el viaje de Aleksei, un bielorruso que llega como ilegal a París y que tiene la oportunidad de obtener papeles si es que ingresa a la Legión Francesa como soldado. Pero el film no es un acercamiento simple al tema de la migración o al desarraigo, sino más bien es una obra sobre otro tipo de reflexión: una mirada amplia y crítica hacia un sistema colonial. Y desde lo que mencionó Abbruzzese (un nombre y apellido que ya tenemos muy en cuenta), se trata de una película francesa, realizada por un italiano, protagonizada por un alemán que habla sobre un tema actual.

Aleksei llega de ilegal a Francia y para lidiar con un sistema burocrático debe pagar una multa o aceptar ser un nuevo soldado, que debe ser adaptado a la milicia. Este proceso de entrenamiento, que tiene ligeras o vagas reminiscencias a Full Metal Jacket de Stanley Kubrick o a Beau Travail de Claire Denis, va a permitir a Aleksei ser un soldado ejemplar. Este proceso de militarización, que en realidad se convierte en una dinámica de control de su cuerpo, de su identidad y de su libertad, es un punto de partida y que funcionará como la cara o sello de una misma moneda. Luego de la presentación del personaje de Aleksei (interpretado por el extraordinario actor alemán Franz Rogowski) y de su ingreso a la legión francesa y su entrenamiento, el film arroja un nuevo tiempo y espacio. Dejamos Francia y aparecemos en un territorio africano. Estamos en la selva de Nigeria, donde un grupo guerrillero, que se hace llamar Mend (Movimiento por la emancipación del Delta nigeriano o Movement for the Emancipation of the Niger Delta), es liderado por Jomo (el actor maliense Morr Ndiaye). Este personaje se muestra aguerrido, más aún tras verlo en una performance de violencia y poder ante una reportera de Vice quien asiste en una comisión noticiosa que se espectaculariza. Este giro dramático va tomando cuerpo como forma de la confrontación, o como analogía, del universo de Aleksei, y que queda, al menos en esta parte, fuera de campo.

Desde esta segunda parte, por así decirlo, quedan claras las intenciones de Abbruzzese: Ante un ejército, una guerrilla, ante un cuerpo reprimido por un fuerte entrenamiento, aparece otro cuerpo en danza ritual liberadora. como la que realiza Jomo con su hermana (encarnada por la artista y actriz  de Costa de Marfil, Laëtitia Ky) en medio de su comunidad de guerrilleros y danzantes. Desde este juego de resistencias y correspondencias, las almas de Aleksei y Jomo se cruzarán. Y tras este encuentro, que transita lo filosófico y lo paranormal, es que Disco boy se va enriqueciendo, apareciendo por completo el sentido del título de la película.

Disco boy es una obra que transita con fortuna en los ámbitos de la metáfora y el juego onírico. Es una obra que huye del realismo para crear un universo de formas desde lo corpóreo, pero también sobre la materia de la culpa y el deseo de resarcimiento. Aleksei es un apátrida, como Jomo y su gente, y a ambos los une un deseo de transformación, de libertad y revolución, y donde esas posibilidades no parten solo desde un gesto individual. El film deviene en una arenga por el relato colectivo, por la renuncia a la imposición o al chantaje de tipo político.

Como en Zombi Child de Bertrand Bonello, asoma un lectura sobre la posesión, la fantasmagoría, o el ‘zombi’ resucitado como encuentro de dos frentes dentro de una crítica al colonialismo, al colocar estas analogías entre Occidente y sus colonias, entre el conocimiento y su reverso en la fe del cuerpo, el saber ancestral y la curación, entre el control y la libertad. Y precisamente en este aspecto cultual, logrado además desde la música compuesta por Vitalic a partir del guion, y desde la estupenda fotografía de Hélène Louvart (quien ha trabajado con Wim Wenders, Agnès Varda, Claire Denis, Alice Rohrwacher, Léos Carax, entre otros),  que el cineasta Giacomo Abbruzzese patenta un modo distinto de plasmar esta tensión o urgencia de los cuerpos: un espacio donde la danza se vuelve un instrumento de encuentro, de construcción de una memoria de los cuerpos, de sus traumas y resistencias.

Competencia Oso de Oro
Director: Giacomo Abbruzzese
Guion: Giacomo Abbruzzese
Fotografía: Hélène Louvart
Edición: Fabrizio Federico, Ariane Boukerche, Giacomo Abbruzzese
Música: Vitalic
Coreografía: Qudus Onikeku
Diseño sonoro: Marta Billingsley, Piergiorgio De Luca, Simon Apostolou
Sonido: Guilhem Donzel
Productores: Lionel Massol, Pauline Seigland