BERLINALE 2023: EL ECO DE TATIANA HUEZO

BERLINALE 2023: EL ECO DE TATIANA HUEZO

Por Mónica Delgado

Luego de sus largometrajes El lugar más pequeño (2011), Tempestad (2016) y Noche de Fuego (2021), la cineasta salvadoreña mexicana Tatiana Huezo vuelve con El eco a imaginar un territorio desde las mujeres. Menciono imaginar, ya que si bien su obra se ubica en los códigos del documental y la no ficción, y también desde las fronteras con la misma ficción (como sucede con su penúltimo trabajo), plantea desde sus elecciones narrativas, acercamientos creativos para materializar voces, cuerpos, memorias desde problemáticas de exclusión y machismo estructural.

En El eco, estrenada en la sección Encounters del Festival de Cine de Berlín, la cineasta registra el día a día de un grupo de personajes femeninos en la comunidad que lleva el título del film. El eco se ubica en el Municipio de Chignahuapan, en Puebla, y es una zona de altura, donde se cría ganado y se vive de la agricultura. Las mujeres de esta pequeña comunidad lideran sus hogares, crían a sus hijos y resuelven diversas problemáticas en un entorno ausente de hombres, quienes trabajan en otras ciudades o pueblos. Así, la mirada de Tatiana Huezo se va ampliando a lo largo del film al menos en dos partes marcadas. La primera, desde la figura de la abuela nonagenaria, a quien una familia de varios hijos pequeños cuida amorosamente, y la segunda, desde la nieta adolescente que decide confrontar los lazos de poder materno. Estas dos partes se van intercalando con pasajes de la vida de otra familia, formada por una joven madre y sus dos hijos, escenas de la vida escolar y algunas situaciones de la vida comunitaria en el pueblo. La estructura de fresco gana terreno y la mirada compartida, sin protagonismos claros o historias más dominantes que otras, permite un panorama global del lugar.

Como sucede en los films anteriores de Huezo, el mundo de los hombres aparece casi fuera de campo, aunque esta ausencia delimita o reordena este entorno de mujeres. Las madres e hijas no sostienen a la comunidad por libre albedrío sino debido a que el ordenamiento social lo exige, ante la ausencia de los padres por diversas razones laborales. Y en este sentido, la cineasta transmite, desde la observación y el seguimiento, las interacciones entre mujeres desde su fortaleza: en el duro trabajo de campo, las cosechas, la alimentación del ganado, el entrenamiento y cuidado de caballos o la asistencia a la escuela. Y sobre todo, desde los relatos, juicios, historias, memorias que ellas comparten entre sí, ya como consejos, advertencias o simplemente como aprendizajes, de generación en generación. Así, Huezo construye una idea de arcadia (o matriarcado) en un devenir, por momentos de aires bucólicos, y, por otro, como drama de tensión generacional.

Si en El lugar más pequeño o Tempestad, las voces o testimonios se vuelven el hilo conductor de las historias mientras diversas imágenes diversas generan un nuevo campo de significados o sentido, en El eco hay varias trayectorias narrativas, que van dando forma al seguimiento de este grupo de personajes del pueblo que se interpretan a sí mismos. Es decir, la cineasta comparte su lectura sobre la comunidad, como resultado de cuatro años de trabajo y de año y medio de rodaje. Este proceso se traduce en un film de hora y media, donde las niñas, adolescentes, madres y abuelas van a mostrar sus vivencias desde un guion- o estructura- propuesto por la directora.

Lo que más llama la atención de El eco es la manera en que Tatiana Huezo da forma o materia a la ternura o al afecto entre las habitantes del pueblo. La sensibilidad del trato, los mecanismos del afecto que muestran las mujeres, se sostiene también en el clima que logra el trabajo fotográfico de Ernesto Pardo (asiduo colaborador en la obra de la realizadora), y que expresa no solo el lado “primaveral” de la vida en el campo, sino también una correlación “existencial” con el sentir de los personajes. Días de truenos, lluvias o niebla, así como jornadas de cosecha en un territorio de esplendor.

Por otro lado, El eco no es solo una obra de no ficción donde se focalizan algunas problemáticas o acciones marcadas por el género y la división sexual del trabajo. Las mujeres que aparecen en el film no solo están obligadas a cumplir con las tareas diarias (sin vacaciones, ni feriados, ni tiempos libres) sino a saldar con un mandato con el mejor de los ánimos. En algún pasaje, uno de los padres retorna a casa y advierte que hay acciones que solo deben realizar las mujeres y no los hombres, como recoger la mesa o lavar los platos. Mientras las mujeres transmiten otro tipo de mensajes, ideas o sentires, desde la sororidad o la premisa de una familia unida.

Tatiana Huezo opta por describir de manera transparente, de cariz observacional, las relaciones entre mujeres, marcadas por la diferencia de edad, la división del trabajo o los cuidados, y allí radica la humanidad de El eco, ya que desde su lograda puesta en escena, tanto en lo visual como sonora, forma una comunión entre territorio, paisajes (con guiños a algunos clásicos del western, como los encuadres a lo The searchers), habitantes y sensibilidad, para lograr una una obra particular y sensible sobre la intimidad, el afecto y la resiliencia.

Sección Encounters
Dirección: Tatiana Huezo
Guion:Tatiana Huezo
Música: Leonardo Heiblum, Jacobo Lieberman
Fotografía: Ernesto Pardo
Edición: Lucrecia Gutiérrez, Tatiana Huezo
Diseño sonoro: Lena Esquenazi
Sonido: Martin de Torcy
Reparto: Montserrat Hernández Hernández, María de los Ángeles Pacheco Tapia, Luz María Vázquez González, Sarahí Rojas Hernández, William Antonio Vázquez González
México-Alemania, 102 min, 2023