Por Mónica Delgado
A partir de una serie de símbolos en torno a la mitología mexica o nahua, la cineasta mexicana Lila Avilés construye en Tótem un relato sobre la permanencia de la vida, la lucha contra su extinción. La manera de probar el poder de lo simbólico, en el establecimiento de correspondencias entre personajes y sus sensibilidades, asoma desde detalles delicados, y que la cineasta hilvana a partir del sentido que adquieren nombres, sucesos o pequeños gestos.
La trama de Tótem, presentada en competencia oficial por el Oso de Oro en la 73º Berlinale, gira en torno a un joven padre que tiene una enfermedad terminal y que pronto va a cumplir años. La pequeña hija, la protagonista, acude al hogar paterno para celebrar una fiesta en honor a su padre, entorno donde se vuelve una espectadora de los preparativos de sus tías, así como de los cuidados o comentarios sobre el plano económico de los tratamientos médicos. Este joven pintor se llama Tonatiuh, nombre que según esta mitología es el dios del fuego, el sol. Esta idea del padre como regente y ordenador del mundo, como dador de vida, iluminador, va cobrando más fuerza a partir de todo lo que este personaje despierta y desde todo aquello que conforma la fiesta de cumpleaños, y, a la vez, de despedida. Y así, poco a poco, Lila Avilés toma Tótem como una forma de la elegía.
A diferencia de su ópera prima, La camarista (2018), la cineasta mexicana Lila Avilés plantea en su segundo largometraje un clima y puesta en escena desde la estructura de un núcleo familiar. Y en este sentido hay un desplazamiento del foco o mirada entre ambos films, al pasar de la intención contemplativa de La camarista, donde el sujeto de observación son las acciones y demás quehaceres de una mujer que trabaja en un hotel, hacia una lectura sobre un grupo familiar en una situación crítica. A su vez hay una serie de movimientos, ya que se pasa de la cámara como mirada de la hija pequeña a un retrato de una familia en sí, en un tono coral de lo que sucede en esta casa.
Desde el inicio del film, por detalles que brindan los dos personajes madre e hija, (que encarnan Iazua Larios y Naíma Sentíes, respectivamente), sabemos que el padre de la niña padece una enfermedad con pocas expectativas de curación. Estos primeros minutos dejan entrever el acercamiento intimista, familiar, entre mujeres, sin embargo, más allá de la posición que se toma desde estas primeras imágenes (por ejemplo, que el relato podría concentrar la mirada del personaje de Naíma Sentíes), lo que se prolonga luego son momentos de la familia paterna, dentro de una casa que se vuelve el ámbito del cobijo, la resignación y, en algunos casos, de pequeñas disputas filiales. Sin embargo, Tótem no es simplemente un film sobre la mirada de una niña sobre su padre convaleciente durante un día de cumpleaños, o sobre la mejor fiesta de cumpleaños del mundo, sino una obra sobre el acompañamiento, la inminencia de la muerte y el deseo de lo inmortal. El plano de la hija evitando que las velas de la torta de su padre sean apagadas engloba de manera sensible e inteligente esa resistencia contra lo efímero. El pedido del sol eterno.
Competencia oficial
Directora: Lila Avilés
Guion: Lila Avilés
Cámara: Diego Tenorio
Edición:Omar Guzmán
Música: Thomas Becka
Diseño sonoro: Guido Berenblum
Productoras: Tatiana Graullera, Lila Avilés, Louise Riousse
Reparto: Naíma Sentíes, Monserrat Marañon, Marisol Gasé, Saori Gurza, Teresita Sánchez, Mateo García Elizondo, Juan Francisco Maldonado, Iazua Larios, Alberto Amador
México, Francia, Dinamarca, 2023, 93 min