Por Mónica Delgado
La 75° edición del Festival de Cine de Berlín incluyó varios films de género dentro de su competencia por el Oso de Oro, sobre todo en clave de suspenso y thriller, incluso toques de terror, que va afianzando una tendencia que se despuntó desde los premios en Cannes dados a films de mujeres como Titane (2021) de Julia Ducournau o The Substance (2024) de Coralie Fargeat, y desde el éxito en determinados circuitos de productoras independientes como A24, que ha tenido una estrategia de posicionamiento del mix “arthouse” y variados subgéneros. Esta es una manera de ampliar los públicos que veían a los festivales del siglo XXI como espacios concentrados en la difusión de películas más independientes, con prioridad para films más arriesgados y de narrativas no tan convencionales (como pasaba con secciones como la de Encounters, y que se eliminó este año en Berlinale). Esta intención de ampliar los públicos también hizo que creciera la vanidad en la alfombra roja de la Berlinale, en medio de un clima invernal que incluyó días y noches con nieve, por la cual pasaron actores y actrices de la industria de Hollywood, hoy fusionada con la máscara de cine independiente: Robert Pattinson, Timothée Chalamet, Jessica Chastain o Tilda Swinton. Así, la apertura al cine de género con actores y actrices de renombre (una fórmula A24 como pasa con Baby girl, The brutalist, Queer o Heretic), tuvo en espacio en Berlinale y también esta exploración de este tipo de cine desde directoras mujeres.
La selección de la competencia internacional incluyó varios films desde esta impronta. Por allí pasaron películas de género, como If I Had Legs I’d Kick You de la cineasta y escritora estadounidense Mary Bronstein, la austriaca de terror psicológico Mother’s Baby de Johanna Moder, la comedia oscura What Marielle Knows del alemán Frédéric Hambalek, el drama con toques de thriller Hot milk de la inglesa Rebecca Lenkiewicz o la extravagante película de espionaje Reflet dans un diamant mort, de los belga francos Hélène Cattet y Bruno Forzani. De esta manera se percibe con claridad la apuesta de la nueva gestión de la Berlinale, que desde este 2025 mostró los resultados de la mirada de Tricia Tuttle, quien asumió la dirección artística, tras la salida de Carlo Chatrian. Por ello, la diferencia sí ha sido notable, en la medida que exixte una apuesta por el cine de género, ya que se espera captar la atención de otros públicos que quizás se sintieron decepcionados por anteriores ediciones. Por ello, los riesgos expresivos, un punto que se suele encontrar en festivales de este tipo, fueron escasos.
Pero no solo se trata de identificar los films de género dentro del cine independiente como parte de esta tendencia global (Cannes, Sundance, Venecia, etc.), sino de comentar los tópicos que estos films abordan, sobre todo desde una dirección hecha por mujeres, y protagonizada por mujeres, y que deviene también en la mención de la creciente participación, más allá de una cuota (punto que siempre ha sido importante para la Berlinale de los últimos años). En esta competencia, de 19 films, 9 fueron dirigidos por mujeres. Pero, ¿de qué hablan estos films? Comentamos algunos de ellos.
Con If I Had Legs I’d Kick You, que tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine de Sundance, Mary Bronstein continúa su interés por abordar variaciones de la toxicidad. Ya en su anterior largo mumblecore Yeast (2008), Bronstein abordó desde la comedia las divergencias de una amistad tóxica. En cambio, en este nuevo film de terror psicológico, realizado 16 años después de su ópera prima, parece que todo ese aspecto nocivo llega encarnado en la figura de una terapeuta agobiada por diversos aspectos de su vida familiar y doméstica. Linda (Rose Byrne) interpreta a una madre cansada de tener que cuidar sola a su hija, quien padece una extraña enfermedad, y que la obliga a cuidarla con más compromiso, ante un esposo ausente, una casa con un hueco en el techo, una estancia obligada en un motel barato y una paciente que desaparece. Linda, a diferencia de este personaje, que funciona como una breve contraparte, no puede desaparecer.
En su film, Bronstein elige una puesta en escena basada en la concentración de todo el peso dramático en el personaje de Rose Byrne, donde los hombres son catalizadores de su estrés, como pasa con el ayudante del motel que encarna A$AP Rocky, Christian Slater que hace de marido ausente o del presentador Conan O’Brien, quien funge de terapeuta. Y en esta vía, la cineasta decide dejar a la hija y al marido en un fuera de campo cuasi permanente. Planos de desayunos, cenas, paseos, o noches en la cama con la hija, en los cuales nunca la vemos, solo la escuchamos. Esa decisión también se aplica al esposo, a quien escuchamos desde conversaciones telefónicas. Este es un buen recurso, que se vuelve una antípoda de esos films animados donde se evita dar espacio al mundo adulto, para concentrar la atención en las dinámicas autónomas de los personajes infantiles ante la posible intervención de familiares mayores en sus decisiones. En esa línea, la hija de Linda no es mostrada para estimular la conexión de los espectadores con esta protagonista en crisis, donde su angustia se comparte desde esta puesta en escena de planos muy cerrados y desde atmósferas enrarecidas.
El detalle de que If I Had Legs I’d Kick You es una producción A24 no es menor, más aún cuando el film replica todo un background de códigos del cine arthouse y de subgéneros. En esta lógica, el film condensa una estetización de las claves del terror psicológico y la comedia oscura, basada en un tratamiento fotográfico”luminoso”, además marcada por un tipo de horror libre de jump scare u otros facilismos y que ha sido recurrente en films de esta productora en los últimos años. Por otro lado, esta fusión de arthouse y subgéneros también propicia que se aborden temáticas clásicas en torno a las “problemáticas” del universo femenino en un entorno masculino o patriarcal, donde, por ejemplo, la maternidad se convierte en un proceso oscuro, perturbador o reflejo de lo “uncanny” (concebido como “algo” inquietante que que quiebra la tranquilidad del entorno íntimo, familiar o doméstico, usualmente asociado al poder o influencia de lo femenino). Como en Hereditary, Midssomar, o The witch, en If I Had Legs I’d Kick You se proyectan lecturas desde lo femenino como parte de un ciclo alterado, y en este caso, donde la maternidad enferma o distorsiona. Y ver a Rose Byrne estallando en una crisis, que además hizo que obtuviera el premio a la mejor perfomance en toda la Berlinale, por encima de actuaciones memorables como la de Ethan Hawke en Blue Moon, hace que este nuevo reto de Bronstein, que contiene una identidad visual lograda, se pueble de algunos lugares comunes que debilitan el resultado del film.
Otro film sobre el malestar femenino en la competencia de la Berlinale fue Hot milk, que adapta la novela del mismo nombre de la escritora inglesa Deborah Levy, publicada en 2016. La cineasta inglesa Rebecca Lenkiewicz mantiene la fidelidad dramática, aunque no simbólica, de la novela y retrata la densa relación entre una madre y una hija. El film se desarrolla en un balneario de Almería, que ha sido gentrificado o poblado por extranjeros que llegan allí a pasar el verano. Allí la cineasta ubica a Sofía (Emma Mackey), la protagonista y eje emocional de la película, quien debe cuidar a su madre, Rose (Fiona Shaw), quien padece una enfermedad que la confina a una silla de ruedas. El cuidado de la madre implica abandonar sueños propios, y por ello se genera un clima de tensión, basado en esta frustración, entre estas dos mujeres, quienes a su manera tienen la vida medio trunca. En principio sabemos que viven en este lugar debido a la cercanía con una clínica, regentada por el doctor Gómez (interpretado por el suizo Vincent Pérez), quien aplica tratamientos homeopáticos mezclados con santería “new age”. Mientras Sofía se siente presionada por vivir atada a su madre, no poder ejercer la antropología y no tener una vida normal, conoce a una jipi, costurera y viajera que interpreta Vicky Krieps, con quien inicia una relación lésbica. Y desde esta tríada emocional, la cineasta propone encuentros y desencuentros, en clave de drama familiar.
Hot Milk comienza con una escena que se completa cuando el film acaba. La presencia de la insatisfacción del personaje de Emma Mackey se traduce en un acto de irreverencia ante la figura materna, que funciona como un ente ambivalente, por un lado, que despierta necesidad de protección, y por otro, una repelencia como sujeto que ejerce sometimiento. Más allá de este aspecto que resulta ya de por sí elemental para este tipo de dramas, hay un tratamiento poco consistente sobre las relaciones entre mujeres, y donde la atracción ante el personaje de Krieps luce superficial o forzada en su toque liberador. Además, la cineasta sacrifica diversos aspectos simbólicos de la narrativa literaria a cambio de un pragmatismo visual propios de los dramas clásicos que reduce el perfil psicológico de ambos personajes a una tensión de diálogos entre madre e hija (que solo queda en amago de duelos ante films referentes como Sonata otoñal).
Y como pasa también en If I Had Legs I’d Kick You, en Hot Milk, la resolución del estado frustrado del personaje se completa no con una decisión de su propio empoderamiento sino como una acción de desesperación, propio de un estado histérico. Así, se construye un universo estereotípico, basado en el poder de la histeria, donde las mujeres ni siquiera se tienen a sí mismas.
Y cerramos este texto panorámico con la mención a Mother’s Baby de Johanna Moder, una obra que transita entre el thriller psicológico, el terror y la ciencia ficción, y que también estuvo en la competencia de largos de la Berlinale. En este film se describen los estados paranoicos y conspiranoicos de una madre primeriza de cuarenta años, quien sospecha que su recién nacido fue cambiado en la clínica donde dio a luz. Julia es una directora de orquesta, casada con un gerente, que acude a un centro de fertilidad in vitro, donde le ofrecen cumplir el sueño de la maternidad. Tras un parto lleno de dificultades, su bebé es atendido de emergencia y llevado a un hospital cercano. Atribuido a un periodo de depresión postparto, Julia comienza a tener sospechas, tanto sobre su hijo como del médico que la atendió, un sujeto carismático.
La propuesta de la cineasta austriaca Johanna Moder tiene reminiscencias de muchos films de subgénero donde el parte y postparto se vuelven una situación insana. Incluso alude a un bagaje simbólico de sospecha y depresión de varias películas sobre la espera y la maternidad, como El bebé de Rosemary de Polanski o Tully de Jason Reitman. Pero más allá de estos tópicos donde la maternidad puede lucir como un ámbito de incomodidad y de alteración no solo de los cuerpos, hay una intención de que las sospechas del personaje de Julia sean vistas con pinzas con el espectador, para lograr precisamente un componente de duda que requiere el subgénero. Y en ese sentido, Julia puede percibirse como una loca, una histérica, o alguien, que, como dicen el esposo o la suegra, necesita descanso. De esta manera, la película de Moder concibe a la histeria del personaje a un estado natural de las mujeres que acaban de dar a luz. Y allí entra precisamente algo que el film no define bien, a tal punto que lo que venía siendo un efectivo thriller psicológico sobre este proceso, deviene en una forzada película de ciencia ficción, sobre experimentos genéticos y mutantes que luce muy poco verosímil. Por un lado, pareciera que el personaje merece ser castigado por el simple hecho de desear un hijo o asistir a una clínica para ser inseminada. Y por otro, hacia el final, se celebra su empoderamiento, cuando la idea de ser madre desaparece. Y de alguna manera esta obra considera a esta maternidad interrumpida como un triunfo. Por ello el título del film podría también verse como la crítica a una sociedad donde el deseo por tener hijos puede ser esclavizante y extremo. Mother’s Baby podría ser la película más feminista de toda la competencia, sin embargo el proceso de empoderamiento de su personaje femenino, como también pasa en Hot Milk y If I Had Legs I’d Kick You, deviene en la reunión de estados alterados que componen un manido retrato de la pulsión femenina: violenta, histérica e irracional.