Por Mónica Delgado
El festival ya está por acabar, y luego de lo indescriptible que significó el pase de The Assassin de Hou Hsiao-hsien, ya parece que todo lo visto después queda en la anécdota. Sin embargo, la jornada de hoy tuvo por lo menos una cinta de interés: The Other Side del italiano radicado en EE.UU., Roberto Minervini.
En The Other Side, Minervini sigue en su rutina a un grupo de junkies y alcohólicos en el sur empobrecido de EEUU. Su experiencia en el documental (tiene una trilogía importante sobre temas de exclusión y marginalidad en el mismo tono), permite entrar de lleno en este submundo lúmpen y grotesco, con crudeza y evitando una mirada miserabilista. Lo que le interesa a Minervini es introducir a estos seres en las fronteras de la ficción, puesto que no son actores sino adictos reales, siguiéndolos en situaciones ficticias que Minervini planifica, y que van a ir conformando este panorama antagónico de una potencia económica mundial, con sus desclasados o apátridas presos de la droga y el desaliento.
El comienzo que muestra a un grupo de militares camuflados en los bosques, y que parece ser de intención alegórica, es seguido de los planos del protagonista, a quien vemos deambular por la carretera desnudo, aludiendo a una representación descarnada quizás en el tratamiento del filme, y lo es. A Minervini le interesa precisamente describir esta decadencia y relacionarlo con apuntes políticos sobre Obama o Hillary Clinton, que emergen en distintas escenas como comentarios de los personajes, señalando así que estos parias de alguna manera también están interesados y deciden el futuro de los EEUU.
The Other Side es un cine directo, de mujeres embarazadas nudistas y adictas a las metanfetaminas, de amor fou como parte de la adicción, y de adolescentes en medio de la miseria que esperan llegar a Harvard, partes de ese EEUU oculto y que Minervini saca del camuflaje. Un filme lapidario y fuerte de la selección de Un Certain Regard.
Youth de Paolo Sorrentino parece la hermanastra fea de La Grande Bellezza. No hay un eje articulador de esa juventud soñada o añorada que el cineasta toma como problema con la motivación de su modo narrativo vertiginoso, lo que tampoco permite sacarle más jugo a las cuotas de comicidad sutil sobre la actitud de sus protagonistas, dos ancianos en un hotel suizo para millonarios. Si bien ambas manejan el mismo estilo visual del esperpento ligado a cierto virtuosismo de la puesta en escena, aquí las motivaciones del filme resultan flojas, y que solo resisten debido a la presencia de Michael Caine, Harvey Keitel, Paul Dano y una deslucida Jane Fonda.
Este nuevo filme de Sorrentino se regodea en el artificio puro, y aunque se muestra coherente con su marca al dirigir, y que crece un poco con algunas situaciones hilarantes (sobre todo aquellas que evocan a Maradona), se hace evidente el desgaste creativo. Youth es un filme vacío y de argucia egocéntrica.
Love es en definitiva una cinta hecha por Gaspar Noe: planos de sexo explícito que buscan ser prototipo de una nueva forma de filmar el porno, diálogos insólitos sobre la naturaleza del amor y la esencia de la vida, narración en primera persona que pone en evidencia el carácter moral del filme, juegos temporales que guardan las pistas del origen o problema que aflige a los protagonistas (deja vu a Irreversible) y una puesta en escena que por momentos repele ser hiperactiva. Una summa “artística” que solo deja en claro una mirada básica sobre el acto de filmar. Love es todo lo que sabe hacer Noe y nada a la vez.
Todo en ella también busca destacar el background del cineasta, con guiños que ensalcen su cinefilia ostentosa (posters en cada toma de filmes de Griffith, Fritz Lang, Pasolini), o tras colocarse así mismo en un cameo en una escena de orgía, o incluso de llamar al bebé del filme Gaspar como él. Hay grandilocuencia, autobombo, torpeza (innecesario uso del 3D) y una mirada primaria sobre la relación manida entre sexo y amor. El desastre mayor de esta edición del Festival.
Valley of Love de Guillaume Nicloux resultó ser, junto con La Loi du Marché de Stéphane Brizé, una película interesante entre las otras francesas presentadas en la competición oficial, lo que tampoco es un halago. Tiene interés porque tiene un duelo actoral entre Isabelle Huppert y Gerard Depardieu, frente que poco a poco se va diluyendo hacia la compenetración emocional de ambos, padres heridos por la muerte de un hijo que no ven desde hace siete año; y porque narra una historia de índole sobrenatural de modo seco, sin efectismos, en la zona del Valley of Death en EEUU.
Si bien el descenso hacia lo fantástico tiene poca empatía con cualquier elemento de género, es más bien la exacerbación de lo dramático o su progresión de la indiferencia hacia la nostalgia y el perdón lo que hace lucir mejor a los dos actores, que sostienen en sus divagaciones y luto la razón misma del filme.