CANNES 2019: CENIZA NEGRA Y POR EL DINERO

CANNES 2019: CENIZA NEGRA Y POR EL DINERO

Por Mónica Delgado

Ceniza negra es el primer largometraje de la historia de Costa Rica que participa en Cannes. Dirigido por Sofía Quirós, se trata de un film intimista con toques oníricos, sobre una adolescente sin padres que vive con sus abuelos en una zona selvátiva. Presentado en la selección de Semana de la Crítica, Ceniza negra no escapa a algunos elementos clásicos de la exotización latinoamericana, sin embargo posee a una actriz maravillosa, el descubrimiento de Smashleen Gutiérrez.

Sofía Quirós muestra habilidad cuando construye situaciones cotidianas, a partir de esta interacción entre la nieta adolescente y sus dos abuelos muy ancianos. La cineasta deja ver arrugas, pieles cansadas, miradas a punto de enceguecer mientras los diálogos generacionales, picantes y confiados, asoman entre los personajes. Los climas familiares son mostrados con cercanía, desde una cámara a la caza de gestos y que se muestra atenta en atrapar la manera en que se dicen las cosas. Los juegos verbales, que parecen ser hostiles, transmiten la idea de una familia unida con sus propios códigos.

Quizás el toque onírico de algunas escenas, donde aparece la madre muerta en momentos estilizados, como parte de ritos de encuentro o de premonición, resulta menor en comparación con los avatares del personaje de Selva, al cuidar a sus abuelos (pese a que lucen muy independientes) o cuando deja pasar sus días en la escuela. Me quedo con la secuencia de salida a un bar nocturno de Selva y su abuela.

Por el dinero del argentino Alejo Moguillansky tiene una puesta en escena no muy diferente a sus trabajos anteriores como la gran La vendedora de fósforos o El escarabajo de oro. Barroquismo narrativo aunque esta vez desde el punto de vista de un interlocutor francés, que asoma en el relato a partir de su declaración en una investigación policial (en un inicio muy a lo Bruno Dumont de las comedias recientes) tras un doble asesinato en una playa colombiana.

El film recupera una obra de teatro del mismo nombre y al reparto, donde actúa el mismo Moguillansky, para dar cuenta de los avatares de una caravana teatral en un tour a Bogotá, donde debe competir con otros grupos (de puestas en escenas más grandilocuentes y marketeras) por un jugoso premio monetario. La tesis del film es ver cómo este grupo de artistas se va desintegrando gracias al vil dinero. Pero, para eso Moguillansky recurre a un tono muy francés, con ecos a la Nueva Ola (los primeros Godard o Truffaut en ese estilo de mezcla de comedia, cine negro y drama) y de la mano de un narrador también francés que le da un acercamiento o conexión con el espectador europeo. Y el personaje del músico (Gabriel Chwojnik) que trabaja haciendo bandas sonoras para publicidad pero que también participa en la obra teatral de corte experimental y brechtiano, es de lo mejor en la película.

Si miramos el film de Moguillansky dentro del panorama de las películas latinoamericanas presentadas en esta edición de Cannes, se puede afirmar que muestra con creces a un director con estilo propio ya afianzado, que va con paso firme en la construcción de sus imaginarios, y a través de ese ludismo formal que lo viene caracterizando. También puede decirse que es el único film de la región en esta edición que escapa al clásico exotismo con el que se viene ligando al cine latinoamericano en festivales europeos, que prescinde del miserabilismo y la pobreza social y política for export, y que apuesta por dejar libres sus fantasmas fílmicos y artísticos donde hay espacio para la crítica al consumo, sin ser demasiado evidente. Y eso se valora bastante.