Por Pablo Gamba
The Distant Barking of Dogs (2017), galardonada en el IDFA de Ámsterdam y ganadora del Alejandro de Oro y del premio de la crítica internacional en Tesalónica, y Jane (2017), que estuvo en el mismo festival holandés y recibió el Critics’ Choice Award al mejor documental, son destacados ejemplos de modalidades de representación que siguen siendo dominantes en este tipo de películas en la actualidad, a pesar de los problemas que plantean. El primero es un film observacional ortodoxo, de aquellos en los que el realizador se propone ponerse en el lugar de una “mosca en la pared”, como se dice. En el segundo caso se trata de una película hecha con material de archivo y articulada a la manera expositiva, sobre la base de las respuestas a una entrevista. Ambas compiten por el premio del público en la sección Politiken de CPH:DOX.
El protagonista de The Distant Barking of Dogs es Oleg, un niño de 10 años de edad que vive con su abuela en Hnutove, Ucrania, a una milla del frente de batalla contra las fuerzas separatistas de la “república popular de Donetsk”. El film observa cómo la cercanía de la guerra se hace sentir en la vida cotidiana del jovencito, de su primo Yarik y de Kostya, el amigo adolescente de ambos. A eso se añaden los comentarios de la señora mayor sobre cómo la afecta a ella.
Hay lugares comunes de este tipo de películas que no dejan de estar presentes aquí. Una charla sobre los peligros en el entorno de la escuela a cargo de militares, por ejemplo, o el ejercicio de ir al refugio contra bombardeos. También cómo los proyectiles y las minas pasan a ser parte de la vida de los niños, a los que se añade el juego de los tres con una pistolita del mayor.
Pero lo más importante son las escenas de las que viene el título, en las que el combate es un ruido distante cuyo origen queda fuera del campo visual, pero no la reacción física que causa en los personajes. El mejor ejemplo es aquella en la que Oleg se baña en un río, cuando la noche comienza a cerrarse. Puede verse cómo el terror aflora en su rostro cuando por el contexto se entiende que se siente a solas, sin tener que disimular ante Kostya. En otra escena, incluida al final, el bombardeo hace saltar de miedo a Yarik, mientras cena junto con Oleg.
Pero The Distant Barking of Dogs no deja de plantear un problema del documentalismo de observación. La película se propone mostrar las reacciones espontáneas de los personajes frente a algo invisible que ocurre en la distancia, pero a la vez trata de ocultar la presencia de los realizadores, que puede ser más cercana y tener igualmente efecto sobre ellos. No se comporta de la misma manera la gente cuando se sabe observada por una cámara. Resulta poco verosímil, por tanto, el recogimiento supuestamente a solas de Oleg frente a la tumba de su madre, y lo mismo también puede ocurrir en otras escenas, como la del río. Los documentales de este tipo tienen un aspecto parecido a la ficción, y el desenvolvimiento “real” de los personajes no es diferenciable de la actuación.
Asimismo, la técnica de la “mosca en la pared” llama a pensar en el problema ético de mantener la no intervención en situaciones peligrosas que se dan por responsabilidad de los realizadores y no por riesgos imprevisibles, como cuando el personaje principal es rozado por una bala de la pistola de Kostya. ¿Era realmente necesario llegar al punto de que se produjera esa herida? ¿Acaso los adultos que estaban allí, filmando y grabando el sonido, no debieron haber actuado para impedir que jugaran con un arma que podía hacerles daño?
Jane es una película sobre Jane Goodall, pionera en el estudio de los chimpancés en su ambiente natural. El documental, dirigido por Brett Morgen, está basado en más de 100 horas de película en 16 mm en color y en grabaciones de sonido hechas en los años sesenta por el colaborador y exesposo de Goodall, el fotógrafo de la naturaleza Hugo van Lawick. El material permaneció 50 años sin ser aprovechado en el archivo de National Geographic.
La película es una exaltación de la vida y obra del personaje hasta el punto de ser una hagiografía didáctica. Está relatada desde un punto de vista francamente colonialista, para el cual “África” es un continente sin historia propia ni diferencias nacionales, en el que la ciencia está a cargo de europeos. A pesar de eso, Jane se destaca como resultado del amor por las inimitables cualidades del registro fílmico, expresado a través de una cuidadosa restauración. También por haber sido el fruto del amor de un cineasta por una mujer. Tanto como los simios a los que audaz y sensiblemente Goodall se aproxima, lo más llamativo de esta película es una joven independiente de belleza atlética, que explora sola la selva escalando cerros, trepando árboles y brincando arroyos –el título viene de la pareja de Tarzán–, y que evidentemente disfruta al saberse observada. La mayor parte del film es claro reflejo del tipo de relación que se estableció entre Goodall y Van Lawick, cuando él quedó prendado y no solo se convirtió en su pareja sino también se hizo parte de un proyecto de ella, y que se estropeó al agotarse el financiamiento de National Geographic al idilio. Al conseguir otros trabajos, el fotógrafo quiso que la mujer siguiera al hombre, y no podía ser así.
Si la relación de la pareja llegó en un momento a parecer una utopía, la del film con el personaje, en cambio, es incómodamente paradójica. Goodall tiene la singularidad de que es una científica no educada en una universidad. Fue escogida para el trabajo con los chimpancés en su hábitat natural, siendo una joven secretaria amante de los animales y con deseos de viajar, porque el antropólogo Louis Leakey sospechaba de la capacidad de observación de las mentes que consideraba deformadas por la academia. Lo contrario ocurre en el film, que hace calzar el relato de esta vida excepcional en un modelo de documental preestablecido por la institución que lo financia, con lugares comunes tan insoportables como puede serlo un exceso de Philip Glass.
Que estas dos películas compitan por un Premio del Público es la constatación de un hecho que no deja de ser lamentable: si se habla de documental, la mayoría de los espectadores entiende que se trata de películas de estas características. Pero la verdadera aventura del documentalismo recién comienza cuando los realizadores son conscientes de los problemas que plantean estas y otras convenciones, y tratan de hallar solución para ellos. En otras palabras, sin negar los logros de ambos filmes –y en particular del segundo–, los dos apenas consiguen llegar al punto de partida del que debería ser el verdadero cine.
The Distant Barking of Dogs
Dirección, guion y fotografía: Simon Lereng Wilmont
Producción: Monica Hellstrom
Montaje: Michael Aaglund
Sonido: Pietu Korhonen, Heikki Kossi, Peter Albrechtsen
Música: Erik Enockson, Uno Helmersson, Erik Enocksson
Duración: 90 minutos
Dinamarca-Suecia-Finlandia, 2017
Jane
Dirección: Brett Morgen
Producción: Bryan Burk, James Smith
Fotografía: Hugo van Lawick, Ellen Kuras
Montaje: Joe Beshenkovsky, Brett Morgen, Will Zndaric
Sonido: Warren Shaw, Joshua Paul Johnson
Música: Philip Glass
Duración: 90 minutos
Estados Unidos, 2017