DOCUMENTA MADRID 2021: ABISAL DE ALEJANDRO ALONSO

DOCUMENTA MADRID 2021: ABISAL DE ALEJANDRO ALONSO

Por Pablo Gamba

El mediometraje Abisal ganó el premio del público en la competición internacional de Documenta Madrid. Se había estrenado en abril, en Visions du Réel, en Nyon. El director, Alejandro Alonso, se convirtió en uno de los cineastas cubanos del momento en febrero, cuando ganó el premio Tigre al mejor cortometraje en el Festival de Rotterdam por Terranova, una película que codirigió con Alejandro Pérez Serrano. 

Abisal fue filmado en el desguazadero de barcos de Bahía Honda y en el faro que hay en ese mismo lugar, en el noroeste de Cuba. Es un documental que tiene un acercamiento sensorial al tema. Desde el plano inicial, en el que la cámara va detrás, muy cerca, de un hombre que sube las escaleras del faro, queda marcado el travelling de seguimiento como figura dominante en la película. Los mejores son los de los trabajadores en su recorrido por el interior de los barcos que desmontan, aprovechando los haces de luz en las sombras, las intermitencias de otras fuentes de iluminación y la manera como se escucha el sonido en los espacios cerrados. 

Lo sensorial comprende, además, los contrastes hirientes de la oscuridad y la incandescente luz del trópico o la manera como se rasgan las sombras de los interiores cuando se abre una escotilla o ventana que da hacia afuera. Alonso trabaja, asimismo, con la relación plástica figura-fondo, la deformación de los reflejos y la proyección de las luces del faro hacia su interior. También con la ubicación de los cuerpos con respecto a superficies de texturas herrumbrosas o caminando sobre restos que flotan sobre pocos centímetros de agua en grandes planos generales. 

En contrapunto con lo sensorial, un par de diálogos se asoman a la manera de ser y de pensar de los personajes, que son todos hombres y obreros. En una de esas conversaciones, dos de ellos se cuentan sus sueños; en otra, el relato de la aparición misteriosa de una luz en el campo tiene como respuesta en el que la escucha la exigencia, basada en la Biblia, de distinguir las historias de muertos de las del diablo. 

Pero Abisal es una película crítica de la Cuba de hoy y no un ejercicio de etnografía sensorial. Lo que da sentido a este documental es su dimensión alegórica, obvia en el motivo de los barcos que ya no funcionan y que son recorridos en busca de los restos que puedan extraerse de ellos, entre los que se destacan “tesoros” del extranjero como un chaleco salvavidas y un diario amarillista de Panamá que sorprende por sus avisos. La película podría ser vista, incluso, como una versión ácidamente irónica del clásico Shipyard (1935), de Paul Rotha, que es sobre un astillero, no un desguazadero.

Irónica es, igualmente, la mirada desde el interior del faro. Es una sinécdoque del país que sigue siendo una luz para mucha gente en el mundo, pero ya no para los que están allí, “iluminando” esa esperanza ajena. Los haces de luz, vistos desde el faro, lo que alumbran es un barco capaz de flotar y, por tanto, de marcharse de esa “utopía”.  

La mejor secuencia es aquella en la que dos personajes se lanzan a correr inesperadamente por los pasillos oscuros detrás de un bicho que han encontrado en una zona de camarotes. El espectador ingenuo se preguntará por qué tratan de capturar con tanto interés la que no pareciera poder ser más que una rata. Pero lo que encuentran podría ser un símbolo de algo que Cuba necesita con suma urgencia.

Hay que reparar, en este sentido, en que Alejandro Alonso da clases en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, que sigue siendo una isla de libertad creativa dentro de la isla de la Revolución lejana y mitificada. Es también una de las cabezas más visibles del movimiento 27N, cuyo nombre hace alusión a la fecha de noviembre del año pasado en que más de 300 artistas e intelectuales cubanos se reunieron frente a la sede del Ministerio de Cultura para exigir ser escuchados. Publicaron un manifiesto en el que reclaman libertades políticas, libertades económicas, y el reconocimiento del derecho a la libre asociación y a que los medios de comunicación independientes puedan funcionar legalmente. 

Entre los firmantes predomina la generación de los cubanos nacidos en los ochenta o menores, cuyos primeros años estuvieron marcados por el “período especial” de los noventa, como el mismo Alonso (1987), pero también hay otros que tienen 50 años o más, como la artista Tania Bruguera (1968). Son los que hoy parten el hierro caliente.

Competición internacional 

Dirección y fotografía: Alejandro Alonso
Guion: Alejandro Alonso, Lisandra López Fabé
Producción: Alejandro Alonso, Boris Prieto
Montaje: Emmanuel Peña
Sonido: Velia Díaz de Villalvilla, Glenda Martínez Cabrera, Alejandro Pérez
Música: Pepe Gavilondo
Cuba-Francia, 2020, 30 min.