Por Benji Porras
Reas (2024) es un documental narrado en clave de musical que coloca a un grupo de exconvictas a actuar sus experiencias en la cárcel. Más de diez mujeres y un hombre trans, que cumplieron condena en distintas fechas y prisiones, se interpretan a sí mismos para condensar sus experiencias en una sola historia. Todo sucede en una cárcel abandonada que dentro del relato está en pleno funcionamiento y sirve como escenario para las retratadas. El hilo conductor es Yoseli Arias, que llega a prisión tras ser detenida en el aeropuerto por tráfico de drogas. En el centro deberá adaptarse a las reglas, soportar los abusos policiales y establecer nuevos vínculos.
En Reas no existe una intención de captar la realidad a través de la filmación de interacciones espontáneas y la posterior selección de fragmentos representativos. Al contrario, hay una guionización, una composición, una coreografía en cada toma. Las distintas escenas funcionan más bien como postales que concentran y ensamblan recuerdos reales. Con esto, la directora Lola Arias pone de manifiesto una voluntad de simulación que nos obliga a preguntarnos qué tanta veracidad hay en lo que estamos viendo. Uno pensaría que en una puesta en escena como esta lo real se develaría en las actuaciones, pues son personas actuando de sí mismas; sin embargo, esto no sucede exactamente así. La mayoría de veces, y especialmente con la protagonista, la actuación no es buena. Pero el contexto dota de una nueva capa su trabajo. Uno no cree lo que Yoseli está actuando pero sabe que eso es lo que realmente vivió. Esa especie de limbo entre el artificio y lo genuino es atrapante. Si bien lo real no se manifiesta de forma contundente en él -a veces aparece pero mayormente no-, en este caso, las actuaciones flojas no son en absoluto un problema para la narrativa. Sigue habiendo significado en ellas. ¿Entonces dónde encontramos lo verídico? Es decir, más allá de los planos, vestuarios y actuaciones ¿qué tanto valor tiene como documental? La respuesta llega con su dimensión musical. Por supuesto, aquí la escenificación es más latente pero funciona como dispositivo de sublimación.
Uno mira la pantalla y en sus gestos ve la canalización auténtica de su vida en la cárcel. A diferencia de otras instancias en las que actuaban para representar correctamente su historia o para que un mensaje sea entendido, aquí cantan y bailan por la satisfacción misma de cantar y bailar su encierro. Da la impresión de que no importa que la cámara esté allí, hay un interés por el ejercicio en sí mismo.
El gran acierto en este documental, que se presenta como parte de la competencia latinoamericana documental de la 28° edición del Festival de Lima, tras su paso por Berlinale y otros festivales, es su dimensión musical -que dicho sea de paso está muy bien articulada con los temas compuestos para la cinta- ya que utiliza la performance como instrumento de revelación de lo real. Su mayor valor está ahí, en esa especie de instancia de superación del trauma captada en video y acompañada por una gran selección musical.
Cabe una mención especial para Ignacio Amador Rodriguez, hombre trans que tiene una banda en prisión. En general su performance es buena; y su presencia en pantalla, sobresaliente. Tiene un magnetismo y talento para estar frente a cámara que me gustaría ver en futuras producciones.
Competencia latinoamericana documental
Reas
Dirección y guion: Lola Arias
Fotografía: Martín Benchimol
Edición: Ana Remón, José Goyeneche
Sonido: Sofia Straface, Daniel Almada
Música: Ulises Conti
Producción: Gema Juárez Allen, Clarisa Oliveri, Ingmar Trost & Vadim Jendreyko
Reparto: Yoseli Arias, Ignacio Amador Rodriguez, Estefy Harcastle, Carla Canteros, Noelia Pérez, Paulita Asturayme, Laura Amato, Pato Aguirre, Cinthia Aguirre, Julieta Fernandez, Silvana Gomez, Daniela Borda, Jade De la Cruz Romero y Betina Otaso
Argentina, Alemania, Suiza, 2024, 82 min