Por Mónica Delgado,
Con Flora, el cineasta mexicano Nicolás Pereda propone un díptico con su anterior largometraje Fauna. Aunque suene evidente la relación, este cortometraje se sitúa como un anclaje más explicativo sobre la tesis que sostiene el largo como una inteligente comedia de situaciones: destrabar algunas claves para comprender más allá de los imaginarios y representaciones sobre el cine comercial y efectista de narcos en México, para así aludir a interioridades o cotidianidades que se han visto mermadas debido a una básica construcción del mundo (escapando a la inevitable violencia y crueldad). La representación cliché del mundo de narcos ha mermado posibilidades de comprender desde el cine otros componentes más orgánicos y estructurales. Y en este sentido, a Pereda le interesa pensar en la puesta en escena, la actuaciones, los planos como dispositivos de un encubrimiento (en algunos casos).
Si en Fauna, una pareja visita el hogar familiar en alguna zona de provincia al norte del país, donde hay bastante interés por lo que acontece en algunos pasajes de la serie Narcos (para luego el relato abrirse a una puesta en escena en abismo, o de cine dentro del cine), en Flora, los mismos actores aparecen a partir de escenas extraídas del film, de material que no fue usado, para mostrar un reverso a modo de ensayo de la representación original.
Como indica la voice in over, que gobierna todo el metraje de once minutos y que es del mismo Pereda, se trata de una oportunidad para completar las intenciones que están presentes en Fauna, relatando sobre aquello que aparece fuera del encuadre, como una decisión de lo inasible y de la escasa posibilidad de reconstruir los imaginarios de una cultura de narcos desde el fragmento o desde una puesta en escena limitada. Pereda en estos breves minutos expone una lectura del cine como un territorio de ocultamientos, pero que puede y deben ser descifrado. A tal punto, que Pereda define a la “Pantalla de cine, como cosa que oculta o hace sombra a otra”. Este encubrimiento de la realidad que hace referencia, también es patente del universo de ilegalidad que gobierna el territorio que ha elegido para este rodaje y que Pereda busca transformar.
Pereda cuenta en un pasaje de Flora sobre algunas confesiones que diera la regenta de un hotel que no tiene huéspedes y que fue locación en Fauna. Esta mujer dice que recibía a viajeros que nunca pagaban, pero que le dejaban una buena propina, o que solo trabajaba allí días o semanas sin que viniera nadie. Luego, menciona que se trata quizás de un negocio donde se lava dinero. No aparece ningún narco arquetípico, de botas y sombrero, en escena, pero su presencia o modus operandi asoma en los planos que ilustran este relato (el actor Lázaro Gabino Rodríguez, protagonista de Fauna, tomando un baño o sentado pensativo en alguna cama del motel). Algo similar sucede con el pasaje que protagoniza la actriz Luisa Pardo, donde relata otra acción nonsense del mundo de los narcos y que invade la cotidianidad del lugar.
Como sucede en Fauna, aquí también Lázaro Gabino Rodríguez materializa una premisa que Pereda enuncia: “los actores no revelan verdades sino que la inventan”. Más aún cuando Pereda relata que este actor se ubica en ese mismo instante en una locación de una de las primeras películas mexicanas comerciales sobre narcos, donde Rodríguez actuó de modo muy efìmero: El infierno, de 2010). Un actor recreando de otra manera, desde un fuera de campo quizás o desde la posibilidad de la repetición como reverso de una escena cliché. Otra de las mecánicas del encubrimiento.
Esta posición de Pereda desde esta política actoral, recuerda algunas afirmaciones clásicas de Robert Bresson en torno al actor-modelo. Por ejemplo, en un diálogo entre Jean-Luc Godard y Bresson, este último indica que “El actor es actor. Nos encontramos ante un actor. Y esto produce una proyección. Ese es su movimiento, se proyecta hacia fuera”. Y, por otro lado, en sus Notas sobre el cinematográfo, Bresson sostiene que “Movimiento de afuera hacia adentro./(Actores: movimiento de adentro hacia afuera.)/Lo importante no es lo que me muestran sino lo que me esconden, y sobre todo aquello que no sospechan que está en ellos./ Entre ellos y yo: intercambios telepáticos, adivinación”. Y en este sentido, y en concordancia con lo expuesto a modo de tesis sobre esta mecánica del encubrimiento en la capacidad inherente del cinema para inventar mundos, Pereda asume a sus actores/actrices como esa vía para un ejercicio de entropía, de tensión entre estos adentros y afueras de los intérpretes, logrando generar en el espectador una duda sobre aquello que nos muestran, desde estos juegos de la representación sobre lo que el cine quizás no podrá reflejar sobre imaginarios manidos o espectaculares de la violencia.
Notas
Bresson, R. (1979). Notas sobre el cinematógrafo. Traducción de Saúl Yurkiévich. Madrid: Ediciones Era.
Godard, J.L., Delahaye, M. (1966). “La pregunta”, entrevista a Robert Bresson. Cahiers du Cinéma, Nº168. Tomado de la traducción de Tijeretazo.org
Dirección y guion: Nicolás Pereda
Cámara: Mariel Baqueiro
Editor: Nicolás Pereda
Producción: Nicolás Pereda
Reparto: Lázaro Gabino Rodriguez, Luisa Pardo
México, 2022, 11 min