Por Claudia Arteaga
A pesar de la existencia de rótulos a menudo usados por críticos y una comunidad cinéfila para diferenciar formas de realización cinematográfica, como “cine de autor”, “cine comercial”, “cine independiente”, el cine siempre es un esfuerzo colectivo. Esta verdad simple, sin embargo, se puede asumir de manera consciente o no. En el caso de Kinra, la ópera prima del cusqueño Marco Panatonic, asumir el esfuerzo colectivo de hacer una película significó aliviar los obstáculos financieros, de falta de oportunidades en la realización audiovisual, que han rodeado la producción de largometrajes en regiones por mucho tiempo. Resultó en el compromiso conjunto de aprender cómo hacer una película haciéndola, con el objetivo de contar una historia sobre quechuahablantes como ningún director o directora limeña antes la había contado. Con un equipo de producción formado por quechuahablantes, que incluye un número importante de mujeres en puestos claves (producción, dirección de arte, reparto), esta apuesta por una horizontalidad e inclusión fuera de pantalla resuena con una historia sobre la búsqueda por la afirmación de la identidad propia, de mujeres solteras que sacan adelante a sus hijos, de los tránsitos entre un espacio y otro, de los retos y la labor del cuidado.
Más que una entrevista pautada, lo que sigue es una conversación ocurrida el 15 de agosto, al día siguiente de la segunda proyección de Kinra en el Festival Internacional de Cine de Lima, la cual incluyó la presentación del director, miembros del elenco y equipo de producción. De igual manera en esta charla, además de Panatonic, estuvieron presentes Raúl Challa Casquina, actor que interpreta al personaje de Atoqcha; Lizeth Cabrera, actriz que hace de la hermana de Atoqcha; Tomasa Sivincha Huamán, tía de Patanonic y mamá de Atoqcha en la película; Marcosa Huamaní Gonzales, abuela del director, quien hace de una mujer mayor a quien encuentra el protagonista al lado de un camino. También, nos acompañaron Guadalupe Cuba, directora de arte y madre del director, y Gladis Florez Pacco, productora de la película junto con Walter Manrique y Maykon Lope (estos dos últimos ausentes en la conversación, así como el actor Yuri Choa Tunquipa, quien interpreta a Richar).
Claudia Arteaga: En la conversación de anoche después de la proyección de Kinra en el Teatro NOS de la PUCP [14 de agosto], dijiste que tu motivación para hacer la película fue contar cosas que otras películas hechas en Lima sobre personas andinas no contaban. ¿Qué no logran contar esas películas?
Marco Panatonic: No logran profundizar en la vida de alguien del campo. Las personas del campo aparecen en esas películas como personajes decorativos. O les hacen decir tres cosas y esa es toda su participación o son estereotipos. Tampoco lograban representar bien el quechua. Incluso si se trata de un actor que habla quechua, la lengua no termina cuajando bien en la actuación o no era verosímil.
Claudia Arteaga: ¿Cuántos años te demoró hacer Kinra?
Marco Panatonic: Desde que empezamos la producción hasta que entregamos el proyecto, fueron dos años clavados, pero la primera versión del guion es del 2014 y obtuvimos el fondo de la DAFO [Dirección del Audiovisual, la Fonografía y Nuevos Medios] para cine en lenguas originarias en el 2017. Entonces vamos unos 10 años, pero el trabajo, el rodaje y todas las partes del proceso llevaron dos años.
Claudia Arteaga: Raúl, ¿cómo fue tu experiencia de integrarte al equipo a través del proceso de casting?
Raúl Challa Casquina: Fui al casting y me sentí cómodo, porque Marco sabía hablar quechua. Y yo dije: “¡wow, qué chévere!”. Yo pensé que [Marco] no sabía hablar quechua. Entonces, cuando entré y me habló en quechua, uff, se prendió la mecha.
Claudia Arteaga: ¿Fue el primer casting al que habías ido?
Raúl Challa Casquina: Sí, el primero.
Claudia Arteaga: ¿Habías estudiado antes actuación?
Raúl Challa Casquina: Nada. Escuché que iba a haber un casting. Dije “¿voy o no voy?”. Estaba en eso. “Es el último día, ¿vamos?”, me dicen. “Vamos, pues, de pasadita”. Ahí conocí a Marco. A Marco y Walter [Manrique] creo. Creo que Walter estaba en la puerta y dije “uy, da miedo”. Después conocí a Marco y él no daba mucho miedo. [Risas]
Claudia Arteaga: Lizeth, ¿cómo fue tu experiencia de pasar por el casting?
Lizeth Cabrera: Yo trabajaba en una tienda de celulares. Algunos del equipo pasaron a pie, caminando con su parlante, “Se busca actores”. Yo dije, “será un floro más.” Porque a veces aparecen oportunidades, pero después a veces te cortan las alas. Creo que ya tenía a mi hijita, recién nacidita, de unos dos, tres meses. Entonces, por curiosidad salí a la puerta y dije, “disculpe, ¿cómo es eso que se buscan los actores?” Me dicen, “Mira, estamos haciendo casting, de tal hora a tal hora vamos a hacer”. Al día siguiente, pasaron por la misma calle. Y dije, “¿será real?” Y así, el último día fui. Después de un cierto tiempo, me llamaron.
Claudia Arteaga: Marcosa, ¿qué significó para usted participar en la película de su nieto?
Marcosa Huamaní Gonzales: [Responde en quechua]
Guadalupe Cuba: [Traduce en español] Dice que su nieto le ha dicho que iba a actuar en la película. Y, dice, que ella ha obedecido al nieto. Marco le leía lo que había que decir, porque el guion estaba en quechua. Entonces, ella con sus propias palabras, decía. Entonces, armamos el mote, el fiambre o el refrigerio porque el señor [el personaje de Atoqcha] iba a pasar por el camino. Entonces, ella le dice, “si estás viniendo de lejos o el camino, ya estarás con hambre, acá tengo mi refrigerio, comeremos”. Y le ha invitado su mote con queso. Encima todavía le aumenta con su coquita, porque tiene ahí su coca. Conversan bien, dice. Ella recién ha visto anoche [en la proyección de la película] lo que han conversado. Entonces, el tiempo ha cambiado, ya no hay animales, ha crecido mucho pasto, no sabe qué animales se va a comer. Ahora, dice, ya ha envejecido también y ya no puede ir así sola al pueblo y si va, viene hasta ahí a la carretera para que vaya a San Toto. Toda esa ladera viene a pie. Todo eso ha dicho.
Claudia Arteaga: Tomasa, usted interpreta a la madre del protagonista. ¿Cómo llega a participar en la película? ¿Cómo fue la experiencia de pasar por el casting?
Tomasa Sivincha Huamani: No, yo no pasé. Nos conocíamos con la tía de Marquito.
Guadalupe Cuba: Tomasa es la hija de la ahijada de mi mamá.
Tomasa Sivincha Huamani: Él me dijo: “tú vas a ser la mamá de Atoqcha”.
Claudia Arteaga: Marco, ¿qué cualidades viste en tu tía para que interpretara a ese personaje?
Marco Panatonic: Mi tía es responsable. Le dices “ven a tal hora” viene, y si no estás, se va. Entonces te dice: “No, ya he venido y no has estado. Tengo asamblea”. Además, me gusta su rostro, es bien expresivo. Es bien segura cuando habla. Habla muy bien y tenemos confianza. No todo el mundo en Chumbivilcas confía en ti. Los chumbivilcanos somos muy desconfiados. Ella hace la voz en la conversación en donde el papá y la mamá de Atoqcha se pelean en la primera escena. La voz del papá era del profesor que aparece en otra escena dando un curso. El profesor en los ensayos decía “yo le voy a ganar a ella en la pelea”. ¿Y qué pasó? [Risas]
Guadalupe Cuba: Ella ganó, pues…
Claudia Arteaga: Marco, ¿qué cosas buscabas en general en tu reparto?
Marco Panatonic: Que fueran ellos mismos, que no tuvieran tanto miedo, que no fueran tan tímidos, que sus experiencias de vida tuvieran cosas muy cercanas a los personajes.
Claudia Arteaga: Las peleas que suceden fuera de plano son momentos dramáticos muy agudos en la película. ¿Cómo trabajaste con tus actores las conversaciones fuera de plano?
Marco Panatonic: Los diálogos han sido mi trabajo. Fueron una base que no escapaba a cómo hablamos. En general, como contaba mi abuela, ellos entendieron rápido esas conversaciones y en el momento de los ensayos añadían palabras siguiendo su propia manera de decir las cosas.
Claudia Arteaga: En general, en las conversaciones se siente el paso del tiempo, pero también tienen mucho humor. ¿Qué te interesó desarrollar con ese recurso?
Marco Panatonic: Creo que nada en realidad. Es que si yo usaba el plano contraplano y los llevaba a ellos a ese lenguaje más narrativo de las conversaciones, como en otras películas, me arriesgaba a no conseguir el efecto de verosimilitud que estaba buscando. Igual no quería eso, porque no quería hacer una película tan explicativa sobre los Andes, porque no es que vayas a conocer los Andes por primera vez con esta película.
Claudia Arteaga: Al hacer una película no tan explicativa, ¿buscabas, entonces, dejar los Andes a la imaginación?
Marco Panatonic; No, tampoco. Era más bien una búsqueda a través del quechua, sobre cómo nos podemos filmar los quechuahablantes. Al final hemos elegido planos fijos para darles tiempo a ellos de que sean como son y no cortarles por hacer un primer plano o un plano detalle. Hubiera sido llevarlos a otro lenguaje. Mejor que en un plano fijo hagan lo que tienen que hacer, porque finalmente en el campo es así. Tú estás en un solo lugar y ves lo mismo a los cuatro lados y el ritmo es diferente. Entonces no te aburres, no estás fuera de contexto, no te parece que el tiempo corre. Pero si alguien de la ciudad va [al campo], le gusta un día, dos días, después de tres días ya se siente atrapado. Dice, “no hay internet”. O sea, a nuestros compañeros de equipo también les ha pasado. Entonces, me dije “creo que está bien, hay películas que se han hecho en esa misma naturaleza y me han gustado. Creo que lo que [los actores] necesitan es libertad para precisamente eso, para equivocarse, para cometer errores”. Sobre el humor, pues, no sé, también somos graciosos, ¿no? Raúl es muy bromista. En el rodaje él hacía las bromas a todos del equipo, se vacilaba de todo. El humor es parte de nosotros. Sirve para resignificar cosas y pasarla bien al final del día.
Claudia Arteaga: Lo que también destaca en las conversaciones en la película es el uso del quechua y el castellano. Atoqcha habla en quechua con su mamá, pero después salta entre castellano y quechua en las conversaciones con su amigo Richar. Raúl, ¿sentiste una diferencia en trabajar el humor en los diálogos de tu personaje cuando pasabas de una lengua a otra?
Raúl Challa Casquina: En realidad no, porque con mi mamá yo hablaba mayormente en quechua. Tomasa, mi mamá en la película, es en realidad mi tía y la conozco desde que era chico, cuando estaba en el colegio. Yo pasteaba mis ovejas con ella. Había un vínculo; entonces con ella también bromeamos, nos conocíamos mucho. Cuando íbamos a pastear, hablábamos quechua. En mis diálogos con ella en la película, no era, “ay no, qué va a pasar”. Y, con el amigo, eso de combinar con el castellano y el quechua suele pasar en la realidad. Si una persona me habla en quechua, de un momento a otro, me sale el quechua; si una persona me habla castellano, puro castellano, yo también respondo en castellano. Entonces, no era complicado.
Marco Panatonic: Nosotros hablamos quechua y castellano desde el inicio. A veces yo no hablo tan bien castellano y la gente me entiende. A ellos les pasa que cuando les preguntan en castellano, como que algo no cuadra y no entendemos la pregunta al final. Pero, el hecho de entender dos lenguas no viene de ahora. Desde hace más de 500 años entendemos quechua y castellano. Estamos en los dos idiomas y por ahí tenemos un poco más de habilidades para cambiar rápido o mezclar mucho. Así, nos apropiamos del castellano. Tenemos esa habilidad por defecto.
Claudia Arteaga. Sigamos hablando de Atoqcha. No aparece el rostro del personaje hasta varios minutos después del inicio de la película. ¿Esa fue una elección consciente? ¿A qué se debió?
Marco Panatonic: Creo que eso hacen los fotógrafos o es muy común en la televisión o en otras películas: les gusta enfocar la cara. Por eso les he filmado muchas veces de espaldas. En la escena en donde los dos hermanos hablan encima de la tumba, si los hubiéramos grabado de frente, hubieran mirado la cámara y se habría puesto un poquito más nerviosos. En cambio, filmándoles de lado, era mucho más interesante. Podían desenvolverse mejor y la postura decía mucho más, los gestos decían mucho más.
Claudia Arteaga: Otro elemento que tarda en aparecer es el título. Llama la atención, además, el momento en que aparece. Previamente, Atoqcha estaba planeando irse, pero todavía no se va. Luego del título, lo vemos ya de regreso para el entierro de la madre. Esa elipsis es muy sugerente.
Marco Panatonic: La decisión de poner en ese momento el título apareció en edición. Había una escena previa en que la mamá moría a manos del papá, porque le robaba una vaca. Grabamos la escena de noche y técnicamente no quedó tan bien. Se veía un poco falso. Entonces, en edición, descartamos eso, pero la escena de la conversación entre hermanos nos quedó muy bien. Decidimos que no teníamos que explicar la muerte de la madre porque ya la mostrábamos ahí, en la tumba. No importaba explicar por qué murió. Poner el título en ese momento nos daba un bloque de tiempo que no había que explicar. Por ahí era muy sencillo decir: “se va a la ciudad, vive y regresa”. Además, yo no quería que haya tanta dicotomía campo/ciudad, o que se sienta tanta diferencia entre campo y ciudad. En un momento él [Atoqcha] está acá, y en el siguiente plano ya está en Chumbivilcas. No hay planos de transiciones. Por ejemplo, Raúl ha ido a Arequipa. Durante el fin de semana, se regresa a Chumbivilcas, y después regresa a Arequipa y está en ese movimiento. Toda la juventud de Chumbivilcas sale, regresa, se va. Están viajando, buscándose la vida. Entonces, no queríamos sobreexplotar esa dicotomía.
Claudia Arteaga: En mucha literatura, en estudios sociológicos tradicionales y en el cine, la migración de la sierra a la costa se percibe como una experiencia única, que transforma, que hace que la persona que migra pierda su cultura o la transforme hasta convertirla en otra cosa. Kinra parece responder a ese entendimiento.
Marco Panatonic: Sí, igual fue una elección que apareció en el proceso. Mientras escribía el proyecto, yo había visto las películas de Miguel Hilari y de Kiro Russo. En sus películas, también se explora lo mismo, pero desde una intención cinematográfica que me gustaba mucho. No es que las personas llegaran por primera vez del campo a una ciudad como El Alto, en Bolivia, por ejemplo. El Alto es una ciudad de migrantes, de desplazados. Lo mismo pasa con nosotros. Muchas personas de Chumbivilcas se van a Arequipa. En la película, esa realidad aparece, más que intencionalmente, porque la hemos vivido.
Claudia Arteaga: Hablando de vivencia, a tu protagonista le pasan muchas cosas fuertes. Es maltratado por el padrastro, muere la mamá, existe la posibilidad de irse a juicio para sacar su DNI, no se lleva bien con la hermana, no ingresa a la universidad. Y, sin embargo el registro actoral se mantiene igual. El personaje no se quiebra ni se desespera. Al final los espectadores podemos acceder a una variante de ese registro. ¿Fue esa una elección consciente?
Marco Panatonic: No, me soñé un día. [Risas]. Creo que salió de trabajar con Raúl, y de trabajar en general con actores que no son actores. La ventaja es que no les tengo que pedir que sostengan un personaje. Raúl sostiene a Atoqcha por su personalidad. Finalmente, a pesar de que las situaciones son dramáticas, a veces nos pesan más, a veces nos pesan menos. O sea, él se habrá peleado con sus hermanos muchas veces, pero por eso no ha perdido la alegría. Esas situaciones no lo bajan. Yo recuerdo que una compañera cuando leyó la primera versión del guion dijo: “Me parece muy melodramático”. Y, claro, algunas personas viven en una burbuja, porque nuestras experiencias de vida han sido así. Aquí también es así, ¿no? Por ahí tantos problemas finalmente nos aquejan. Pero, creo que, social y culturalmente, nosotros estamos preparados para enfrentar esos problemas, aunque sean graves. Por ahí a ti sí te parece más dramático, pero para nosotros es como: “Sí, eso me ha pasado” y seguimos aquí. En general, no quería hacer lo esperado. No quería sobreexplotar sus rostros, ni tampoco hacer un drama de lo que vivimos. Evitaba que nos encasillen.
Claudia Arteaga: ¿Encasillen en qué?
Marco Panatonic: En películas de indígenas, de lenguas originarias. Estábamos haciendo una película de nuestro lugar. Eso significó hacer una película con una búsqueda cinematográfica, como jugar con el lenguaje, no hacer una película tan narrativa, porque finalmente ves la peli y entiendes la historia aunque no esté tan explicada. Era una búsqueda que no quería tuviera un retrato folclórico, pero igual es inevitable. La gente asocia a una película en quechua muy rápidamente con lo folclórico, al universo del cine indígena, pero yo también quería salirme de eso. Buscaba que se discuta la película dentro de que se llama cine contemporáneo.
Claudia Arteaga: Guadalupe, ¿cómo llegó a involucrarse en la película?
Guadalupe Cuba: Yo me involucré desde el momento en que [Marco] empezó a escribir el guion; cuando el personaje era Valentín, no Atoqcha. Al inicio la película se llamaba “Tierra natal”, no “Kinra”. Marco empezaba a escribir quechua y yo revisaba y le corregía el quechua. Desde ese momento yo he participado, pero sin estar en el equipo todavía. Después, cuando él estaba ocupado, yo cocinaba, le atendía.
Marco Panatonic: Yo también cocinaba.
Guadalupe Cuba: Claro, cocinábamos, pero cuando él estaba ocupado, yo atendía los servicios de la casa. Todo lo que es producción, pues, sin ser la productora. Yo le apoyaba muy incondicionalmente sin pensar que estaba aportando al proyecto. Ya en diciembre de 2021, cuando integramos a Gladis, ya me consideraba parte del equipo. Hice la dirección de arte. La capacitación para el equipo empezó en enero hasta marzo del 2022. El abril el trabajo se puso intenso con el rodaje. Todo el tiempo teníamos la responsabilidad de cumplir con el presupuesto acordado con DAFO, porque ni diez céntimos podía quedarse.
Claudia Arteaga: Cierto, todo lo contabilizan.
Guadalupe Cuba: Como yo antes pertenecía a una organización y ahí se rendía todo, sé de esas cosas. Pero, bueno, así formamos, poco a poco, todos los equipos, los actores pasaron por el casting. Aprendimos mucho, alquilamos un local para rodar y para el trabajo del equipo. Empezamos a trabajar también en nuestra autoestima. Ninguno de nosotros debía estar preocupado emocionalmente. Y no lo logré en el equipo en donde estaba, pero sí he podido hablar sobre eso con uno y otro. Teníamos que tener el estado emocional tranquilo, estable, para hacer la película. Así era.
Claudia Arteaga: Marco, ¿cómo fue trabajar con tu mamá?
Marco Panatonic: Normal. Ella quería apoyar como toda mamá apoya a su hijo. Yo dije, “Ya mamá, lee el guion primero y me das tu opinión”. Al inicio, le parecía muy simple porque la conocía. Todo era muy natural para ella. Y decía: “Esto nomás es. Yo lo puedo hacer”. Entonces, al inicio estaba en el equipo de producción, después migró a arte, porque ella conocía los elementos, las comidas, la ropa, los tránsitos, entonces era como defender o mantener mucho de cómo éramos cada uno, qué ropa tenía cada uno, que no se usara maquillaje. Yo creo que para mí hubiera sido difícil trabajar con alguien que viene desde la Dirección de Arte porque se hubiera puesto a investigar, hubiera contratado a alguien para hacer la sopita de chuño. No, mi mamá hizo la sopita de chuño. Decía: “No, acá tiene que haber un mote, no acá tiene que haber esto”. Yo decía: “Sí, tienes razón. Pónganlo”. Mi mamá tiene muchas habilidades, entonces para mí fue un apoyo. En producción de arte se ha complementado muy bien con Carlos Salas, que también ha hecho unos aportes súper increíbles al equipo. Los dos entendían el contexto de la historia y los elementos que debía haber. Hacían como sugerencias puntuales. Claro, no tenían la experiencia de un director de arte, que es más ordenado. En algún momento se han olvidado de una cosa, pero han hecho súper buenos aportes que son parte de la película y están ahí.
Guadalupe Cuba: Ya hay un momento en que habíamos entendido que la película tiene que salir bien y depende del equipo de arte. Una responsabilidad fuerte. Si nosotros hacemos mal, va a salir mal la película. Ay, esa responsabilidad.
Claudia Arteaga: Pero usted también colaboraba a que el equipo no se estresara, a que se calme.
Guadalupe Cuba: Para empezar la película, por ejemplo, todos nos abrazábamos y nos dábamos la energía positiva. Como mamá grande, hay que hacer el challadito, la ofrenda para la película Kinra hemos hecho.
Claudia Arteaga: Gladis, ¿cómo te involucraste en la película?
Gladis Florez Pacco: Yo soy parte del equipo de producción. Nosotros [con Marco] hemos estudiado juntos en Comunicación en la UNSAAC, así que ya nos conocíamos y siempre sabía lo que Marco quería, que era hacer el cine. Entonces, de ahí cada uno hizo su vida, terminó la universidad, y un día hablamos, me llamó para hacer una convocatoria de casting en quechua, porque yo estaba en las redes sociales. Entonces, se hizo esa convocatoria y el día que me enteré de que su proyecto había ganado un fondo, le dije “qué bacán, Marco, qué bacán, ya, sí te lo hago la convocatoria de casting”. En ese proceso me fue contando la historia “Kinra”, y a mí me encantó. Era muy distinta a las historias que contaban las pocas películas en quechua que había visto. Luego, un día me dijo “quisiéramos que te integres al equipo”. Dije “no, yo no sé nada de cine”. “Pero eres quechuahablante, has trabajado con mujeres, has hecho proyectos, has organizado cosas. Eso es lo que se necesita”. Al final dije que sí y pasamos por un proceso de taller de autogestión cinematográfica. Ese proceso me ayudó, porque sí, había algunas cosas no eran tan lejanas como yo pensaba y el taller me dio seguridad para enfrentar el proceso. Pero también aposté por el proyecto de Marco, porque la forma como lo concebía era ese trabajo colectivo como quechuahablantes y que en el cotidiano habláramos quechua. En otros trabajos que he tenido no hablaba en quechua. Claro, hablo con los amigos, con la familia. Pero con Marco era, pues, hablando quechua haciendo cine, yo decía “qué bacán”. También, desde un inicio, decía que el trabajo es colectivo, de que todos podemos hacerlo y lo otro es que “yo quiero que integren mujeres, que integren quechuahablantes”. Yo: “qué raro, es muy raro que los hombres promuevan que las mujeres puedan integrar estos espacios sabiendo de los cuidados que tenemos que asumir”, y justo yo tenía una hija, tengo una hija. Al final, todo el proceso de la preproducción lo trabajé con mi hija y una parte del rodaje también estuvo mi hija.
Claudia Arteaga: ¿Entre todos la cuidaban?
Gladis Florez Pacco: No sé si entre todos. [Risas] Y así fue que fuimos conociendo al resto del equipo y fue bacán. Nos conocimos, aprendimos. Sigue siendo un aprendizaje, fue una experiencia que no pensábamos tener. Fue de mucho aprendizaje de creer que podíamos hacer la película.
Marco Panatonic: Trabajar en colectividad fue una intención, ¿no? Creo que fue un deseo de todos. A veces no se logra necesariamente, porque no todo el equipo está en la misma onda, pero para nosotros fue volver a practicar o intentar. Por ejemplo, ni Gladys, ni mamá, ni todos los compañeros han elegido el cine como actividad. Y al enfrentarse la primera vez, el cine se presenta como algo jerárquico. Claro, inevitablemente yo era el director, pero trataba de escuchar a todos, de que en sí fuera colectivo. Hay quienes se acomodaron más, hay quienes se acomodaron menos, hay quienes no se acomodaron. Pero fue una intención, incluso hoy tratamos de que todos estén en las entrevistas. Tratamos de mantener eso lo mejor que se pueda.
Claudia Arteaga: Antes de que la película llegue a Mar de Plata, creo que hubo una proyección en Chumbivilcas.
Marco Panatonic: Sí, la pasamos en la comunidad del señor Aurelio, del papá Richard. Eso fue en julio del año pasado.
Gladis Florez Pacco: En la comunidad de Sacsayhuamán, arriba.
Marco Panatonic: Todos los de Cusco fueron. Pero no podía Raúl, tampoco Celso [el actor que hace del ingeniero]. Vino Solischa con su mamá.
Claudia Arteaga: ¿Y cómo fue la experiencia? ¿Cómo reaccionó la gente?
Gladis Florez Pacco: La proyección fue tarde y hacía viento. Lo que me gustó es que todos estaban enganchados. La gente trajo sus mantas para abrigarse y se quedaron hasta el final, a pesar del frío que hacía. Como era tarde, ya no hubo tiempo para conversar después de la proyección. Además para la comunidad era una nueva experiencia. Yo sentí que, por ejemplo, la proyección de anoche fue distinta, porque siento que el humor del quechua para nosotros es un poco distinto y para los castellanohablantes es otro. Por ejemplo, anoche había partes donde el público se reía, pero yo, por ejemplo, no las sentía tan graciosas. Entonces, creo que por eso fue distinto, porque las emociones que hemos vivido en la primera proyección en la comunidad se dieron porque la gente se veía en la película. Pero acá [Lima] sentí que la gente veía otro espacio. Los subtitulados también les daban un mensaje distinto. Allá no había subtitulados. Era también un público que no necesariamente iba al cine. Para ellos fue como “qué bacán que se proyecte acá y que el actor sea de la comunidad”.
Claudia Arteaga: ¿Cómo fue el ingreso de Kinra al Festival del Mar del Plata?
Marco Panatonic: Todo el año pasado, 2023, cuando ya teníamos el corte de la película, la empezamos a rotar en los Working Progress. La enviamos a Málaga, a Cine Toulouse, a Subcine, a San Sebastián, a Locarno, al Festival del Cine del Mañana [del Festival de Cine de Lima], y no nos aceptaron en ninguna. Decidimos entonces mandarla a concursos en festivales. La fecha más cercana para empezar a festivalear fue Mar del Plata y no costaba nada la postulación. Creo que estábamos viendo si postular a Berlín, a Rotterdam, pero había que pagar. Entonces, pagué a Rotterdam, y después nos escribió el Festival Mar del Plata y nos dijeron, “Oye, tu película, queremos saber cómo está, ¿es estreno mundial?” Dije “Sí, si la eligen, es estreno mundial”. Para mí el momento más alegre fue recibir el correo de aceptación de festival.
Claudia Arteaga: ¿No fue el momento más alegre cuando ganaste?
Marco Panatonic: No, no tanto. Porque los premios son como una ruleta rusa. Se pudo dar como que no. Los premios son subjetivos. Por ahí ese día durmieron bien y estuvieron atentos a esa película, qué sé yo.
Claudia Arteaga: Qué modesto, Marco.
Marco Panatonic: No, no por modesto. Es que también entiendo que los premios tienen que ver con un lobby que haces cuando una cinematografía tiene la capacidad de incidir en festivales; cuando estás en capacidad de defender tu cine. A los festivales, tienes que ir a conocer a los programadores para que les agrades y vean tu película. Los festivales y los premios tienen que ver con eso, básicamente.
Claudia Arteaga: Y tú no haces lobby.
Marco Panatonic: Yo apenas conozco a algunos realizadores. Por ahí, no sé, he visto a Tatiana Mazú, a Mariano Llinás. Los ubico, pero nosotros como cinematografía peruana estamos en pañales. Tiene que ver también que los cineastas de tu país te respalden, o que los programadores de tu país respalden una película peruana y la sugieran a los festivales. O sea, tú la mandas y por ahí los programadores del país dicen: “Oye, viene una peli de tu país, ¿qué sabes de este cineasta?” Por eso te digo que los premios son muy subjetivos. Entonces, no me la voy a creer, no voy a inflar un globo que luego va a reventar. Nos sobredimensionan. Es complicado eso. No es modestia. Por eso yo también digo “esta es una chamba nuestra”, porque nos ha costado. Yo he tirado la piedra, sí, pero no es que crea que soy creativo y genio. Lo que hice fue ver nuestra realidad y buscar que todo de ella esté representado.
Claudia Arteaga: ¿Qué es lo que el cine te permite decir?
Marco Panatonic: Me siento bien cuando lo hago y me pone contento poder hacerlo. Creo que no estamos en una situación en que pueda decir necesariamente: “Voy a decir mi universo, mi punto de vista”. Yo quería hacer esta película porque el cine me llama la atención, me gusta, pero no tenía una idea fija de que iba a decir tal cosa y de que la visión que tenía era tal otra. Mi objetivo era el hecho práctico de hacer una película. Por ahí que yo soy quechua y me salió de una manera. No sé si Kiarostami haga una película siendo consciente de que la hará en su propio idioma, o si Lav Diaz diga “no, la voy a hacer en inglés” o “voy a escribir mis guiones en inglés”. Simplemente haces lo que quieres hacer y ahí vas descubriendo cosas. O sea, para nosotros, creo que para todos, la experiencia de hacer una película es descubrir cosas. Haciendo “Kinra” he aprendido mucho. Creo que no hay una respuesta definitiva de lo que el cine puede significar para uno. Es una búsqueda más bien. Por ahí sigue siendo una búsqueda.
Claudia Arteaga: Estamos en épocas duras para el cine peruano en que, si el congreso aprueba el nuevo proyecto de ley, se reducirá el presupuesto para hacer cine regional. Incluso antes de este momento, siempre ha sido difícil para los cineastas de regiones sacar adelante sus películas. A pesar de esto, me imagino que saber del éxito de Kinra entusiasmará a muchos a hacer películas. ¿Qué les dirías?
Marco Panatonic: Creo para que exista lo que existe en el llamado cine regional de estos últimos 10 años, ha sido necesario que el Ministerio de Cultura nos dé plata para financiar nuestras películas. Y nada, yo solo quiero tener trabajo. Entonces, no le puedo dar consejos a nadie. Cada uno encuentra su camino en el cine. Va a una escuela de cine si tienes plata, o aprende de lo que hay. O sea, yo he hecho los talleres que ha organizado el Ministerio de Cultura, o los talleres que se han hecho con el financiamiento del estado en Arequipa, en Lima. Yo he participado en Corriente, en Transcinema; en el Translab he conocido a mi editora. Creo que lo que se tiene que hacer ahora es mejorar. Hace tiempo venimos pidiendo que existan más espacios de formación y más financiamiento. Pero no se pide una escuela de cine con la misma energía, una cinemateca, una cuota de pantalla. Yo creo que hay que pedir todo eso si se quiere que más compañeras y compañeros puedan elegir el cine como actividad, como profesión y trabajo. Es trabajo básicamente.
Claudia Arteaga: ¿Tienes algún otro proyecto en mente, Marco?
Marco Panatonic: Para que yo haga otra película, tienen que darse las condiciones. Creo que hemos exprimido lo mejor, hemos dado nuestro mejor trabajo para hacer esta. Pero sabemos que necesitamos que se den las cosas como el financiamiento. Gladis tiene que chambear, tiene una hija. Raúl tiene pareja y quizá quieran hacer una vida juntos; tienen necesidades, entonces tienen que cubrir eso. Los compañeros y compañeras que nos han apoyado no irán a trabajar como ahora lo han hecho. Para Kinra muchos nos han cobrado bien barato, para lo que significa hacer películas en nuestro país. Nosotros hemos sido un equipo pequeño. Por ahí pudimos haber sido 30 personas en producción, pero se tienen que dar las condiciones para poder llegar a eso. Estos diez años he estado dedicándome solo a Kinra porque no tenía nada que perder. Pero ahora, yo sigo viviendo en la casa de mi abuelita. Entonces, me gustaría vivir solo, tener mi propio espacio. Es difícil. Tal vez haga un corto yo solo, pero no me quiero poner a hablar. Es raro que recién hayas ganado un premio y ya te pidan más cosas. En el rodaje decían también “¡hay que hacer Kinra 2!”. [Risas]. Es decir, es orgánico, pero tienen que darse muchos factores para que sea posible.
Guadalupe Cuba: Uy, muy exigente es el cine. Cuánto hemos llorado también, cuánto pelea nos ha costado. Con Marco, por ejemplo, [a Marco] contigo mismo, con la flojera, la salud, el hábito. Y, felizmente, Kinra me ha enseñado a mirar una película y ejercitar la vista para mirar la película. Por eso anoche ni una pestañeada he dado mirándola.
Claudia Arteaga: ¿Anoche fue la primera vez que veía la película, Guadalupe?
Guadalupe Cuba: En pantalla grande, sí. Ayer he entendido bien cómo es el proceso, la secuencia más que todo, cómo hablaban, todo ese diálogo.
Claudia Arteaga: Guadalupe, usted anoche habló del cine, del derecho de las mujeres a hacer películas. ¿Podría contarnos un poco más sobre ese reclamo? ¿Por qué es importante hacer ese reclamo en un gobierno también como éste, tan cuestionable, que quiere quitar el derecho a hacer películas y otros derechos más esenciales, como el derecho a la vida, a la educación, etcétera?
Guadalupe Cuba: Creo que entendemos muy bien las diferencias sociales. Nos quitan el derecho a vivir y eso les afecta más a las mujeres. En el cine, ahora ya las mujeres estamos saliendo adelante, como directoras, productoras, editoras, actrices. Hace un rato, por ejemplo, decía que hacer la película Kinra para nosotros no fue dejar al director a que se les arregle solo. Llegamos a hacerla nosotros, con nuestros propios peculios; no hemos buscado mucho tampoco el auspicio. Hemos desconfiado a quién pedir. Gladis intentó coordinar con el gobierno regional y no nos dieron esa facilidad. No dijeron “Ay, qué bueno, han hecho cine los de Chumbivilcas o los de Cusco, caramba, aquí está, toma, por lo menos 5 mil soles para que presenten la película en Lima”. Nada. Para que vayan a Mar de Plata, igualito. Marco y Walter [Manrique] han gastado de sus bolsillos para ir al Mar del Plata. No solo esa, sino que tuvimos muchas trabas, dificultades, pero ellos [otros] se llenan sus bolsillos. Se cubren entre ellos. Pues, eso, vivimos en una injusticia total, en una sociedad equivocada que es clasista, machista, discriminatoria. Entonces, ¿hasta cuando la mujer va a estar relegada o autorelegadas, diciendo o diciéndose que no puede? Mucha solidaridad hace falta entre nosotras, porque entre mujeres nos serruchamos duro. Y esa mentalidad, esa actitud machista debemos cambiar. Uno mismo tiene que cambiar su actitud, su forma de pensar y creo que esta película ayuda mucho a eso. Yo vengo de dónde vengo, sigo siendo de donde soy, y ando así adónde he ido, con mi pollera y me siento bien. Y me abriga, hace bien a mi salud.
En mi época, mi papá me llevaba a la escuela. En la escuela no había ni para usar ojota. Nuestro baño era el basural que estaba al lado de la escuela. Recién en Cusco ciudad, conocí la ojota. Así es nuestra realidad. Entonces le decía, “papá, cómprame ropa”. Falditas de telas, ¿no? “Yo no te compro ninguna tela, eso es de los mistis”, me decía. “Y además tú no sabes todavía leer bien, ni escribir bien, ni escribir tu nombre bien”. “Papá me he antojado ese dulce”. Me decía, “Yo no gano mensualmente un sueldo. Llévate tostado, llévate chuño sancochado, papa sancochada”. Eso era nuestro refrigerio en la escuela. Iba con una falda roja de bayeta hasta la universidad. Ahí poco a poco he empezado a ponerme pantalón. Entonces, fácilmente nos alienamos viniendo a la ciudad siendo del campo. ¿Dónde está nuestra cultura, nuestros usos y costumbres? ¿Por qué no nos vestimos así aunque sea en la ciudad, con la chompa de alpaca, la lana de oveja? Entonces, por eso ahora me pongo pues con mucha falda, le decimos, “pisto” en mi lenguaje. Kinra a mí sí me ha abierto. Y he salido en dos películas más, en Los Indomables (de Tito Catacora) y Buenos días, Wiraqocha (de Mauricio Godoy), que recién va a salir. En la película Kinra, las mujeres, creo que en su mayoría, somos madres solteras: Aurelia, Gladis, Tomasa, yo, Lisbeth.
Gladis Flores: sí, he tomado conciencia de eso.
Claudia Arteaga: Hay también mujeres fuertes dentro la película.
Guadalupe Cuba: Sí. En esta época ya no estamos para dejarnos. Si nosotras vamos a contestar o luchar, nadie nos va a detener. Viendo nuestra película en pantalla grande anoche nos hemos dado cuenta de que nuestra película es bien inclusiva y horizontal. Esa es la novedad un poco, plasmar eso en la película.
Competencia latinoamericana de ficción Festival de Lima
Dirección y guion: Marco Panatonic
Fotografía: Alberto Flores, Pierre Pastor
Edición: Fabiola Sialer
Sonido: Cesar Centeno, Fernando Bedoya
Música: Fragancias de Chumbivilcas – Dina Yallerco
Producción: Gladis Florez, Walter Manrique, Maykon Lope
Reparto: Raúl Challa Casquina, Tomasa Sivincha Huamaní, Yuri Choa Tunquipa, Lizbeth Cabrera, Jorge Gonzales, Marcosa Huamaní Gonzales, Aurelio Quispe Cusihuamán, Dorotea Noa Checca, Soledad Secca Noa, Celso Aro Quispe
Perú, 2023, 157 min